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Del desengaño al amor, la historia de Tomás en Panamá

Los aficionados de Panamá ya estaño listos para el juego ante México. Getty

CIUDAD DE PANAMÁ -- Tomás es mexicano. Maneja un Uber. Y este martes se tiñe de rojo. De rojo absoluto.

Lo explica: “Tengo que elegir entre una selección que quiere ser grande, pero siempre ilusiona y siempre decepciona, como la de México, y otra que empieza su historia, que crece. Entonces, elijo a Panamá. He sufrido ya muchas decepciones”.

Chiapaneco de nacimiento. Hijo de panameño y mexicana. Se avecindó en Panamá. Por su esposa y con su esposa. Por sus hijos y con sus hijos.

Es fanático de Chiapas. Y durante años defendió a muerte al Tri, hasta que las inclemencias del Tri hacia su gente le hicieron cambiar de camiseta. No de bandera, no de patria, no de sangre, sólo de camiseta.

Sin embargo, Tomás relata la historia a este reportero, con dos testigos, Iván Cañada y Tom Marshall, ambos, también, reporteros de ESPN.

Este martes sabe que tendrá el corazón fracturado. La sangre de la pasión dividida. Envenenada por la duda. “México jugó muy bien ante EEUU y gozamos mucho es victoria, y puede ganarle a Panamá, pero la selección está mejor que nunca con El Bolillo Gómez. Creo que ganará… Panamá”.

Supervivencia sería el título de la obra de su vida. 11 años los repartió en México, entre Tuxtla Gutiérrez, Guadalajara y la Ciudad de México. Esfuerzos mal retribuidos.

Hasta que llegó, recuerda Tomás, el momento de tomar la decisión. La patria de su sangre o la patria de su futuro. Eligió Panamá.

“Mi esposa se negaba a venir. No quería. Yo llegué en 2011 y mi esposa hasta el 2014. No quería. Hoy, ya vive feliz, convencida, tranquila, contenta del cambio. Los dos somos mexicanos, y seguimos amando a nuestro país, pero hoy nuestro futuro está en Panamá”, comenta mientras traslada a los reporteros de ESPN al estadio Rommel Fernández.

Pero, la desgracia suele ser elocuente, aunque generosa. Envió señales de alerta. Era el momento de la hégira. La segunda de las advertencias del piadoso destino, le hizo emprender el camino.

“Mi esposa trabaja en la tienda Liverpool en Chiapas. Una noche hay una balacera en el estacionamiento. Ella estaba trabajando en el probador de damas, y se escuchando ruidos afuera. En un edificio con vidrios, y muros falsos, de repente un bala pasó cerca de ella, el orificio estaba ahí en el muro”, recuerda aún con altibajos en la voz.

Y más: “Mi mamá me pidió un día que revisara el techo de aluminio en la casa, porque entraba luz. Lo dejé a la desidia, hasta que dos días después, revisé y vi que había un orificio, que se filtraba la luz. Y revisé la cama de mi hijo. Había otro en el colchón, en la cama, y en el piso encontré una bala. Ahí, nos dábamos cuenta que el peligro podíamos no verlo, pero existía. Ese día decidí venir a Panamá”.

Hoy, relata Tomás, su vida transcurre tranquilo. “Aquí dejas el auto encendido mientras entras de compras y cuando sales ahí está. Los pocos secuestros resulta que son autosecuestros. El último asalto a un banco fue hace años. Si hay algún asesinato ocasional es ajuste de pandillas”, indica.

En un país generosos migratoriamente, que se va poblando de venezolanos (más de 320 mil), de colombianos (230 mil), chinos (120 mil), también llegan mexicanos, además de procedentes de países de África y oriente medio.

“Aquí un lavaplatos gana 800 dólares al mes. Te permite vivir con austeridad, pero cómodamente. Esos 16 mil pesos en México, cuánta gente no los gana”, explica.

Por lo pronto de cara al martes, en el Rommel Fernández, desea que el equipo que le empieza a despertar ilusiones, Panamá, gane. Pero, también, en el fondo, espera que el equipo que tanto le ha decepcionado, deje, al fin de hacerlo.