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Leo Messi celebró coincidiendo con la final de Copa su partido 700 y lo hizo con la grandeza que merecía tal conmemoración. No pudo elegir un mejor escenario que ese Vicente Calderón en el que tantas veces brilló para liderar la victoria de un Barça que pasó del susto a la celebración. Porque con Messi, nada es imposible. La Pulga disputó su partido número 583 con el Barça, a los que suma 117 con la selección argentina, y cerró la temporada, discreta del Barcelona, con unos números descomunales puesto que se convirtió en el máximo goleador total: si concluyó la Liga con 37 dianas, se despidió también como mayor realizador de la Copa del Rey con 5 goles (igualado con el sevillista Ben Yedder) y a falta de la final de la Champions es el máximo goleador con 11 dianas, amenazando solamente Cristiano Ronaldo (10 goles) su trono. Messi ya suma 30 títulos con el Barça (como Iniesta) y ha ganado 20 de las 25 finales que ha disputado, desde la Supercopa de España con que se estrenó en 2006 frente al Espanyol, habiendo marcado 26 goles y siendo el hilo conductor a través del que se explica la mejor era de la historia del club azulgrana. El Alavés le resistió un buen rato al Barça. Más aún, pudo adelantarse en el marcador con un disparo de Ibai al palo y llegó, con un fenomenal disparo de Theo, a empatar el 1-0… Pero sucumbió a la voracidad y magnificencia competidora de Leo. Él marcó, en primera persona, el 1-0 con un disparo desde la frontal y muy ajustado al palo; él le regaló un pase mortal a André Gomes para que su centro lo rematase Neymar en el 2-1 y él, otra vez, asistió a Alcácer para que marcase el 3-1 después de una jugada mayúscula. Messi, simplemente, necesitó aparecer en momentos puntuales para sentenciar la final a favor de un Barcelona que acabó por venirle demasiado grande al Alavés, competidor empedernido pero simplemente inferior… Y que pagó su poca efectividad comparada con la del equipo azulgrana. Bueno, comparada, claro, con el ‘10’ del Barça.
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