Fútbol Americano
Paola Núñez | ESPN Digital 6y

Real Madrid gana por 3-1 a Milán en Trofeo Santiago Bernabéu

Una gélida sonrisa de Gareth Bale dio la bienvenida a la nueva temporada. Festejó sin celebrar cuando en la recta final del primer tiempo puso el segundo tanto en la victoria por 3-1 del Real Madrid sobre el Milan en el Trofeo Santiago Bernabéu, partido amistoso con que Julen Lopetegui y sus hombres se presentaron ante su afición.

Un ‘nuevo’ Real Madrid, que intenta, sin mucho éxito, cambiar el perfil megalómano con operó durante nueve años de reinado de Cristiano Ronaldo por la timidez de Gareth Bale. Y la sobriedad de Julen Lopetegui, que huye de los fuegos artificiales. Que prefiere un equipo serio antes que las jugadas excesivamente adornadas que no llevan a nada.

Funcionó para resolver el partido en los primeros 45 minutos en que vieron acción los hombres que posiblemente disputarán la Supercopa de Europa frente al Atlético de Madrid el próximo miércoles.

Alcanzó para dar un inicio esperanzador a la ‘nueva era’. Pero no para llenar la sensación de vacío.

Benzema volvió a marcar en el Bernabéu quitándose pronto el peso del ‘9’ que lleva en la espalda. Al primer minuto abrió el marcador con un golazo de cabeza a un pase cruzado de Dani Carvajal. También Gonzalo Higuaín, que respondió con el 1-1 parcial para el Milan tres minutos después con un disparo desde fuera del área al que no llegó Keylor Navas, producto de un pésimo rechace del tico, que pudo haber jugado su último partido como titular en el Bernabéu mientras Thibaut Courtois seguía el partido desde el palco.

Madrid se sumió después en una serie de intentos fugaces e infructuosos, la mayoría de Asensio e Isco, mientras Marcelo buscaba un rematador que ya no tiene para sus centros al área.

Hasta que Gareth Bale por fin se encontró con una oportunidad del mismo modo con que se ha encontrado con su nuevo papel de estandarte. De rebote. Un balón perdido en un contrarremate tras un cobro de esquina que le quedó a modo para fusilar a Donnarumma.

Al galés le alcanzó para sonreír mientras sus compañeros se abalanzaron para abrazarlo y poco más.

A la afición, para pensar que es posible vivir relativamente a salvo sin magia o bicicletas. Pero tanto se empeñó el Real Madrid en eliminar cualquier rastro del ‘7’, que su ausencia se hizo más obvia. El Bernabéu se sumió en un pesado silencio que solo se rompió en la recta final, cuando empezaron a sonar las ovaciones gratuitas a Modric (producto del miedo), cuando Vinicius saltó a la cancha para jugar su primer partido como merengue y con una que otra floritura emocionó a su nueva afición, y cuando Borja Mayoral puso el 3-1 definitivo.

A Gareth Bale se le ha conferido forzadamente el papel de estandarte. Pero ni ha tenido tiempo para acostumbrarse al peso, ni ha caído con naturalidad entre la afición, más preocupada por darle cariño al croata desde el momento en que saltó a calentar, que en celebrar al que les intentan vender como nuevo héroe. Aunque lo sea, después de 'esa chilena' que valió un título de Champions.

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