<
>

México se vende por un plato de lentejas a Gulati y EE.UU.

LOS ÁNGELES -- La culpa no la tiene el indio (Sunil Gulati nació en Allahabad, India) sino el que se lo hace compadre. Y Estados Unidos deja fuera del banquete a México: le servirá las sobras de los desperdicios.

Y, claro, indignos, serviles, rastreros, la FMF y cómplices se relamen los pudendos e impúdicos bigotes. Para ellos, el estiércol tiene proteína.

Eso sí, generoso el indio con sus compadres. Le da las migajas, pero con todo y su selección mexicana jugando hasta los Octavos de Final, porque, ya se sabe, el Quinto Partido es terreno vedado y vetado para el Tri, y a partir de los Cuartos de Final se juegan en EE.UU.

Un platillo típico de Brasil, la feijoada, nace en tiempos de colonización. Lo que sobraba en la mesa del patrón, de los platos de los comensales, los residuos, la bazofia, se aventaban y mezclaban en una olla gigantesca, en la que dominaban los frijoles, el arroz, la farofa, y claro las sobras de diferentes carnes, y hasta huesos ruñidos.

Pues eso ha hecho Estados Unidos: le ha servido una feijoada al futbol mexicano, cuyos directivos, limosneros, menesterosos, aceptan de buena gana: diez partidos.

Ojo: aparte del Tri, sólo habría un equipo de los 16 mejor clasificados en el Ranking de FIFA para México, y eso se determinará en el manoseo final del sorteo. Pero no será de los primeros diez. Ni de Europa.

Es decir, los desperdicios de los desperdicios. Una feijoada rasurada, esculcada. Ah, pero los fariseos de la FMF ya sabían la repartición de este pastel hace semanas, y un pastel en el que México no tiene derecho ni a encender (ceremonia de Inauguración), y muchos menos a apagar (Final) las velitas.

Ahora, finalmente, se filtró -- y es más que entendible-- porqué las investigaciones de FBI y la cacería de Loretta Lynch no llegaron hasta México, en la persecución abierta sobre la Concacaf. Una zona de impunidad.

Ya era de causar recelo y resquemor, que en un país donde la corrupción es una doctrina de vivir para el engaño, no hubiera arrojado, al menos, un maldito sospechoso. Pero, parece, México es el Castillo de la Pureza.

Sunil Gulati es un artista de la intriga. No en balde es uno de los cerebros financieros más reconocidos por Harvard. La manipulación es perfecta cuanto menos se nota. Copperfield es un aprendiz del ilusionismo.

Maquiavelo seguramente querría una copia autografiada de las memorias que en su momento escribirá el indio que maneja a la Concacaf con Justino Compeán como escudero o escribano.

Ojo: Gulati no sólo se deshizo de Blatter y Platini, sino que además, limpió a la Concacaf de todos los escollos. En el Caribe y Sudamérica lo detestan, pero a él, es lo que menos le importa,

Sunil manipuló a Infantino, puso de parapeto a Montagliani --¿quién llevó la voz cantante en la conferencia de prensa del anuncio?--, y fortaleció alianzas con México, para poder contar con las televisoras más poderosas de América. "Estando bien con Dios, quién le teme al diablo".

Así que en los documentos que Gulati le filtró a Doña Loretta permitió las cacerías de sus enemigos, pero se reservó cualquier posibilidad de alcanzar a sus cómplices. Hasta su compadre -totalmente verídico-- Compeán le hace honor a su nombre: Justino.

Ciertamente para organizar el Mundial 2026, que seguramente será otorgado a este triunvirato, Estados Unidos necesita más de México y de Canadá, que lo que necesitan estos países de Gulati.

Semejante gigantismo de 48 equipos y 80 juegos, no puede albergarlo a solas Estados Unidos. Necesita un par de vertideros a donde arrojar sus desechos tóxicos. Y ya los tiene. México y Canadá serán sus albañales. El bodrio de la mesa de honor para ambos.

Claro, aún está de por medio la votación, e insisto, más allá de que los países del Caribe le dieron el apoyo en el congreso de Concacaf, queda claro que al ser el voto secreto, pueden cobrárselas todas a Gulati, Compeán y Montagliani. Gulati no es la única Mata Hari.

Con la presentación de la candidatura, este trío ha ganado la batalla, pero aún quedan momentos culminantes de guerra.

Ahora, preguntará usted si México merece más partidos. Por historia y tradición en el futbol, definitivamente sí.

Sin embargo, en lo personal, ante las crisis numerosas que sufre México, ya es bastante positivo que la voracidad depredadora de FIFA, no sangre más a una nación con más de tres millones de personas en extrema pobreza.