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Sin partido en el clásico de España

BUENOS AIRES -- El duelo que, al menos dos veces por año, mantiene en vilo al planeta fútbol, esta vez no fue tal. En el campo de juego las diferencias fueron demasiado grandes a favor de un Barcelona que, además de humillar en su propio campo al Real Madrid, le sacó seis puntos en la carrera por el título de La Liga.

El 4-0 en el Bernabeu es un fiel testimonio de la brecha que separó a ambos, aunque podría haber habido muchos más goles por ambos lados. Es verdad que el cero en la valla de Barcelona fue gracias a que el arquero chileno Claudio Bravo tuvo no una sino varias intervenciones brillantes; pero eso es tan cierto como que, con un poco más de precisión para concretar, los visitantes podrían haber llevado el marcador a cifras catastróficas para el Real Madrid.

Por eso, volvamos a la diferencia constatable, la de los goles que se hicieron: de un lado hubo un equipo muy seguro de su libreto y dedicado a que su funcionamiento colectivo lo llevara, como lo hizo, a generar y concretar situaciones. Del otro, en cambio, el concepto de equipo estuvo ausente: la desorientación fue la regla y el peligro llegó únicamente por medio de algunos, aislados, intentos individuales.

El primer tiempo fue una pesadilla para el Real Madrid, que no tuvo ni la pelota ni la iniciativa. Más allá de algún intento desde lejos del colombiano James Rodríguez, uno de los más activos en el local, no creó peligro. Pero sobre todo, se mostró como un equipo desacoplado, tanto con la pelota como sin ella.

Cuando arrancó el segundo tiempo, mostró un atisbo de reacción y hasta podría haber estado a tiro si Marcelo embocaba el 1-2, pero muy rápido cayó el tercero y con él todo volvió a transitar por los mismos carriles que en la primera etapa.

Es que la mayor parte del tiempo, Real Madrid no tuvo el balón, algo quizás lógico ante un rival como el Barcelona, que tiene la posesión como obsesión. No sería tan grave si hubiera mostrado herramientas para recuperarlo y, desde ahí, hacer una transición rápida y precisa para aprovechar la velocidad de sus hombres de punta. Pero no hizo una cosa ni la otra: recuperó poco, y cuando lo hizo, no tuvo ideas para atacar.

El primer problema, el de la recuperación, lo viene teniendo desde que eligió armar un plantel con lo más caro disponible en el mercado y no con lo que realmente necesitaba para tener equilibrio. No es la primera vez que lo decimos: ninguno de los mediocampistas llegados en los últimos años puede suplir la ida de Khedira y de Xabi Alonso. Pero no por jerarquía, sino porque simplemente, cumplen funciones distintas.

Lo hemos dicho ya muchas veces: la línea media de Kroos, Modric y James está conformada por completo por jugadores que nacieron como números diez, jugando más adelantados de lo que están obligados a hacerlo cuando no tienen la pelota en sus pies. Llevan en su naturaleza la creación y el ataque mucho más que la recuperación y la defensa. Y eso se notó más que nunca el sábado, ya que se los vio corriendo detrás de la pelota y de los rivales.

Si a esos tres volantes les sumamos a Bale, parado casi como enganche, y a delanteros con poco apego a la marca como Benzema y Cristiano Ronaldo, se hace difícil identificar quién o quiénes iban a hacer el trabajo sucio. Así fue que cuando Barcelona tuvo la pelota la pudo manejar y hacer circular sin correr demasiado riesgo de perderla, lo que le permitió elegir una y otra vez su frente de ataque.

Lo paradójico es que dio la sensación de que Rafa Benítez eligió plantar un once más ofensivo a partir de las críticas, que decían que no se respetaba el estilo histórico del club. Pero por las características de sus jugadores, y claro, con el resultado puesto, lo más sensato parecía ser pensar distinto y apostar por el equilibrio.

A Benítez se le plantea otra situación complicada para cualquier técnico: no poder decidir sobre los refuerzos sino tener que arreglarse con lo que el presidente del club elige en base a criterios que no necesariamente son los mismos. Y eso en el Madrid significa, como decíamos arriba, comprar para mostrar poderío económico y no para armar un plantel completo y con variantes en todas sus líneas.

Así las cosas, este Real Madrid que a priori es candidato en todos los frentes tendrá que mejorar mucho para ratificar esa condición. En el clásico al menos, lució como un equipo desorientado, dubitativo y sin un plan de juego claro. Si no hace un sinceramiento urgente y define a qué juega, da la sensación de que no puede plantarse de igual a igual ante rivales de la máxima jerarquía.

Del otro lado, en cambio, hay un Barcelona cada vez más sólido. Mantiene la apuesta por la posesión, pero le agregó las variaciones de ritmo que tanto se le reclamaban hace unos años, cuando el tránsito por el mediocampo muchas veces se hacía en velocidad crucero y sin repentización.

Ahora, no hay problema en utilizar otras armas cuando se hace necesario quemar el medio, meter un cambio de frente, verticalizar o salir de contragolpe. Eso incluye a los defensores, que liderados por un Piqué en gran forma, pueden salir jugando desde atrás como meter un pelotazo cuando no queda otra opción.

En el mediocampo, Busquets sigue siendo una garantía a la hora de recuperar y distribuir el primer pase, para que los demás empiecen a jugar. En eso Rakitic sabe alternar entre la pausa y la aceleración o entre pases cortos y largos, e Iniesta se mantiene vigente para elegir la mejor opción. El sábado hizo retroceder el reloj y jugó e hizo jugar como en sus mejores épocas, como lo mostró encarando y asistiendo en el gol de Neymar pero también yendo a buscar una descarga para anotar el propio.

Adelante, Neymar tiene control en velocidad como para buscar y ganar el uno a uno y Suárez juega en el límite del offside para aprovechar los pases entre líneas y sacarle máximo provecho a su instinto de área... ah, y como si fuera poco en estos últimos tiempos no siquiera contó con Messi.

De hecho, el mejor del mundo jugó pero fue como si no lo hubiera hecho. Cuando entró, el partido estaba definido y, si bien se ofreció y tuvo participación, no influyó en lo más mínimo ni en el desarrollo ni en el resultado. En mi opinión, hasta fue un riesgo hacerlo jugar unos minutos y tranquilamente podría haber vuelto el martes en la Champions, pero el DT habrá tenido sus motivos para darle acción.

Así, el equipo de Luis Enrique lució sólido tanto desde lo colectivo como en lo individual; y en este último campo, hasta tiene mucho para crecer pensando en lo que le pueda sumar Messi a todo lo bueno que hicieron los demás mientras él estuvo ausente.

¿Será este, finalmente, el equipo que pueda hacer lo que ninguno aún, es decir repetir el título de la Champions League? Hay mucha temporada por delante, pero claramente, ese es el objetivo y el desafío del Barcelona.

Felicidades.