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Layún y Fabián, ante la derrota de rotar

LOS ÁNGELES -- LOS ÁNGELES -- El ratón es el primer convencido de que un gato negro siempre trae mal suerte. Y comenzar el sábado crispándole la cola a un gato negro es de audaces.

Pero, había que hacerlo: este blog debió despacharse la noche del viernes sentenciado por el glamour inútil del 3-0 de México sobre Islandia en la cancha del precioso "Mausoleo del 7-0" en Santa Clara. El modisto de la tragedia, la viste con seda.

Necio, escéptico, mareado y confundido por el desfile del triunfalismo en redes sociales, como un fenómeno viral y virtual que se recrearía, se sintetizaría exuberantemente con un sombrero zapatista sobre las guirnaldas del Ángel de la Independencia, ¿recreé? la repetición de esa jornada.

Recurrí a esa infalible memoria de las cosas perversas y pervertidas, No, no es la mente humana, sino ese enjambre de chips acomodados como sopa de fideos chinos en esa intrusa cajita negra conectada al televisor, con esos ojos verdes y parpadeantes diciendo: "sé lo que han hecho todos, todo el tiempo".

Con más devoción que convicción, con más obligación que diversión, había visto al siempre campeón de los juegos moleros-amistosos, al Tri, primero con el relato de colegas en español, y lo había dejado grabando con su versión en inglés.

Más allá de las dos versiones, antagonistas en juicios muchas veces, el esperanto del futbol las concilió de la mano con dos palabras: fortuna y golazos.

Lo fascinante del calvario de ver de nuevo un bodrio sin misterios, porque el final es insobornable, es tratar de ver en lo plano de la transmisión, todo lo que ocurre, mientras el partido ocurría.

Dicen los buenos analistas que ellos lo ven todo desde la primera vez, y dicen, los malos aficionados, que no les importa nada, sólo que coincidan sus emociones con el marcador. Partiendo de esos extremos, si a Einstein le hubiera seducido el futbol, habría sido un barra brava.

Hablaba de dos cromosomas comunes entre los relatos y análisis en las versiones en inglés y español del juego: fortuna y golazos.

Sin duda, el cobro de Marco Fabián es de un embeleso extraordinario, pero, curiosamente, viendo la versión extendida y sin cortes del 3-0 a Islandia, tal vez fue, como apuesta al Mundial, lo menos impactante de su parte la noche del viernes.

Esta vez, sin desesperaciones, sin prisas, con una sorprendente atención a sus obligaciones y a sus placeres, Marco Fabián dio la mejor versión de ese Frankenstein que él mismo ha sofisticado como saldo de la lucha contra sus propias adversidades. El mejor Fabián reclama una de las escasas vacantes a Rusia.

Golazos, pues. Porque si bien Miguel Layún saca ese taco de billar que en Sevilla aún aguardan, la forma en que consuma el 2-0, es un homenaje a la jugada matriz del Chucky Lozano, tras una pirueta sobre su propio eje, y eligiendo el mejor atajo entre la confusión de cinco islandeses, para después servir a Layún.

Y el tercero. Layún hace del masoquismo su doctrina de vida. Y del tesón y la rebeldía, para en lugar de nomás dejarse rodar a un ladito y caer en la tumba, se subleva y tiene noches como las del viernes. La empalma de zurda, por arriba, al limbo prohibido del arquero. Que no me diga que ahí quiso ponerla... pero le pegó tan torcido que ahí la puso. La hacen Messi, Neymar o

Cristiano, y es que así quisieron darle campanazos a la gloria. La hace Layún, y es porque quiso devolverla a su portero. #TodoEsYSeráSiempreCulpaDeLayún.

Y sobre Miguel, el paralelismo de retos con Marco Fabián. Porto y Sevilla lo miran con ojos de remilgo. Este viernes, como interior derecho, firma dos soberbios goles, el primero porque es Layún. ¿Y el segundo?, claro, dirán sus "bullys", "pos porque es Layún, ¿edá?".

¿Sorprende? Igual sorprendió Layún aquel 27 de septiembre de 2014. ¿Le suena? ¿Ante Santos? En la misma posición, hizo cuatro, con la bendición ¿demencial? de Antonio Mohamed. Y sí, uno de ellos fue un disparo de 30 metros que no quiso poner ahí, pero, igual, la puso.

Como sea, la sesión de más de 190 minutos, con un mismo drama, una misma modorra y dos narrativas distintas, fortalece esa sensación de un equipo indefinido, amorfo, garabateado, que debe cargar a cuestas el afortunado estigma de ser suertudo... o la estigmatizada fortuna de ser suertudo.

¿México en general? Hay varias manifestaciones. Momentos en el que se esfuerza en obedecer a Juan Carlos Osorio. Momentos en que se confunde de tanto querer obedecer. Y momentos en los que se rebela a obedecer y juega a lo que sabe, a lo que puede, a lo que quiere, que a veces puede ser más generoso que jugar a lo que debe.

Osorio se niega a entender algo: lo que él quiere de sus seleccionados, no es precisamente lo que sus seleccionados quieren de él. El técnico parece querer recovecos, y el futbolista prefiere, por arraigo, por definición, los atajos.

¿Islandia? Mientras a La Cenicienta europea la respetaron el cansancio, la melatonina y la responsabilidad, le puso a Corona el Jesús en la boca del gol, pero el arquero mexicano resolvió bien dos veces.

Por lo pronto, ante Croacia, ensayan ya las perniciosas rotaciones, que, sin duda, podrán parecer injustas absolutamente para Marco Fabián y el mismo Miguel Layún.