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Johan Cruyff, del despido a la eternidad

BARCELONA -- “Yo saldré del Barça en globo”, solía repetir, divertido, Johan Cruyff a mediados de los 90, cuando charlaba fuera de micrófono y distendidamente con los periodistas.

Su relación con Josep Lluís Núñez, el presidente que le había fichado en mayo de 1988 para salvarse de la ira de los aficionados por el mal, peor, nefasto, momento del club, se había ido deteriorando con el paso de los años y los éxitos deportivos del Dream Team fueron en paralelo con el alejamiento de ambos personajes.

El final de aquel equipo de ensueño, derribado con un 4-0 humillante en Atenas en 1994, provocó que el holandés decidiera renovar a fondo la plantilla, rejuvenecerla, fichar nuevos cracks y dar paso a una hornada de canteranos que ya apuntaban maneras en el filial. La conocida como ‘Quinta del Mini’ que acabó quedándose a medio camino.

Ocurrió que Núñez, avaro como pocos con el dinero del club, no permitió a Johan revolucionar como pretendía el equipo y de los éxitos del Dream Team se pasó a dos años sin títulos que restó poder al holandés.

Rui Costa fue el primer jugador que le negó el presidente, que fichó a Figo gracias a los problemas del portugués con el Calcio, y Zidane y Giggs fueron los últimos.

“Hace meses yo tenía apalabrado a Zidane”, proclamó en marzo de 1996, hace ahora veinte años, Cruyff, quien descubrió poco después que el francés, entonces en el Burdeos, ya había firmado por un club italiano.

Johan lanzó sus dardos contra Núñez con una proclama que se hizo famosa: “El dinero tiene que estar en el campo y no en el banco” y el presidente le respondió con otra frase mítica: “Sus fichajes los podría hacer mi portera”.

Y la temporada 1995-96 fue transcurriendo con esa guerra sorda entre ambos con los medios de comunicación aliados en uno u otro bando. Y la hinchada alucinada de lo que se vivía…

EL FIN
Hasta que todo saltó por los aires. El 30 de marzo, el Barcelona ganó en Albacete y la derrota del Atlético en el derbi de la capital (1-2) le colocó a cinco puntos de los colchoneros con ocho jornadas por delante. Y el equipo de Antic aún debía visitar el Camp Nou.

“Es el momento. Ahora tenemos que ir todos juntos”, solicitó el entrenador holandés de un Barça que tres días después visitaba al Bayern Múnich en la ida de las semifinales de la Copa de la UEFA. Y en Múnich, bajo la nieve, se empató a dos. Fue el 2 de abril. El principio del fin.

Al cabo de una semana se jugaba la final de Copa, contra el Atlético en Zaragoza. Y un gol de Pantic, en la prórroga, sentenció el partido para los colchoneros. Aquella derrota dio munición a Núñez y a los enemigos de Cruyff para desacreditarlo sin disimulo y el equipo azulgrana lo acusó.

Tal es así que el 16 de abril, el Bayern, dirigido por Beckenbauer, devolvió visita en la Copa de la UEFA y venció por 1-2 para eliminar al Barça, que en un abrir y cerrar de ojos había pasado de soñar con el triplete a quedarse colgado de la Liga, con el Atlético de Madrid por delante y a punto de visitarle.

Y el 20 de abril el Atlético, liderado por un descomunal Caminero (a quien Cruyff había querido fichar y Núñez no), asaltó el Camp Nou ganando por 1-3 y sentenciando la Liga.

Con la temporada finiquitada antes de tiempo y sin nada que hacer, Cruyff se convirtió en la diana de Núñez, de sus directivos y de una parte de la prensa que cargó contra el holandés de manera absoluta, desacreditándole futbolística y personalmente, acusándole de dejadez y exigiendo un cambio de rumbo en la política deportiva del club.

Pidiendo, en pocas palabras, su destitución. Johan no calló y la guerra de declaraciones provocó que las siguientes semanas el ambiente fuera irrespirable, hasta que el 17 de mayo Bobby Robson fue descubierto en Madrid.

Núñez había cerrado el fichaje del entrenador inglés y un día después Gaspart fue al vestuario a decirle a Cruyff que al acabar la temporada dejaría el banquillo.

Lo que ocurrió ciertamente en ese vestuario aquella mañana del 18 de mayo de 1996 nunca se ha acabado de saber, pero Gaspart abandonó a la carrera las instalaciones después de despedirle de forma fulminante. Ya no volvió a sentarse nunca más en el banquillo del Barcelona.

El Barcelona-Celta del día siguiente incendió el Camp Nou, lleno de pancartas en apoyo a Cruyff y contra Núñez, que citó a los medios para lanzar un ataque descomunal contra el holandés.

Allí comenzó una guerra civil en el Barcelona que no acabaría hasta mucho tiempo después, cuando Laporta ganó las elecciones en 2003 y recuperó a Johan.

Cruyff, Johan Cruyff, ya era un personaje eterno para el barcelonismo.