Fútbol Americano
Nick Dorrington 6y

Suárez y Cavani, dos hijos de Salto muy diferentes

En la esquina de Barbieri y Julio Delgado, en la ciudad de Salto, al noroeste de Uruguay, se encuentra la sede del Nacional Fútbol Club. A solo cinco cuadras del río que separa esta pequeña ciudad de poco más de 100.000 habitantes de la frontera con Argentina, su fachada está decorada con fotografías de los dos hijos más famosos de Salto.

Las fotos son de su niñez, pero son inmediatamente reconocibles. De un lado, la sonrisa dientuda del delantero de Barcelona, Luis Suárez; del otro, tras una camiseta demasiado grande y el cabello bien corto se destacan los fuertes rasgos de Edison Cavani, hoy goleador de Paris Saint-Germain.

Fue en el gimnasio de Nacional donde los dos máximos goleadores en la historia de la selección uruguaya dieron sus primeros pasos en el fútbol competitivo. En aquel entonces aún no eran estrellas de grandes equipos europeos, sólo eran dos muchachos del mismo barrio, nacidos con tres semanas de diferencia, que amaban jugar al fútbol.

Hoy son superestrellas. Cavani y Suárez tienen una procedencia comparable, pero por diversos factores se fueron desarrollando de manera diferente, tanto personal como profesionalmente. Comparten una firme voluntad de ganar, pero sus motivaciones son distintas.

En la cancha, sus estilos son opuestos pero complementarios. Cavani se siente más a gusto galopando a campo abierto, y Sánchez creando espacios en lugares estrechos, luchando para obtener la más mínima ventaja.

Puede que sea por esto que trabajan tan bien juntos para Uruguay, y el motivo por el que podrían sumar un centenar de goles entre ambos (Suárez, 50; Cavani, 42) con la selección nacional en este próximo mundial. Los dos son humildes, tranquilos y de bajo perfil. Son parecidos, pero al mismo tiempo muy diferentes.

HUMILDES ORÍGENES

Es increíble pensar que dos jugadores de semejante calidad vengan de Salto. El centro es compacto, con una sola vía comercial. Camionetas utilitarias Chevrolet, vehículos de reparto mercedes y antiguos Opel Saloons transitan por las calles, dejando nubes de humo negro a su paso. La agricultura es la industria principal.

Cuando dejas atrás las grandes plazas y la arquitectura de la costanera, la distancia entre las casas empieza a aumentar, las calles dejan de ser de asfalto y pasan a ser de tierra, y pronto te encuentras en el campo. Para la mayoría de sus figuras de renombre, Salto ha sido un punto de partida más que un destino final.

Ese ciertamente fue el caso de Horacio Quiroga, magistral narrador de cuentos macabros, quien hizo su vida en la jungla misionera de Argentina, y de José María Delgado, poeta y amante del fútbol, quien se mudó a Montevideo a los 16 años y tuvo un rol clave a la hora de convertir el Club Nacional de Fútbol en una potencia del fútbol uruguayo.

Y tiene algo de historia en la creación de futbolistas. No hay equipo profesional en Salto (aunque Salto FC estuvo dos temporadas en la segunda división de Uruguay a

principios de la década del 2000), pero la intensamente competitiva liga local y la gran cantidad de canchas y potreros son explicación suficiente para la gran cantidad de jugadores que salen de esta ciudad.

"La Maravilla Negra" José Leandro Andrade, estrella de Nacional y ganador de dos oros olímpicos y de la Copa Mundial de 1930 con la selección nacional, nació en Salto. De allí también procede Pedro Rocha, el habilidoso volante que jugó para Uruguay en cuatro mundiales consecutivos entre 1962 y 1974, y fue un ganador serial de títulos locales y continentales con Peñarol. Bruno Fornaroli, formado en las inferiores de Nacional y ahora delantero de Melbourne City, es parte de la misma generación que Cavani y Suárez.

De hecho, los padres de Cavani y Suárez jugaban al fútbol en Salto y deben haberse enfrentado en varias ocasiones. Luis Cavani era delantero de Salto Uruguay, y Rodolfo Suárez, un implacable defensor de Deportivo Artigas.

Si sus hijos alguna vez se enfrentaron en Salto es tema de debate. Durante la década de los '90, cada mes de febrero se organizaba un torneo en el gimnasio de Nacional para los niños de cinco y seis años. Nacional, donde Cavani hizo sus primeras gambetas, y Artigas, donde Suárez era dirigido por su tío, Sergio, competían. Es probable que se hayan enfrentado entonces, pero nadie en Salto puede recordarlo con seguridad, y no hay registros detallados.

La primera vez que indudablemente se enfrentaron fue una década más tarde, en junio de 2006 en el Parque Central de Montevideo, en la etapa inicial de sus respectivas carreras profesionales. Cavani marcó el primer gol y su conjunto de Danubio superó al Nacional de Suárez 2-1. Al cabo de un año, ambos estarían jugando en Europa: Cavani en el Palermo de Italia y Suárez en Groningen, en los Países Bajos.

EDI SIGUE A SU PADRE

Cavani siempre amó las aves. Le encantaba la forma en que se movían, la manera en que vivían cada día de la manera que se presentaba, cómo poco a poco aprendían a confiar en él y a respetarlo. Muchos en Salto recuerdan con cariño cómo el pequeño Edi Cavani corría los pájaros por la calle. A veces desaparecía durante horas, absorto en su pasión.

Su padre trabajaba en mantenimiento de carreteras y Cavani solía acompañarlo. Mientras su padre trabajaba, él tendía trampas, atrapando pájaros para llevarlos a casa, alimentarlos y cuidarlos. El hogar de los Cavani pronto comenzó a parecerse a una pajarera.

Era un niño que adoraba la naturaleza, la sensación del aire fresco en los pulmones, y explorar. Él y su padre salían de pesca todos los fines de semana. Cuando se hizo mayor, comenzaron a salir a cazar en los bosques cercanos: carpincho, ciervo, jabalí. Cavani nunca fue un erudito, su mente siempre se escapaba a la próxima aventura. Era un niño tímido, pero popular entre sus compañeros, y a veces llegaba a la escuela con una mochila repleta de naranjas para compartir.

Cuando tenía 12 años, su clase tenía programado un viaje por Uruguay. Los padres de Cavani no tenían dinero para costearlo, de modo que sus compañeros organizaron rifas y vendieron pastas para recaudar dinero para que pudiera viajar. Pero su timidez desaparecía cuando entraba a la cancha de fútbol. La gente del lugar lo recuerda como un muchacho realmente competitivo. Fuera en las canicas, en las luchas entre muñecos o en

el fútbol, él siempre quería ganar. Siempre exigía lo mejor de sí mismo y de sus compañeros.

Eso era algo que le había inculcado su padre. Luis Cavani le enseñó a su hijo a dar todo, siempre y en cualquier cosa que hiciera. Fue una figura reconocida en el fútbol de Salto, primero como jugador, luego como entrenador, y ayudó a guiar el desarrollo de su hijo cuando se hizo evidente que tenía talento para llegar lejos.

"Su padre es como yo", dijo Mario Souto, un amigo de la familia y el último entrenador de Cavani en Salto, en Ferro Carril. "Al final de cada partido anoto todos los errores y me enfoco más en eso que en lo positivo. Su padre era igual".

Luis era una presencia habitual al costado de la cancha cuando su hijo pasó de Nacional a Peñarol, y luego a Salto Baby, Remeros, Salto Uruguay y finalmente Ferro Carril. Al principio, Cavani se destacaba por su fuerza y su gran resistencia. Dominaría desde zonas más profundas. Cuando empezó a jugar en canchas más grandes, se hizo evidente que su mejor posición sería la misma que la de su padre, delantero.

Cavani convirtió tantos goles que muchos en Salto no recuerdan los detalles. Pero para Souto, hay uno que se destaca. "Fue para el equipo de la ciudad de Salto contra Paysandú", explicó. "Lo tengo grabado en la memoria. Vino un centro y la pelota quedó en el medio de la cancha. Edi retrocedió para recibirlo y disparó un remate imparable sobre el arquero".

Cavani recordó un gol diferente durante una entrevista televisiva en 2014. Cuando tenía 14 años, su padre, en aquel entonces entrenador de Salto Uruguay, lo promocionó al primer equipo. En realidad, no tenía intenciones de que entrara a jugar, sino de que viviera la experiencia de estar en un vestuario de adultos y aprendiera a coexistir en ese ambiente.

El muchacho entregó su máximo esfuerzo en los entrenamientos, decidido a demostrar que era capaz de competir físicamente y que merecía un lugar en el equipo. Su oportunidad llegó en un torneo de pretemporada, y respondió con un gol. Recibió la pelota por un costado, se metió en el área y disparó un remate preciso al segundo palo. Lo primero que hizo fue correr al costado de la cancha para abrazar a su padre.

SUÁREZ BUSCA SU CAMINO

A los siete años, la vida de Suárez cambió de rumbo. El empleo militar de su padre había terminado y se vio obligado a viajar a Montevideo en busca de trabajo. Toda la familia lo siguió, menos Suárez. Él no quería mudarse. Todos sus amigos estaban en Salto y ahí estaba la vida que conocía. Se quedó un mes con su abuela hasta que finalmente lo convencieron de reunirse con su familia.

Es difícil detallar con precisión la diferencia entre la vida de las dos ciudades. Salto será la segunda ciudad de Uruguay, pero su población es 17 veces menor que la de la capital. Básicamente, es un centro rural. En contraste, Montevideo es un bullicioso centro comercial en el que hay pocos espacios abiertos, la vida se mueve a un ritmo acelerado, y las diferencias entre ricos y pobres son fácilmente perceptibles.

La vida de su familia en Montevideo ciertamente no encuadraba en la estancada existencia de clase media célebremente retratada en "Montevideanos", de Mario Benedetti. El matrimonio de sus padres se vio afectado por el peso de las largas horas dedicadas a

trabajos serviles, necesarios para mantener la familia a flote. Se divorciaron cuando él tenía nueve años.

Suárez había tenido rienda suelta en el campo, pero en Montevideo él y sus hermanos tenían que moverse con decisión en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad para ir a entrenar. Sus días de jugar a la pelota felizmente descalzo habían terminado. Es una historia con la que muchos uruguayos pueden relacionarse.

A mediados del siglo XX, Montevideo creció hasta sostener más de la mitad de la población del país, que llegaba a la ciudad en busca de trabajo y una vida mejor. Ese flujo ya no es tan fuerte como antes, pero sigue habiendo muchas personas que hacen el mismo viaje cada año.

En la amplia terminal Tres Cruces hay un cartel sobre la entrada que dice: "Todo un país bajo un mismo techo". Un país en movimiento. Todos los días, el equivalente a más de la mitad de la población de Salto pasa por sus puertas.

Tres Cruces fue el eje de la vida de Suárez en Montevideo. Su madre Sandra trabajaba allí en limpieza, y luego pasó a estar a cargo del baño de damas fuera del McDonalds. La familia compraba allí, socializaba allí, y festejaba cumpleaños allí. Suárez iba a la escuela a sólo tres cuadras de ese lugar.

Sus hogares, primero en el Pasaje de la Vía y luego cerca de la esquina de Cabildo y General Pagola, estaban a la misma distancia de la terminal. Fue en el pequeño espacio diagonal afuera de esa primera propiedad, conocido como "el callejón", donde Suárez perfeccionó su talento.

El Ferrocarril Uruguayo del Este alguna vez había pasado por ahí, transportando a jugadores ansiosos al hipódromo de Maroñas, al norte de la ciudad. Cuando cerró, dejó un espacio cerrado, especial para jugar a la pelota. Fue allí donde Suárez aprendió a maniobrar en lugares estrechos, y a competir con chicos más grandes.

No fue el primer futbolista destacado en hacerlo: en 2016, el historiador José Eduardo Picerno descubrió que Obdulio Varela, capitán del equipo uruguayo que ganó el Mundial en 1950, había vivido en la misma humilde residencia.

Cuando su padre se fue de casa, Suárez sintió que ya no tenía un punto de referencia en su vida. Estaba celoso del apoyo que sus amigos recibían de sus padres. Sentía que tenía que valerse por sí mismo y se vio abrumado por frustraciones. Hubo un tiempo en el que se volvió apático a todo. Hasta corrió peligro de perder su lugar en las inferiores de Nacional.

Su vida podría haber sido muy diferente de no haber sido por dos luces que iluminaron su camino. La primera fue Wilson Pírez, director de Nacional, quien convenció al club de conservar a Suárez, y le dio aliento y apoyo financiero. La segunda fue su novia, ahora esposa, Sofía. Ella le hizo creer en sí mismo y le dio motivos para aplicarse.

"Por suerte conocí a Sofía", dijo en una entrevista el año pasado. "Ella me condujo hacia el camino correcto".

CON EL ALMA EN SALTO

La primera vez que Edinson Cavani se trasladó a la capital, no se pudo adaptar. A los 14 años, un agente lo contactó con Liverpool de Montevideo. Viajó para formar parte de una serie de pruebas y fue elegido para ocupar un lugar en el club. Pero no pudo hacerlo. Extrañaba a su familia, el campo, sus pájaros. Extrañaba Salto.

Su hermano, Christian, lo entiende. Habla con el mismo tono suave que su hermano menor, que con el tiempo pudo dejar Salto cuando regresó a Montevideo para sumarse a Danubio un año después.

Christian, un defensor fuerte, lo siguió. El club fue uno de los muchos en mostrar interés en él, pero el peso de su ciudad natal era demasiado fuerte. "Yo también entrenaba allí. También practicaba con Nacional y Wanderers, pero mi corazón estaba en Salto y siempre regresaba, iba y venía, hasta que una vez regresé y no me volví a marchar", Christian le dijo a ESPN FC. "En ese sentido, Edi era más fuerte que yo".

Christian todavía vive en el barrio del Cerro en donde nación – como un miembro más de esa comunidad. Su vida es la que hubiese tenido Cavani si no hubiese pasado por Montevideo para ir luego a Europa, a Italia y Francia.

"Siempre me ha gustado el fútbol, pero nunca hubiese podido seguir la carrera de Edi porque hubiese extrañado mucho mi lugar, mis amigos, mi familia, Salto", explicó Christian. "Para mí, Salto es todo, y para él también. Hoy tiene su trabajo. Está dedicando su tiempo a su carrera. Pero siempre piensa en regresar. Extraña todos los días. Siempre tiene su lugar con él”.

Eso es evidente en la interacción de Cavani con sus viejos amigos. Siempre participa de las conversaciones del grupo de WhatsApp que tiene con sus compañeros de Ferro Carril y siempre pregunta por las últimas noticas en Salto.

Otro tema recurrente es la fuerte relación familiar que tienen. Christian cuenta que con su hermano peleaban mucho – él era Defensor y Cavani era un delantero, por lo que era algo natural – pero era sólo en la competencia.

Cuando Cavani se mudó a Danubio, su adaptación se hizo más fácil gracias a la presencia de su hermano mayor, Walter Guglielmone, un jugador de fútbol profesional y hoy el agente de Cavani. Miembros de la familia se turnan para visitar a Cavani en Francia, pero de todas maneras no es lo mismo que si estuvieran todos juntos en Salto.

"A pesar del hecho de que [Edinson] hace lo que ama, ya que su pasión es el fútbol, cuando no juega, su familia está muy lejos y él los extraña mucho”, dijo Christian. "A Edinson le ha ido fenomenal en su carrera, y creo que mis padres han sido fundamentales ya que siempre lo han apoyado. Siempre se ha sentido rodeado del calor de su familia”.

Al igual que muchos en Uruguay, la familia Cavani tiene herencia italiana. El abuelo de Christian y Edinson era de Maranello al norte de Italia – donde se hace la Ferrari. "Por desgracia, no llegamos a conocerlo", explicó Christian. "Pero nuestro padre nos cuenta que siempre hablaba de su pueblo. Vino a causa de la guerra, pero su hogar estaba allá”.

Su cuerpo estaba en un lugar; su mente y alma en otro.

"Al igual que Edinson", supongo.

"Así es, como Edi", respondió Christian.

UNA TENSIÓN INTERNA

Desde la casa de Christian hay una corta distancia hasta la casa de Sergio Suárez, tío de Luis Suárez y su primer entrenador en Deportivo Artigas. Sergio vende leña, pero los trofeos que tiene en su casa son evidencia de su segunda vocación. Recuerda que su sobrino era muy enérgico y tenía un solo amor: el fútbol.

"Para él, todo se relacionaba con la pelota”, recuerda. "Siempre estaba con la pelota. Era un manojo de energía. Con los niños, a veces hay cosas que no les salen, pero él siempre tenía el deseo y la actitud de seguir intentando. En algún punto, las cosas siempre le salían – siempre lo terminaba logrando".

Cuando Suárez era más joven, a veces iba a Montevideo para pasar el fin de semana y formar parte de los torneos en los que jugaban los equipos de Sergio. Mientras que Sergio cree que su sobrino por lo general se adaptó bien al cambio a la capital, siempre pudo sentir su tensión interior.

"Siempre estaba activo y no descansaba nunca. Él quería ser alguien, pero en ese momento todavía no sabía bien quién", Sergio le dijo a ESPN FC. "Tanto que para mí es evidente en cada cosa que ha hecho desde que se marchó”.

Sergio continuó en contacto regular con Suárez hasta el día de la fecha, siguiendo de cerca su progreso de Nacional a Groningen, después a Ajax, Liverpool y ahora, Barcelona. Ha recibido fotos y camisetas firmadas en cada suceso importante, aunque todavía no tiene la de Barcelona y es la que más está esperando. De todas maneras, ha pasado casi una década desde la última vez en la que su sobrino estuvo de visita por su ciudad natal.

"Ha pasado un tiempo desde la última vez que vino a Salto", dijo Sergio. "Pero sus amigos están por todos lados. Sólo quedamos su abuela y yo. Estoy seguro de que algún día pasará por aquí, pero no le pregunto eso. Alguna que otra vez su abuela me preguntó si estaba por venir”.

Lamentablemente la abuela de Suárez, protectora del archivo de fotos de su niñez en Salto, no quiso recibir a ESPN FC, diciendo que ya había contado todo lo que quería contar sobre su nieto.

INSPIRACIÓN PARA EL FUTURO

Hay, al menos, una representación física de Suárez en Salto. En el centro, en la esquina de Uruguay y Amorim hay una estatua del astro de Barcelona, cubierta de un azul cielo, el color de Uruguay, con el brazo derecho elevado en signo de celebración.

La estatua es la creación de Leonardo Boruchovas, un ex director de Nacional en Montevideo y un empresario de la industria alimenticia en Salto. Con ayuda de la compañía financiera, Abitab, para la que Suárez ha participado de una serie de comerciales, y el intendente local, se juntaron fondos y se encontró un lugar en el corazón de la cuidad.

"Me parecía que una estatua de Luis Suárez iba a ser una atracción turística", explicó Boruchovas. "Pero también era una manera de reconocerlo, ya que ha pasado de Salto a convertirse en el ícono mundial del deporte que es hoy". El escultor, Saravia, se ha

hecho de renombre como la persona que ha inmortalizado a algunos de los nombres más famosos de Uruguay: Carlos Gardel, Irineo Leguisamo, Rosa Luna.

En la terminar de ómnibus de Tres Cruces se encuentra su obra del capitán del equipo ganador del Mundial de 1950, Obdulio Varela, un jugador con el que Suárez parecería estar destinado a ser entrelazado eternamente.

La aparición de la estatua dio lugar a un debate en Salto. Hubo muchos que pensaron que Cavani era más merecedor de un reconocimiento antes que Suárez. Tiene una relación mucho más cercana con la cuidad, ya que vuelve dos veces al año, organiza eventos de caridad todos los años y sigue en contacto con sus Salteños: una vida simple, en contacto con la naturaleza y una en la que la familia es lo más importante.

"Sigue siendo la misma persona", explicó Gabriel Paique, un reportero local y ex entrenador, quien se contactó con Cavani durante sus primeros años en Nacional. "Regresa siempre, y cada vez que vuelve, recorre la cuidad y siempre está dispuesto a sacarse fotos con el que se lo pide. Es alguien que no ha olvidado su identidad y sus lazos con su comunidad de origen”.

Suárez no es una figura presente, aunque hay que resaltar que, al igual que Cavani, ha colaborado con los inundados en los últimos años. Cualquier otra crítica a su personalidad siempre termina siendo objeto de escrutinio: una serie de sensaciones, percepciones y presunciones. La cuestión siempre parece centrarse en la persona que no es, en lugar de la que en realidad sí es.

Salto es como cualquier otra ciudad pequeña: están los que aceptan felices sus vidas en donde están y los que desearían estar en cualquier otro lugar para cambiar sus estilos de vida. Los que pertenecen al primer grupo son los que en general prefieren a Cavani.

"Todos dicen que Cavani es más Salteño que Suárez, pero no creo que esa sea el caso", dice Paique. "La diferencia es que Suárez se fue a Montevideo a los siete años y vivió la mayor parte de su vida allí. Los dos son personas que siempre están atentos a las necesidades de su gente y siempre tratan de ayudar en la medida de sus posibilidades”.

La opinión de la generación más joven no parece ser la misma de los mayores. Para el periódico de la cuidad, el Diario El Pueblo, una visita de una clase de un colegio local fue la oportunidad perfecta para preguntarles por sus preferencias. Los resultados fue un empate 50-50, con una pequeña inclinación hacia Suárez.

Para los de Salto, los dos son figuras que los inspiran. Como todos en la cuidad, seguirán de cerca su progreso durante la Copa del Mundo. Mario Souto y los ex compañeros de Cavani en Ferro Carril se juntarán, listos para hacerse bromas, elogiar, dar consejos o compadecerse por WhatsApp; Sergio Suárez se sentará en el living de su casa, con las camisetas de su sobrino, la blanca de Nacional, la verde de Groningen, la roja y blanca de Ajax, la roja de Liverpool y la azul de Uruguay, colgadas delante; los reporteros del Diario el Pueblo mirarán los partidos en la televisión de la redacción.

A lo largo de Salto, amigos y familia se reunirán en sus casas, restaurantes y lugares de trabajo. Todos con la esperanza de que estos dos hijos de la cuidad puedan llevar a Uruguay directo al éxito

Nick Dorrington es redactor de fútbol freelance. Twitter: @chewingthecoca

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