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Silvio Berlusconi, alejado del protagonismo, cumple 80 años

BARCELONA -- Silvio Berlusconi cumplió 80 años de edad este jueves apartado de un escenario que, desde su eclosión en 1974, ocupó de forma continuada. "En toda mi vida nunca pensé en la edad. Al contrario, siempre viví como si tuviera 40 años, pero llegó la enfermedad y, con la operación, tomé conciencia de que soy un hombre de 80 años".

Esta simple confesión, en la única entrevista que ha concedido a la revista Chi, de la cual es propietario a través de Fininvest, desvela el cambio de quien llegó a ser personaje más poderoso de Italia y mandatario más envidiado de Europa. "Miro de modo incierto a lo que puede ser mi futuro", afirmó, colocando al frente de su vida a la familia. "Estaré más con las personas que quiero".

Berlusconi, conocido como 'Il Cavaliere', apareció en el plano mediático cuando en 1978 fundó Canale 5, a partir del cual asentó un poderoso imperio periodístico con el que primero acabó con el monopolio de la cadena pública RAI y después, entrando en la prensa escrita, llegó a dominar el escenario de los medios en todo el país.

Pero más allá de su fortaleza mediática y antes de que los escándalos con velinas, populismo político que le hizo caer como primer ministro de un país que llegó a abocarse a la bancarrota o fuera condenado por fraude fiscal, Berlusconi fue el primer presidente-propietario de un club de futbol cuya popularidad y grandeza transformó fronteras en Europa.

AL MILAN... DESDE EL INTER
Berlusconi quiso en 1978 comprar el Inter de Milán y volvió a intentarlo a finales de 1985. Sus pretensiones no llegaron a concretarse y de forma imprevista, a principios de 1986, fijó sus ojos en el Milan, que adquirió oficialmente el 20 de febrero de 1986.

En aquel momento el club pretendía dejar atrás los escándalos que habían motivado su descenso administrativo por la compra de partidos en 1980 y su pérdida de potencial que le llevó a descender otra vez en 1982. Y lo primero que hizo fue traspasar los fondos suficientes con el objetivo de potenciar la plantilla.

En el verano de 1986 fichó a Galli, Donadoni o Massaro, y tras la llegada de Arrigo Sacchi al banquillo incorporó a Costacurta, Ancelotti... Y Gullit y Van Basten. El gran Milan estaba en ciernes.

Apoyado en el trabajo sordo y efectivo de Adriano Galliani, Berlusconi convirtió al Milan en el mejor club de Italia y lo condujo a la grandeza europea, donde se mantuvo durante más de dos décadas a la vez que su popularidad se catapultaba en todo el país y su nombre era envidiado en todo el continente.

Inasequible al desaliento y, más aún, retador a cualquiera que le hiciera frente más allá de San Siro, Berlusconi alcanzó la jefatura del gobierno italiano en 2001, en lo que se intuyó como la llegada al trono definitivo. "El mundo en sus manos", llegó a escribirse, como un aviso, en los medios que no controlaba... Pero creerse intocable comenzó a significar su caída.

Bajo su gestión el Milan conquistó ocho veces el Scudetto y cinco la Champions, hasta que la eclosión de grandes fortunas en los clubes ingleses coincidió con la pérdida de músculo financiero de sus propias empresas. Todo ello provocó que el club rossonero, campeón por última vez en 2011, desapareciera de un escenario al que no ha conseguido regresar y, "por amor al club", en agosto de 2016, decidió su venta.

MELANCOLÍA
Apartado ya del primer plano, Silvio Berlusconi transmite hoy, en el día de su 80 cumpleaños, la imagen de un anciano melancólico y volcado en su familia. "Estaré más con las personas a las que quiero. Como hice este verano. Cinco hijos y diez nietos te convierten en un patriarca. Y así es como yo me siento", desveló en esa entrevista en la que admitió un pesar.

"Sólo me arrepiento de no haber podido trabajar por el Milan como me hubiera gustado", sentenció. Ya nadie recuerda cuando acudía a San Siro... Para apoyar al Inter del que quiso ser presidente antes de abrazar la fe rossonera.

De hecho, ya ni parece acordarse, ni él ni nadie, de quien fue durante cerca de 40 años uno de los personajes capitales en la historia política de Italia y del futbol en Europa.

Porque antes de Abramovich, de los cataríes, árabes o chinos, existió Silvio Berlusconi, quien vio caer a su lado a un Bernard Tapie que pretendió en Marsella tomar su ejemplo en Milán. Pero el francés nunca tuvo ni la agilidad ni los colaboradores que sí disfrutó el italiano en aquellos años.

En 2016, sin embargo, todo son recuerdos. "No me arrepiento de nada", concluyó en la entrevista. Quizá trasladando la impresión de ser una suerte de Padrino consciente de estar en la última etapa de su vida.