Fútbol Americano
Tim Vickery 6y

Los hinchas de Perú en Rusia están disfrutando el viaje de sus vidas

El Mundial ya no es el punto de referencia del máximo nivel del fútbol o de conceptos tácticos innovadores.

Dichos reconocimientos ahora le corresponden al fútbol de clubes europeo, que a su vez entrega a los jugadores a sus respectivas selecciones con un importante nivel de desgaste tras una agotadora temporada en sus clubes.

De alguna manera, entonces, el Mundial ya no es lo que era. Pero de otras maneras, nunca fue mejor. Más personas de más países ahora tienen la posibilidad de viajar para apoyar a sus equipos. Este encuentro del mundo, esta congregación de personas de todos los continentes en un solo lugar, es lo que le da tanta magia a la ocasión. Y este año, mucha de esa magia viene de Perú.

Éste es el primer Mundial desde 1982 en el que está representada esa fabulosa camiseta blanca con su característica banda roja que cruza el pecho. Ese torneo, en España, fue uno de los mundiales clásicos. Pero los peruanos que se encontraban en las gradas eran ricos, o bien ya vivían en Europa.

Esta vez es diferente. Uno de los mejores negocios del planeta estos últimos meses fue el de las agencias de viaje en Perú. La fiebre del Mundial se apoderó del país. En las tiendas de Lima hubo peleas por la falta de figuritas Panini; la empresa subestimó la demanda al no imaginarse que después de 36 años tanta gente querría sentirse parte del evento. Y muchos quisieron viajar a Rusia.

No estamos hablando de un viaje económico. El paquete de menor costo para ver un partido salía unos 6000 dólares, 10 veces más que el salario mensual promedio. Solamente los vuelos cuestan más de 2000 dólares. Como los argentinos y los chilenos que fueron a Brasil 2014 en coches viejos que también servían de casas móviles, muchos peruanos se dispusieron a viajar por el mínimo, recortando los gastos al máximo para poder vivir la experiencia mundialista.

Sobran los cuentos extraordinarios, como el del hincha que habría engordado 24 kilos para calificar para un asiento de obesos. El sábado pasado, los peruanos invadieron Saransk, la más pequeña de las sedes del mundial, que seguramente no tenía nada con qué comparar la alegre invasión de los sudamericanos. Muchos llegarán cojeando a Perú cuando todo esto termine, con historias para toda la vida... y deudas que podrían tardar años en saldar.

De los 31 países que están en Rusia para la Copa del Mundo, las estadísticas de la FIFA muestran que sólo seis (entre ellos Estados Unidos, que no clasificó, pero en el que habitan muchos latinoamericanos) compraron más entradas, con alrededor de 43,000 compras realizadas por peruanos. Han llevado más fanáticos que Inglaterra y más que cualquier país europeo con la excepción de Alemania.

Estos números destacan la importancia que tiene el Mundial en Sudamérica – y en México – y cómo, a pesar de los recientes reveses económicos, son más las personas de estos países las que terminan costeando el viaje. Para los países de América del sur -- Uruguay, Argentina y en especial Brasil – el Mundial es un evento que ubica a sus naciones como ganadoras delante de todo el planeta y eso es una parte vital de su autoestima.

Más arriba en el continente, los peruanos no tienen las mismas pretensiones. Aunque hubo mucho entusiasmo con la racha de 15 partidos invictos antes de arrancar el torneo, ningún peruano realista y en su sano juicio viajó a Rusia pensando que podrían regresar con el trofeo. Para ellos, la Copa del Mundo es una oportunidad de demostrar al mundo que Perú tiene su lugar en el mapa. Su intención es gritar con voz firme y clara: "¡hola, nosotros también existimos!".

Y la Copa del Mundo de 2018 está muy feliz con su existencia. En su espíritu y sus canciones representan el costado de un Mundial que el fútbol de clubes no tiene la posibilidad de equiparar – la capacidad de hacer que las personas se sientan representadas, de unir a los pueblos, de servir como una especie de Naciones Unidas de los hombres y las mujeres comunes y corrientes.

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