Fútbol Americano
Raphael Honigstein | Escritor alemán 6y

La historia y los trofeos muestran a Guardiola y a Klopp en diferentes niveles

Podría olvidar a Pep Guardiola por burlarse en secreto de toda esa charla sobre la competencia personal con Jürgen Klopp antes de la visita del Manchester City al Liverpool el domingo.

¿Una rivalidad? Seguro, el alemán tiene mejor récord en los enfrentamientos directos en trece juegos previos. Pero en términos de la títulos ganados, Klopp no puede pretender estar en la misma página. El último de sus tres grandes trofeos (dos campeonatos Bundesligas y una Copa de Alemanial) se remonta a 2012, mientras que el dos veces ganador de la Champions League de Sampedor está para ganar su octavo título de liga en diez años como entrenador.

En Alemania, la llegada de Guardiola al Bayern Munich en 2013 coincidió con la pérdida de terreno de Borussia Dortmund con la salida de jugadores y lesiones que empezaron a morder y los rivales encontraron formar de bloquear el juego del BSB. Los hombres de Klopp aún podían ganar un extraño juego ante los bávaros (su magnífico Umschaltspiel, es decir, la transición) explotó implacablemente la más mínima de las fallas en el juego de alto poder del Bayern -pero no es una coincidencia que la victorias se Klopp se produjeran en la Supercopa al principios de la temporada, cuando los hombres de Guardiola no estaban en su mejor momento-.

Ninguna de esas derrotas realmente hirió a Guardiola. El enfoque de aceleración total de Klopp casi había completado sus siete años en el trabajo y su escuadrón Borussia, exhausto y agotado, ya no estaba en posición de desafiar a su país o al extranjero.

Los jefes de Suabia y su club eran mejores que el Bayern, con dos de sus mejores jugadores: Mario Götze y Robert Lewandowski. Pero la hostilidad nunca se derrama en los vestidores. Guardiola y Klopp permanecen educados y justos en sus relaciones mutuas. Sus diferentes antecedentes futbolísticos y de entrenamiento, así como sus diferentes filosofías, parecen ser diferentes entre sí, incluso si la falta de un terreno común o una conexión emocional ha impedido su relación más allá de lo meramente colegial.

El desequilibrio financiero y cualitativo entre los dos equipos, que se traspasó a la Premier League en 2016, con el mismo resultado. Ningún otro equipo le ha complicado al Manchester City como el Liverpool en las dos últimas temporadas, que culminó con dolorosa eliminación de la Champions League en los cuartos de final esta primavera. Sin embargo, la vulnerabilidad inherente del enfoque de Guardiola al juego vertical de Klopp de alta presión y vertical no ha cambiado la dinámica hasta el momento.

La misma táctica que han hecho que el City pierda algunas batallas ante el Liverpool, su propia kryptonita futbolística, les han ayudado a ganar la guerra en la temporada 2017-2018. El sofisticado juego de pases del City y el equipo increíblemente talentoso han producido resultados mejores y más consistentes, con el campeonato con 100 puntos como su mayor logro.

Klopp cree que su equipo es capaz de romper el dominio de Guardiola en la campaña actual. Su Liverpool ha hecho grandes avances en todas las áreas del campo, a pesar del contratiempo que sufrieron ante el Nápoles a media semana, no sería una gran sorpresa si el domingo emboscaran la brillantez de los campeones con ataques de guerrilla.

El peligro de que la historia se repita debe ser lo suficientemente claro para que Guardiola considere al menos las medidas más dramáticas: un retiro hacia un enfoque más pragmático.

"El éxito sin jugar como te gusta jugar no significa nada para mí”, reiteró no hace mucho. Pero en el Bayern sintió dos veces la necesidad de comprometer sus propios principios cuando se enfrentó a Klopp, su enemigo táctico. En su primer partido fuera de casa en la Bundesliga en Dortmund, eludió la presión del equipo con Javi Martínez, quien cazó balones en el campo como un ingenioso “falso diez” antes de matar al BVB con algunas sustituciones en la segunda mitad. Él ganó 3-0 de esa manera.

Más tarde esa temporada, en la final la Copa de Alemania del 2014, el Bayern, con poca moral y números, jugó un partido sin vergüenza, absorbió la presión para salir con una victoria afortunada de 2-0 en tiempo extra. Lograr que Guardiola abandone temporalmente sus ideales fue una victoria pírrica para Klopp. Él prefiere que el español juegue su juego habitual en Anfield, sin duda, y obtenga una victoria a cambio.

Independientemente del resultado de este emocionante enfrentamiento de dos estilos opuestos pero igualmente agradables: yuxtaponer lo medido con lo frenético y lo metódico con lo explosivo -el mayor desafío de ambos entrenadores es que se vuelvan un poco más el uno del otro, irónicamente-.

Mientras que las ambiciones del título de Klopp requieren una mejora continua del juego de posesión y combinación del Liverpool, Guardiola a su vez haría bien en enseñar a sus jugadores a prosperar sin el balón de vez en cuando y también a perfeccionar sus habilidades de gestión. Sin el fuerte vínculo emocional que disfrutó con su equipo en Barcelona -donde los jugadores se comprometieron plenamente con él y sus ideas- el sueño de dominio total en el Etihad será mucho más difícil de lograr.

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