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Recibimiento hostil para Piqué con la selección de España

MADRID -- El futuro de España hoy es incierto. Y también el de Gerard Piqué, que en cumplimiento con su deber, acudió este lunes a las instalaciones de la Federación Española de Futbol para reportarse con la selección donde encontró un ambiente hostil.

"Yo no quiero que Piqué se vaya, quiero que le echen", se lee un cartel escrito a mano.

Piqué llegó cabizbajo y no quiso hablar con la prensa. "Ya dije ayer (domingo) lo que tenía que decir", había anunciado en el aeropuerto de Barcelona antes de abordar este lunes el avión que lo traería a Madrid.

La tensión se ha extendido a la Ciudad del Futbol, donde se celebró el primer entrenamiento de la selección a puerta abierta.

Piqué tuvo que aguantar todo tipo de insultos durante más de media hora. Pequeña prueba de lo que probablemente ocurrirá el viernes en Alicante, donde España disputará un partido crucial en la clasificación al Mundial frente a Albania.

Como es costumbre, la semana de concentración de la selección española en la Ciudad del Futbol de Las Rozas de cara a los encuentros de clasificación al Mundial 2018 frente a Albania e Israel dio inicio con un entrenamiento a puerta abierta.

Pero este no era un día normal. El ambiente de tensión se respiraba en las instalaciones de la Federación Española de Futbol mucho antes de que rodara el balón y empeoró en cuanto la grada de la cancha principal comenzó a llenarse.

Acudieron más de un millar de aficionados; jóvenes en su mayoría, y algunas familias con niños pequeños, aunque menos de lo normal. Aparecieron, inmediatamente y como de costumbre, las pancartas.

Pero las habituales consignas de apoyo y admiración a los jugadores más populares fueron reemplazadas por un reclamo casi unánime.

"¡Fuera Piqué!" en distintas versiones; algunas insultantes, como un cartel escrito a mano que rezaba. "No quiero que te vayas, quiero que te echen. Piqué vomitivo", y que los responsables de la Federación pidieron guardar a su portador.

Algunos otros hasta creativos, como el que portaban dos sonrientes jóvenes y en el que se leía "Mi mamá dice que para independizarse hay que irse de casa. Incluso hasta un hashtag improvisado #Españaestucasa".

A Piqué le ha quedado claro que para una parte de la afición ha dejado de ser bienvenido, por si fuera poco, se lo escribieron hasta en catalán. "Piqué fora". El portador de ese cartel había acudido con su familia; su hija, una pequeña de menos de 10 años, se abrazaba a un pesado tomo de la enciclopedia de Los Pueblos de España.

En la cancha, agentes de la Guardia Civil custodiaban al equipo de Julen Lopetegui. O, concretamente, al jugador a las órdenes del técnico vasco que ha sido declarado enemigo público por la afición.

Fue el último en salir al campo. Caminó cabizbajo hasta el centro y sin voltear siquiera. Se escuchaba una rechifla generalizada y gritos de "Piqué, ca...ón, España es tu nación", que se intercalaban con los "¡Viva España!". Adultos mayores que, sin tanto espaviento, simplemente acudieron para expresar su malestar.

"No merece estar en la selección, no se siente español", repetía uno de ellos haciéndose eco de la opinión generalizada entre la afición ibérica.

La grada se había tapizado de banderas españolas, las actuales, e incluso apareció, colgada en la última fila, una bandera con la Cruz de Borgoña, vinculada al movimiento carlista del siglo XIX y que fue adoptada por algunos regimientos tradicionalistas durante la Guerra Civil. Bandera que actualmente está asociada con la ultraderecha.

Hasta la selección se ha visto afectada por el clima de crispación política que vive España con Piqué como nota discordante.

Hubo "¡Vivas!" también para la Guardia Civil. Cánticos. El tradicional "yo soy español, español, español" que tanto resonó por todos los estadios durante esos ocho años en que España reinó como la mejor selección del planeta -- de la que Gerard Piqué formó parte -- y que hoy cobraron tintes más oscuros.

Eso pasa cuando vestir la camiseta nacional se convierte de un día para otro en una postura política. Piqué, al fondo, hizo lo posible por trabajar con normalidad, igual que el resto. Pero no pudieron.

La afición, en su pedir insistentemente la cabeza del defensa, empezó por desterrar el futbol.