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Arcoiris de un solo matiz

Johannesburgo nunca podrá desligar su presente de sus zonas marginales Getty

JOHANNESBURGO -- La frase de Emilio, un compañero argentino que tiene 31 años viviendo en Sudáfrica es contundente: "El apartheid desapareció sólo en las leyes, en las calles sigue vigente".

Sudáfrica anunció al mundo en 1994 que finalmente daba vuelta a su historia. El Congreso Nacional Africano tomaba parte en unas elecciones en el país y su mayoría lograba imponerse para terminar con los gobiernos blancos y terminar con sus leyes.

A partir de ese momento con Nelson Mandela al frente del país, Sudáfrica se anunció como una nación arcoiris, en donde todos tenían los mismos derechos y el mismo respeto.

Así se ve en la película Invictus. Así me lo han vendido durante 15 años. Así pensé que podría ser antes de viajar a Sudáfrica... pero nada de eso existe.

"Aunque los blancos son minoría siguen teniendo el control y el poder económico de la nación", me comenta Emilio mientras recorremos el centro de Johannesburgo, una zona de viejas edificicaciones, de ventas en las calles, de puestos de comida, de pobreza aunque no extrema.

Y no tiene que decirme que, pese a no tener el control en el gobierno, los afrikans siguen manejando el país.

He visto muchos eventos interraciales, pero ninguno tan marcado como el que ocurrió al dejar la zona de Soccer City en un autobús de la FIFA conducido por un afrikans de complexión robusta y una enorme barba blanca.

Al rodear el estadio se habían colocado unos conos para agilizar la llegada de aficionados y el autobús invadió por unos 50 metros el carril de contrasentido. Al llegar a la esquina un policía negro de tránsito se acercó a la ventanilla y le dijo "aquí no es Estados Unidos, se maneja por la izquierda".

En México el conductor seguramente le habría gritado que quitaran sus conos y no habría pasado de un, "me saludas a la tuya".

>En Johannesburgo no ocurre así. El conductor saltó de su asiento como con resorte y se bajó del autobús, lanzándose sobre el policía en un claro intento por golpearlo. Pese a su "autoridad" el policía no reclamaba, no se defendía y sus compañeros intentaban tranquilizar al indignado afrikan, quien regresaba a su sitio y marcaba por su celular, vociferaba, gritaba y no le importaban las protestas de la gente en el autobús. El tenía que limpiar esa afrenta.

"Eso lo he visto tantas veces. En cualquier esquina alguien puede morir por un incidente similar", añade el reportero de una agencia internacional, quien entró a Sudáfrica por Ciudad del Cabo, una sitio que desde principio del siglo XIX aceptó a la mayoría negra pues hubo una clara división de ideologías entre los ingleses y los holandes colonizadores.

Hoy Sudáfrica anuncia al mundo que no existen leyes de segregación y es cierto. Aunque en la práctica siguen tan vigentes que da tristeza encontrarte con gente tan amable que sin embargo tiembla o te pide perdón mil veces si al atenderte en un restaurant se le llegan a regar unas gotas de vino sobre el mantel blanco mientras sirve tu copa.