Fútbol Americano
Gabriele Marcotti 2y

La inesperada derrota de Italia contra Macedonia del Norte es la razón por la que amamos este deporte

Es como el viejo chiste de los autobuses: esperas horas por uno y luego vienen dos juntos. Excepto que al revés. Italia pasó 60 años sin perderse un Mundial, y ahora, tras la derrota del jueves en el repechaje ante Macedonia del Norte (1-0), se ha perdido los últimos dos autobuses al espectáculo más grande del mundo.

Puede resultar chocante que el equipo que ganó la Eurocopa hace tan sólo ocho meses, el equipo que, antes del jueves por la noche, sólo había perdido uno de sus 39 partidos anteriores (marcando un invicto récord en el mundo en el camino) haya quedado afuera contra Macedonia del Norte (población: 1,83 millones, ranking FIFA: 67), pero esa es la naturaleza básica de este deporte y, en concreto, de las eliminatorias mundialistas. (Al menos así es en Europa, que tiene 13 plazas de clasificación).

Suponiendo que la suerte no te acompañe, tienes cierto margen de error. Puedes meter la pata una, dos o tres veces... y luego pagas el precio.

Italia habría superado su grupo sin problemas, llevándose 22 de 24 puntos posibles, y habría visto este repechaje por televisión de no haber sido por tres errores garrafales cometidos en tres partidos que dominaba cómodamente: los penales errados contra Suiza de local y visitante, y el gol tonto que le cedió a Bulgaria. Tres victorias que se convirtieron en empates: si cualquiera de ellas hubiera terminado en triunfo, no estarías leyendo esta columna en este momento.

Aun así, controlaban su propio destino contra Macedonia del Norte. Y volvieron a crear muchas ocasiones (32, 19 remates bloqueados) y dominaron la posesión (70%), pero no lograron meterla en la red antes de que el rival marcara un gol en tiempo añadido.

Así es el fútbol.

Y es parte del atractivo de este deporte: los goles son escasos, y el resultado a menudo depende de momentos que tienen una importancia desmesurada. Esto significa que Macedonia del Norte puede jugar de visitante contra el campeón de Europa, que nunca ha perdido un partido de eliminatorias mundialistas de local, sin su mejor jugador (el suspendido Elif Elmas) y ganar con un plan de juego que consistió en una defensa firme y un improbable golazo en tiempo añadido. Es el dramatismo que anhelamos.

¿Qué significa para el fútbol italiano? Significa una nueva ronda de sinsabores tras la debacle en las eliminatorias para el Mundial 2018 contra Suecia. Significa vergüenza y dolor que la Eurocopa 2020 mitigará sólo en parte. Es un poco como comer helado cuando tienes piedras en el riñón. Sabe bien, claro, pero sigue doliendo mucho ahí abajo.

Pero esto es lo que no significa: Aunque suele ser la reacción instintiva de los medios de comunicación y de los comentaristas, no significa que Roberto Mancini deba perder su trabajo. No es una de esas situaciones en las que la gente pueda señalar errores evidentes: jugadores que no fueron convocados y que deberían haber estado ahí, cambios que fueron un fracaso, formaciones que no funcionaron.

Tampoco debería significar que, de repente, debido a este resultado, Italia está avanzando en la dirección equivocada. Estas cuestiones no dependen de un penal errado (o dos en este caso). Se evalúa la salud de un sistema de desarrollo nacional valorando el fútbol que juega y los jugadores que produce.

Lo primero ha cambiado definitivamente para mejor. Los días de Italia en el fondo, absorbiendo presión e intercalando goles en el otro extremo han quedado atrás. Son muy pocos los equipos exitosos que juegan de esa manera (tanto en el nivel de clubes como en el internacional) y Mancini no sólo ha cambiado esa mentalidad, sino que además ha hecho que la misma tendencia siga con los entrenadores más jóvenes en la Serie A y la Serie B. intentan emular a Jurgen Klopp y Pep Guardiola, no a los hombres de ayer del mega-catenaccio.

En cuanto a lo segundo – la producción de jugadores – hay que aclarar dos puntos. Primero, es lo que llamas un indicador retrospectivo. Los efectos de los cambios que hagas hoy – en cuanto al entrenamiento juvenil, el desarrollo, la infraestructura – no se van a sentir hasta dentro de 10 años. Se implementaron muchos cambios después de la salida de Italia en la primera ronda en el Mundial de 2014 y, nuevamente después de la debacle de 2018. Algunos de esos cambios están comenzando a dar frutos en la forma de jóvenes promesas. Algunos de ellos lo lograrán y quizá algunos de ellos no funcionen nunca. Pero tengan en cuenta que cuando se juzga una generación actual y cómo ha surgido, siempre tienes que mirar al pasado.

Segundo, hay cierto grado de aleatoriedad en esta cuestión cuando hablamos de talento.

Cuando Italia ganó la Copa del Mundo en 2006, el grupo de delanteros de Marcello Lippi incluyó a Alessandro Del Piero, Francesco Totti, Pippo Inzaghi, Luca Toni y Alberto Gilardino – algunos de los mejores delanteros italianos de todos los tiempos que pasaron la mayor parte de sus carreras en clubes importantes compitiendo por grandes trofeos. Las opciones de Mancini contra Macedonia del Norte, fueron, con respeto, Ciro Immobile, Lorenzo Insigne, Domenico Berardi, Giacomo Raspadori y Joao Pedro. Debería haber sido más que suficiente para ganar el jueves, pero de todas maneras no es el ataque estelar de equipos pasados. Y, en especial para un equipo que exige la pelota y hace miles de disparos, contar con una súper estrella puede hacer la diferencia. A veces hay que aceptar el hecho de que los talentos generacionales – tal como lo implica el nombre – nacen, no se hacen.

Tal vez la verdad sea un poco más simple y también un poco más aburrida. Italia no era el mejor equipo en Europa cuando ganó la Euro 2020, pero de todas maneras mereció ganarla porque, durante un mes, hicieron el mejor fútbol sin contar con los mejores jugadores. Y no son un peor equipo que Suiza (que irá al Mundial) y Macedonia del Norte (quienes, si es que Cristiano Ronaldo se los permite, podrían sumarse a ellos en Qatar), pero debido a que los jugadores individuales cometen errores en los momentos críticos, a veces merecen quedar afuera.

De cualquier manera, la dirección que ha tomado Mancini es la correcta. Al menos 12 años pasaran entre su último partido en el Mundial (el de 2014 en el que Luis Suárez mordió a Giorgio Chiellini en Brasil) y el siguiente (2026). Pero si continúan por este camino, pueden llegar a volver con más fuerza.

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