Fútbol Americano
Jordi Blanco, ESPN Digital 7y

Messi, en el laberinto de Argentina

Argentina mereció ganar a Perú. Pedro Gallese lo atajó, paró o despejó todo. Fue un muro ante el que se estrellaron Benedetto, Gómez o Rigoni… Pero futbolísticamente la selección de Jorge Sampaoli fue una calamidad. Otra vez. Con Messi en modo total no alcanzó para ganar y su futuro está, más que nunca, en el aire.

Messi acudió al templo de Maradona para estrenarse en un partido sin vuelta atrás. Era la noche definitiva, el momento de la verdad. Allá donde Diego ofreció exhibiciones divinas con la auriazul de Boca Juniors debía Lionel canalizar a la Albiceleste en dirección a Rusia.

Aparcar la pesadilla y dar el paso al frente. No. Perú no podía volver a 1969, en ese mismo escenario, cuando la dejó en la calle, sin Mundial por primera y única vez en la historia. Pero donde no hay fútbol no hay nada y esta selección argentina es hoy por hoy un equipo muy menor, al que ni el mejor futbolista de la historia es capaz de sacar adelante.

Messi dirigió, lideró, pasó, regateó y remató. No hubo nada que no hiciera el ‘10’ en un partido que, desde el principio, se adivinó dramático para la albiceleste, que no ofreció un simple plan de juego más allá que lanzarse todos al ataque y esperar a ver si la presión derrotaba a Perú o lo hacía alguna genialidad de Lionel.

Pero si el plan ya se demostró insuficiente en Uruguay y patético ante Venezuela, su repetición fue absoluta frente a Perú, la única selección que en su día fue capaz de dejar a Argentina sin participar en un Mundial, el de 1970, y que volvió a silenciar futbolísticamente a una albiceleste que de tanto depender de Messi ya no sabe ni a que atenerse en el terreno de juego.

Leo tocó el primer balón a los tres minutos para recibir una tarascada (primer aviso) en un excelente pase a Banega y a los 13, en una jugada ensayada a la salida de un corner, rozó el gol en un disparo raso que se estrelló en la poblada defensa peruana.

Poco a poco el agobio argentino se fue personalizando en él por la dimisión de Di María (sustituido al descanso) y el poco tino de Benedetto, convertido de la noche a la mañana en una suerte de imprescindible en un equipo donde se demostró que solamente vive, sobrevive, de la capacidad de un futbolista.

Por activa y por pasiva lo intentó el crack del Barça, que a los 38 minutos lanzó un fenomenal obús que salió fuera, a corner, por poco y que en la última jugada del primer tiempo le regaló un centro matemático que Benedetto remató arriba.

DEL PALO AL DRAMA

Arrancando a lo bestia la segunda mitad con un pase soberbio que Benedetto, otra vez, erró rematando sin mirar para que su disparo posterior se estrellase en el palo, el transcurrir de la segunda mitad devolvió el drama de esta Argentina al escenario.

La música continuada de La Bombonera, convertida en una especie de iglesia de escenario milagroso, no fue suficiente.

En ese terreno de juego en el que tantas veces Maradona disfrutó e hizo disfrutar, Messi sufrió en silencio.

Buscó a Benedetto otra vez y a Gómez. Y, desaparecido en la nada Di María, a Rigoni. Y buscó él mismo, en primera persona, esa jugada salvadora, ese slalom mortal de necesidad que le diera oxígeno a su equipo sin encontrarlo, sin obtener el premio.

Avanzando el reloj crecía el drama en Buenos Aires y lo impensable iba tomando cuerpo: al cabo de 48 años la posibilidad de que Argentina no dispute un Mundial es real.

La fortuna quiso, en cierta manera, que Paraguay venciera en Colombia para que ésta se la juegue el último día en Perú… El último clavo al que se puede agarrar la escuadra de Jorge Sampaoli.

Messi, a los 89 minutos, estrelló una de esas faltas tan suyas, tan magníficamente preparadas, en la barrera y el drama se cerró con el lanzamiento de Guerrero que salvó Romero.

Argentina, la gran Argentina, es apenas un recuerdo cada día más lejano y al cabo de tres años y cuatro meses de perder la final del Mundial de 2014 tiene en duda acudir al de 2018.

Un desastre anunciado. Leo, incombustible, lo puso todo de su parte pero no fue suficiente. Y jugar la repesca frente a Nueva Zelanda se adivina ahora un mal menor para este equipo sin pies ni cabeza. Solo con Messi.

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