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VAR: La decision humana, al banquillo

MÉXICO -- En España acaba de explotar también la bomba de la sospecha. El domingo pasado, el partido entre el Barcelona y el Leganés se mantuvo empatado durante 71 minutos, hasta que Luis Suárez puso el marcador 2-1. Mientras el balón estaba en el fondo de la red, Cuéllar, el arquero del Leganés, reclamaba una falta del uruguayo. Ante la duda, el cuerpo arbitral no quiso revisar la polémica jugada en el VAR.

Hasta ahí, la cruz parece cotidiana entre la lista de imperfecciones de la tecnología arbitral. Pero la sospecha fue más allá. La transmisión española no utilizó (o no quiso utilizar) en sus resúmenes de la jornada, la imagen que aclaraba que, en efecto, hubo falta del delantero. Eso se supo hasta un día después, cuando la cadena BEIN USA envió una toma que reveló que el uruguayo no tocó el balón y sí la mano del guardameta.

Las preguntas llegaron, como un espejo de lo que sucede en México: ¿Por qué no se quiso revisar en el VAR?, ¿Por qué la Liga no puso al aire las repeticiones que aclaraban la falla de los árbitros? ¿La tecnología cuida a los equipos de renombre? El prestigiado periodista español Alfredo Relaño tituló su columna como: “Misterio VAR, ¿quién vigila al vigilante?, mientras en las páginas interiores del periódico que dirige había acusaciones más graves: “No solo se demuestra que hubo falta de Luis Suárez, sino que desvela oscurantismo”.

La molestia se une a lo que sucedió en la Liga MX ese mismo domingo. Después de siete minutos de revisiones, la decisión de los árbitros creó controversia en los aficionados del Chivas vs Toluca. Las explicaciones para no marcar como legítimo un gol en el que el balón rebasó la línea fueron muchas: “no existió la toma adecuada”, “no había evidencia suficiente”... y muchas más. Lo que es cierto es que el VAR no respondió a las exigencias por las que fue creado: dar una certeza de justicia en el campo.

Durante mucho tiempo, la velocidad del juego o un ángulo equivocado para apreciar las jugadas eran las determinantes del error. O eso era lo que se decía, pero hoy juegan otros factores. En primera instancia, el VAR se ha encontrado con el ego de los árbitros, que prefieren mantener una decisión dudosa, antes de confirmar que su apreciación inicial había sido equivocada.

La segunda es más grave. En una cabina, un grupo de árbitros, con monitores de alta tecnología a su disposición, juzgan la polémica arbitral en cámara lenta. La regresan. La vuelven a apreciar. Ponen pausa en el momento justo... Y aun así, toman decisiones equivocadas. Es ahí donde llegan de nuevo las preguntas: ¿es desconocimiento del reglamento o hay otros intereses detrás de la decisión final? El futbol tardó mucho tiempo en cambiar. Hijo de un país conservador, cuidó su esencia original por mucho más de un siglo y se negó a la tecnología. Las pausas iban a romper la dinámica del juego, argumentaban los románticos detractores. Se rehusaban a la inclusión del VAR. Decían que el futbol tenía que vivir con sus imperfecciones. A pesar de eso llegó la revolución. Sin embargo, no es lo que se pensó de inicio: la tecnología abrió la puerta a que el error sea pensado. Hay siete minutos para diseccionar una jugada y, aun así, es posible tomar la decisión equivocada. El “error” se vuelve entonces en hijo de un acto más consciente; a veces, incluso, puede ser llamado dolo. La tecnología ha hecho que la decisión humana esté en el banquillo de los acusados. Y eso hace que el futbol sea todavía más imperfecto.