Fútbol Americano
Jordi Blanco, ESPN Digital 7y

Messi, tan simple como atarse al mejor

Jorge Sampaoli acercó a Messi al arco y Messi respondió con una brutalidad inusitada. Ni atendió a que Ecuador le marcase el gol más rápido de la historia a Argentina ni, tampoco se dejó vencer por la depresión. Si todo un país le esperaba y todo el mundo del fútbol le observaba, su respuesta no pudo ser mejor.

Argentina sufrió porque el fútbol es el sufrimiento de Javier Mascherano, pero disfrutó porque el fútbol es la magia de Leo Messi. Jugador que siempre se mantuvo al margen de los excesos, ya fuera por bien o por mal, con la Albiceleste nunca llegó a enfrentar un partido de tal dramatismo.

No jugaba Argentina esta vez para ganar un título, ni tan solo por avanzar en un gran torneo. No, esta noche de octubre, allá en Quito, el desarreglado grupo de Sampaoli se jugaba el honor o la vergüenza: acudir a un Mundial.

Desde que se quedó fuera en 1969, en un partido terrible frente a Perú, Argentina siempre participó en una fase final. Invariablemente desde 1974, se vio a Wolff, Houseman, Passarella, Kempes, Maradona, Batistuta, Crespo, Simeone, Zanetti, Verón… Y Messi, por supuesto. Pero esta vez, más que nunca, se temió un Mundial sin Argentina. Y un Mundial sin Argentina era un Mundial sin el mejor, sin el número uno. Demasiada tragedia futbolística para convertirla en realidad.

Mientras su amigo Luis Suárez disfrutaba en Montevideo dirigiendo la remontada y goleada de Uruguay sobre Bolivia, en Quito Messi se ponía manos a la obra. A los 11 minutos igualó el inicial gol de Ibarra y a los 18, disparando con toda su rabia, de abajo a arriba hacia la cruceta, anotó el 1-2.

Argentina, derrumbada después de sumar 3 de los últimos 9 puntos disputados y enfrentada a la última y más dramática misión, se encomendó a su estrella como hizo tantas veces durante la última década, como tantas veces hizo el Barcelona de Guardiola, de Vilanova, Martino, Luis Enrique y hasta Ernesto Valverde. No hay nadie que desconozca qué es Messi en el fútbol porque, a fin de cuentas, el fútbol es Messi.

Y siendo humano es a la vez divino. Sufrió decepciones varias en su carrera ya fuera con la blanquiazul de Argentina o la azulgrana del Barça como aquella Liga que se escapó, camino del Calderón, en una última jornada; o dos dolorosas eliminaciones continentales frente Chelsea e Inter o una final de Copa contra el Real Madrid.

Esa final del Mundial de Brasil ante Alemania le acompañará siempre, claro, como un golpe inolvidable en su historia con la selección, como la Copa América contra el Chile que deberá ver este Mundial por televisión.

Pero él quedarse fuera del que, quizá, pudiera ser su última cita mundialista, no. Eso no entraba en sus cálculos. Messi no es un tipo histriónico en el campo, simplemente es el mejor.

Un funcionario de la genialidad en el momento oportuno, una inteligencia fuera de lo común para saber dónde y cuándo debe actuar. Así anotó el tercero, apareciendo a su manera, como quien no quiere la cosa, para sumar el número 21 en eliminatorias que le convertía en el número uno de la historia, con un hat-trick tan fenomenal como soberbio.

Si siempre se mantuvo alejado de la épica esta vez acudió a la llamada de una heroicidad en la que nunca se sintió cómodo… Pero hay ocasiones en que no hay otra salida que responder a lo esperado.

Con el brazalete de capitán anudado al brazo, el compromiso de Messi se entiende a primera vista. Es el tipo que un día resolvió abandonar la selección pero que con la misma naturalidad que anunció su renuncia se echó atrás porque no podía entenderse que dejase a su otro equipo colgado.

Nunca lo hará porque él es fútbol. Es el fútbol. Y todo es tan simple como atarse a él. Acabó el partido en Ecuador y saltó todo el banquillo argentino. Y saltaron todos los jugadores y ayudantes celebrando el éxito… Mientras Messi sonreía con calma y abrazaba con felicidad.

Argentina estará en Rusia. No podía ser de otra manera.

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