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Cristiano y Florentino: Una relación que inició rota

Cristiano Ronaldo ha forzado su salida del Real Madrid para poner rumbo a la Juventus de Turín tras concretarse el traspaso por 120 millones de euros (en Italia se maneja que pueden ser hasta 150). Un discreto 12% de los mil millones a los que ascendía la cláusula de rescisión fijada cuando aún “soñaba” con retirarse vestido de blanco.

Con ello concluye la larga lucha de poder entre el jugador y la directiva encabezada con Florentino Pérez que inició prácticamente en el momento en que puso un pie en el Santiago Bernabéu a su llegada en julio de 2009 y que subió de tono hasta llegar a un la ruptura total.

Aunque fue Florentino Pérez quien cerró su fichaje en junio de 2009 por lo que entonces resultaba una cifra estratosférica (96 millones de euros), fue su antecesor, Ramón Calderón, quien empezó a allanar el camino a su llegada un año antes.

Y ni el directivo ni el jugador lo olvidaron. Tres años después, y con Cristiano Ronaldo ya encumbrado en ídolo merengue, vino el primer encontronazo público en que el jugador dejó patente que le tenía tomada la medida a su directiva. Fue en septiembre de 2012. Cristiano Ronaldo iniciaba la temporada lamiéndose las heridas pues a pesar de haber marcado 46 goles en la campaña, perdió el ‘Pichichi’ ante Lionel Messi, que impuso el récord de 50 goles en una temporada de Liga.

Era la segunda ocasión en que el luso veía pasar de largo el título de goleo. Real Madrid, que defendía el título de Liga conquistado la campaña anterior, llegaba a la tercera jornada liguera sin conocer la victoria. Ronaldo contribuyó con un doblete para vencer por 3-0 a Granada, pero no celebró.

"Estoy triste por un tema profesional y en el club lo saben, por eso no celebro los goles, porque no estoy feliz", dijo apenas terminar el encuentro tomando ventaja en la negociación para renovar su contrato.

Pero pasó un año antes de que el primer gran chantaje público de Ronaldo diera resultado, pues no fue hasta septiembre de 2013, y tras un tenso verano de especulaciones con su posible marcha del club, en que Cristiano firmó su primera renovación por tres años más, hasta 2018, y un sueldo de 16 millones de euros que lo convertían en el jugador mejor pagado del mundo. Sin embargo no fue esa la única exigencia de Cristiano.

La directiva había cedido en el punto más importante de la negociación del jugador: un mayor porcentaje en las ganancias por derechos de imagen. Cristiano no volvió a expresar “tristeza” en un buen rato.

Había ganado la primera batalla y se fortaleció tras la conquista de la ‘Décima’ en 2014 tras una temporada en que el jugador impuso el récord de máximo goleador en una campaña de Champions League con 17 tantos, y en cinco temporadas había dejado atrás a Santillana en el ranking de goleadores de la institución para colocarse cuarto con 252 dianas.

Pero tras un 2015 crítico en que Real Madrid acabó sin títulos y pasó seis meses en crisis bajo la guía de Rafa Benítez, volvieron las amenazas. Los temores de una posible escapada. La “inconformidad” del buque insignia. La directiva no quería dar su brazo a torcer tan fácilmente, pero entonces llegó la ‘Undécima’ en Milán, el primer título de Champions League con Zinedine Zidane al frente y en que Cristiano había vuelto a dejar una cuota de 16 goles. La Eurocopa conquistada con Portugal.

Además hacía rato que había superado a Raúl (323 goles) como máximo goleador de todos los tiempos de la institución, sumaba ya dos Balones de Oro como merengue (tres en total) y partía como favorito a ganar uno más a finales de 2016 (y acabó ganando).

El club tuvo que volver a ceder.

Cristiano, a los 31 años, firmaba un contrato inusual con el club merengue para alguien de su edad: su vínculo quedaba extendido hasta 2021 y su sueldo, según ha trascendido, podía alcanzar hasta los 27 millones de euros sumando primas por objetivos individuales y colectivos.

Fue entonces cuando dijo que se quería retirar como merengue y que era “su penúltimo contrato”.

“Este no es mi último contrato con el Madrid, que quede claro. Quiero jugar hasta los 41 años”, señaló tras su renovación. Ese amor a los colores solo alcanzó para un año de relativa paz. Al verano siguiente, 2017, estalló el escándalo que marcó, realmente, el principio del fin.

Fue acusado de defraudar a Hacienda con 14,7 millones de euros tras desviar hasta 150 millones en ganancias por derechos de imagen. El jugador amenazó a través de la prensa de su país con “marcharse de España” al considerar que gran parte de la culpa recaía en el club, que además no le había defendido como en Barcelona arroparon a Messi en su momento.

Pero había más: Cristiano Ronaldo, clave como nunca antes en la conquista del segundo título de Champions League consecutivo en la ya extinta era Zidane, se había visto rebasado por Lionel Messi (en Barcelona) y Neymar (en el PSG) como los mejores pagados y reclamaba otro aumento.

El chantaje, que tan bien le había funcionado durante ocho años, esta vez no surtió efecto a pesar de sus números y arrastre mediático.

En el club, viéndose por una vez con la carta ganadora, lo dejaron pasar – aunque con cierta cautela, pues al menos cuidaron las formas al ponerse en contacto con su gente. Llegados a 2018, Cristiano volvió a amenazar. Y esta vez ni siquiera dio para que la directiva levantara el teléfono para “tranquilizar” al jugador.

Florentino Pérez fue cada vez más reacio a cumplirle el capricho – que además sentaba un mal precedente – y aun así se aventuró a realizar una última oferta por 30 millones de euros. Pero ni la cifra satisfizo a Cristiano, ni el presidente quiso ceder más terreno.

Y en ese estira y afloja la cuerda acabó por romperse definitivamente. Ni dos minutos después de concluir – literalmente – la temporada, Cristiano Ronaldo dejó escapar una despedida. “Ha sido muy bonito jugar en el Real Madrid”, dijo, aún en la cancha del Olímpico de Kiev, tras conquistar su tercer título de Champions League consecutivo.

Florentino Pérez contraatacó con firmeza. Le abrió la puerta y le dio las gracias para poner fin a años de chantaje y manipulación del jugador y sus agentes.