Fútbol Americano
Alejandro Caravario 8y

La Selección abandonada

BUENOS AIRES --  La indiferencia por el equipo que irá a los Juegos motivó la renuncia de Martino.

La Selección argentina debe debutar en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro en menos de un mes y el plantel ni siquiera está confirmado.

Luego de la frustración de la Copa América Centenario, la cita olímpica, en la que Argentina obtuvo dos veces el oro, se presenta como una posibilidad de revancha.

Pero el caos del fútbol local no lo permite. Acéfala de hecho y objeto de tironeos entre el poder judicial, la FIFA y los dirigentes que pretenden reformular un plan de negocios que consideran anacrónico, la entidad que debería regir el fútbol no toma ninguna decisión.

A punto tal que el presidente del COA, Gerardo Werthein, puso en duda la participación del seleccionado y repartió duras críticas hacia el “abandono” de la AFA.

Ante semejante panorama, en el que quedó aislado y sin respaldo institucional para su tarea, el entrenador Gerardo Martino renunció.

Una consecuencia previsible que no se debe a resultados magros ni a un trabajo insatisfactorio del DT sino al vacío que se produjo en la AFA.

Brasil, histórica potencia que ganó cinco Mundiales pero nunca una medalla de oro, apuesta fuerte y lleva nada menos que a Neymar al campeonato de agosto.

A pesar de que la selección mayor atraviesa una crisis, Brasil no subestima los Juegos, a celebrarse en su propia tierra, como reivindicación factible. Podría hablarse de una decisión estratégica. De cuál es la manera de potenciar –reposicionar, en este caso– el fútbol de una nación.

Por más que en los Juegos el plantel sea mayoritariamente juvenil, la que se expone es la camiseta de una selección y de una federación. Y no se trata de un torneo vecinal, sino de la competencia deportiva más importante del mundo.

En la Argentina, como lo demuestra la pelea de gatos entre dirigentes, las prioridades son muy diferentes. Con Daniel Angelici a la cabeza, a las autoridades de los clubes grandes sólo las obsesiona poner en marcha un nuevo reparto de ingresos que favorezca precisamente a la elite más poderosa. Su norte es exprimir de una manera más conveniente el producto fútbol, según ellos mal explotado en la actualidad.

La Selección les importa poco y nada, en especial si se habla de un campeonato que estos dirigentes consideran de segundo orden o ni siquiera consideran. ¿Se tomarán el trabajo de pensar en un sucesor de largo aliento para Martino o saldrán del aprieto improvisando? River, Boca (Independiente amagó) siguen los pasos de sus pares europeos y niegan sus futbolistas a la Selección. Debilitan el equipo nacional en defensa de sus propios intereses inmediatos. Aunque conducen sociedades civiles sin fines de lucro, sólo pueden ver el fútbol como un negocio a aprovechar intensivamente en el corto plazo.

Tener una política de selecciones no es un gesto de nacionalismo deportivo, sino un modo de defender la marca Argentina. Si nuestro fútbol tiene su prestigio bien ganado –y sus futbolistas cotizan entre los mejores– se debe en buena medida al nivel constante de sus selecciones. Un equipo nacional que sucumbe, antes que a los rivales, a la indolencia de sus propios dirigentes, no es una señal favorable para nadie.

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