Fútbol Americano
Jordi Blanco, ESPN Digital 6y

La noche que Coutinho se sintió como Evaristo

BARCELONA -- “Con un delantero como éste no sé para qué me han fichado… Quizás quieren que barra el vestuario”. La frase es de Evaristo de Macedo y la dijo el 1 de mayo de 1957, dos días después de su fichaje al Flamengo y tras ver desde el palco del viejo estadio de Les Corts cómo el Barcelona ganaba por 8-1 al Atlético de Madrid con siete goles de Eulogio Martínez.

Evaristo pudo aún ver en ese final de temporada cómo el Barça eliminaba al Real Madrid con un 6-1 en Les Corts en cuartos de final y como aplastaba con un global de 10-2 a la Real Sociedad antes de ganar la final por 1-0 al Espanyol.

El brasileño entró en acción la siguiente campaña y se ganó un lugar en la historia… Pero nunca olvidó aquel primer partido que vio en directo a sus futuros compañeros.

Así pudo sentirse este jueves en el palco del Camp Nou Philippe Coutinho, fichado como una auténtica estrella y que viendo el festival de sus nuevos compañeros no sería extraño que se preguntase para qué le ha fichado el Barça.

En un cuarto de hora la eliminatoria estaba sentenciada y en media hora el partido era un festival azulgrana. Entre Jordi Alba y Messi la banda izquierda fue una maravillosa autopista futbolística… Y el recién llegado pudo, perfectamente, peguntarse cuál debería ser su status en esa zona del campo, desde la que nacieron tres de los primeros cuatro goles en esa demostración de poderío.

A Coutinho se le vio sonreir sin disimulo en la zona noble del Camp Nou y entender que llega a un equipo que dio la sensación de ser una máquina perfectamente engrasada, en la que no importa que juegue Paulinho o André Gomes, denostado no hace tanto y que hasta arrancó aplausos de la hinchada.

Al futbolista más caro de la historia del Barcelona no se le ocurrirá imitar a Arda Turan y decir que tenía ganas de abandonar el Liverpool para no tener que correr tanto después de ver cómo el mismísimo Messi perseguía el balón como alma que lleva el diablo en una presión que recordó tiempos pasados y siempre añorados.

Dueño de los espacios y dueño del fútbol, el Barcelona sentenció con ferocidad su pase a los cuartos de final, con la hinchada, que volvió a no llenar más de un 60 por ciento de las gradas, entregada a sus jugadores. Coutinho escuchó como se coreaba su amigo Suárez, el mismo que ya le encontró casa cerca de la suya y que, probablemente, guiará sus primeras semanas en un club que espera mucho de él.

Tanto como él en primera persona. Feliz de integrarse a un equipo que le recibió con una auténtica exhibición futbolística. Como aquella tarde lejana de 1957, cuando otro brasileño llegó como un crack y ya antes de debutar entendió que se sumaba a un auténtico ejército de estrellas.

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