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Ni Asensio, ni Iniesta, ni Silva... España fue Isco

MADRID - Después de un par de jornadas de Liga la España futbolística esperaba ansiosa la presencia de Marco Asensio frente a Italia. Sus actuaciones con el Real Madrid crearon una ansiedad inusitada por ver a la emergente figura blanca en un partido internacional categoría. Sin embargo, fue otro nombre quien se encargó de robarle todo el protagonismo: Isco Alarcón.

Durante toda la semana, de manera justificada, Asensio fue el nombre más reclamado. Su partido ante el Valencia, con dos goles decisivos, merecieron que todos los focos mediáticos se posaran sobre su figura. Eclipsó a todo el mundo, casi incluso a David Villa, que regresó a la selección después de tres años ausente sacrificado tras el errático Mundial de Brasil que jugó España.

Lopetegui rizó el rizo con una alineación repleta de jugadores mágicos. Pobló el centro del campo con futbolistas de toque y clase y colocó a Asensio de falso nueve. El jugador del Real Madrid tenía al lado, ni más ni menos, que a otro presente blanco, Isco Alarcón, a un mito de España, Andrés Iniesta, y al siempre cumplidor de categoría David Silva.

Entre los cuatro, más la suma de Koke y Busquets, imprescindibles para hacer el trabajo más invisible pero igual de importante, dejaron sin argumentos a Italia, que sucumbió ante el dominio de la posesión de los hombres de Julen Lopetegui. Ese control, sin embargo, no obtuvo demasiados resultados en número de ocasiones.

España se atascó durante casi todo el partido en la última suerte del fútbol y tal vez en una de las más importantes, la del último pase que da pie a las oportunidades que certifican que la posesión de la pelota tiene mucho más sentido.

Y, en ese atasco, apareció Isco Alarcón. Ídolo del Bernabéu con el Real Madrid a ratos, sobre todo en la última fase de la pasada temporada, consiguió que su nombre volviera a resonar con fuerza en el estadio madridista. Isco consiguió que el buen trabajo de Asensio pasara a segundo plano. Y el del resto de compañeros, también.

Primero con un golazo de falta. La forzó Asensio, que recibió una entrada por detrás de Leonardo Bonucci cuando encaraba la portería de Gianluigi Buffon. El público pidió que se encargara de lanzarla Asensio después de una falta anterior fallida que mandó por encima del larguero Sergio Ramos.

Sin embargo, Isco agarró la pelota, meditó, suspiró y lanzó un zapatazo perfecto por encima de la barrera que acabó dentro de la portería de Buffon con un golpe maestro marca de la casa. Isco, en el minuto 14, cambió en un suspiro el destino del partido y también se convirtió en el repentino centro de atención.

El centrocampista malagueño continuó haciendo de las suyas, flotando sobre el campo, creando juego y, encima, se dedicó otro gol justo antes del descanso, en el minuto 40, con un eslalon que acabó con un disparo desde fuera del área que volvió a batir a Buffon.

Ese no fue el canto del cisne de su actuación. En la segunda parte volvió a levantar de sus asientos al público que acudió al estadio Santiago Bernabéu con jugadas imposibles, controles mágicos y un recital de buen juego con el que se ganó infinidad de veces que su nombre sonara a un volumen muy elevado.

El tercer tanto de Morata sólo sirvió para adornar la actuación de Isco, colosal y sublime al lado de otros nombres de categoría. Es posible que el día en el que Asensio se iba a doctorar con España, Isco le arrebató su protagonismo con un partido para el recuerdo en un día clave. Isco se vistió de la mejor versión de Iniesta y el relevo generacional está asegurado. Ante Italia, España fue Isco.