Fútbol Americano
Washington Cucurto 8y

Mil gotas y un empate

BUENOS AIRES -- El frío me mata. Una ráfaga de viento y grandes gotas de lluvia no me deja avanzar. No veo ningún taxi cerca, ningún colectivo. De pronto aparecen frente a mí, mil gotas de lluvia, algunas son de colores porque están mezcladas con el barro de la calle, el blanco de las nubes o el hollín de los balcones altos. Me envuelven una tras otra como si fuesen partículas de un ente invisible.

¡Me alzan! Ahí mismo, en la esquina de Canning y Córdoba, no hay nadie en la calle y de pronto quedo flotando, llevado por el impulso de las mil gotas de agua. ¿Hacia donde se llevan? ¿Qué quieren de mí? No sé, pero pronto lo sabré. Veo que pasamos por encima del puente de J.B. Justo, la terraza de la librería Eterna Decadencia es de vidrio y puedo ver a gente reunida. Varios poetas leen sus poemas.

¿A donde me llevan? El viento me pega cada vez más fuerte en la cara y se adueñó de mi bufanda. ¡Estoy solo en el partido de los astros! Volamos tan alto que ya estamos a la altura de un globo aerostático, de esos que tienen grandes publicidades. Casi debajo de las nubes, las mil gotas me protegen para que no me caiga hacia ningún lado. El globo aerostático tiene una gran pantalla de televisión que anunca publicidades. Pero está vez están pasando el partido de fútbol.

Hay un paso entre lo horrible y lo maravilloso. De pronto, el día se presentaba horrible y ahora se vuelve maravilloso. Estoy en el aire, a miles de metros de altura. La ciudad se ve pequeñita desde arriba. A lo sumo, puntitos incandescentes, que son casitas, allá abajo. Arriba, no sé por qué, pero llueve menos.

Las mil gotas arman la forma de un gran sofá, muy cómodo. Y luego hacen la forma de un sandwich de milanesa y un refresco y me colocan en mis manos. Estoy ubicado frente al televisor del globo aerostático.

Argentina juega en Venezuela, uno de sus partidos mas complicados. Messi no juega, pero hay uno parecido a él, Ever Banega , que hace de las suyas. Pero Venezuela está viviendo un momento jodido y necesita ganar el partido, necesita puntos y necesita un golpe anímico.

Las mil gotas comienzan a sacudirse y cambian de colores como si fuesen luces. Me advierten. ¡Argentina va perdiendo 2 a 0! Venezuela es el último de la tabla de posiciones. Pero juega y obliga al equipo del Patón Bauza a salir jugando.

De pronto, las mil gotas se aburren del partido y comienzan a descender. Descendemos miles de metros, casi hasta llegar a la vereda de Canning y Córdoba. Estaba lindo el partido en el cielo. Pero fueron apenas unos minutos.

Pasé por la puerta de un bar y muchos miraban el partido. Argentina ya había empatado dos a dos. Y la gente salía a la calle, super abrigada, protegida con paraguas e impermeables.

Yo estaba sequito, las mil gotas también me habían servido de techito.

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