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Un cabizbajo Tomás Boy se marcha en silencio de la cancha del Azul

MÉXICO -- Tomás Boy se fue en silencio, entre las frías e inertes gradas que un día adornaron sus arrítmicos pasos de baile; lo hizo con la cabeza baja y el orgullo herido, impotente como él solo.

El 'Jefe' se marchó sin palabra alguna, maletín en mano y escoltado en el andar; desfiló sobre el césped del Estadio Azul a paso cansino y con una eliminación a cuestas, otra más sobre los hombros y tan pesada que le venció.

No hubo despedida. El adiós no salió de su boca, no frente a la prensa pero sí en el vestuario; escapó uniformado con un gris al tono de sus canas, abundantes y en desarrollo desde hace más de un año, cuando llegó a Cruz Azul aún con la sonrisa tatuada.

El fracaso contra Puebla fue el detonante, se reunió con la directiva y puso la renuncia sobre la mesa, un poco por vergüenza y otro tanto ante la presión, inagotable en una Máquina hoy enfilada al fracaso, el que se repite sin cesar desde hace cinco torneos.

El club celeste cerró un nuevo proceso, que culminó con la temblorosa voz del Yayo de la Torre y un mensaje que caló al orgullo, hoy en busca de un nuevo salvador en tiempos de desolación.

Como si nada pasara, el 'Jefe' posó para una ultima foto sobre el medio campo, invaluable por su significado y el momento capturado. El rompimiento fue consumado y se selló bajo un túnel, que da a la Plaza de Toros y a la espera de una nueva faena.