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Uruguay parece apostar por el fútbol seguro

Getty Images

Uruguay, el único equipo sudamericano que ha ganado un partido en Rusia 2018 hasta ahora, logró imponerse en sus dos primeros encuentros mundialistas por primera vez desde 1954, y ya se ha asegurado un lugar en octavos de final.

Y, sin embargo, no han impresionado con sus actuaciones. En sus triunfos por 1-0 sobre Egipto y Arabia Saudita fueron realmente competentes, y el arquero Fernando Muslera prácticamente no tuvo que intervenir. Pero persiste la sensación de que este conjunto de Uruguay es capaz de más.

Al técnico Óscar Washington Tabárez no debe importarle demasiado. Uruguay está haciendo las cosas a su manera: paso a paso, como un rival difícil de enfrentar, y sin aspirar a sumar demasiados puntos por estilo.

Durante los 12 años de su segundo ciclo como DT de la selección de Uruguay, ha dado algunos indicios aislados de un conflicto interno. Tomó las riendas de la selección en 2006 con el mensaje de que todos los equipos de Uruguay de todos los niveles jugarían con una formación de 4-3-3, que según Tabárez era inherente a su historia y su identidad futbolística.

Esa gran estrategia le duró un solo partido competitivo. En el primer duelo de la Copa América 2007, Perú le dio a Uruguay una paliza de 3-0. "La realidad fue demasiado fuerte para nosotros", dijo Tabárez después de la derrota, y el 4-3-3 fue abandonado. El equipo quedó demasiado abierto. Entonces llegó el pragmatismo puro y los sistemas se fueron adaptando conforme a las características de cada rival, reconociendo de esta manera que el rival tenía más talento.

Uruguay se disponía a jugar desde un búnker.

Cuando volvieron a subir al escenario mundial como semifinalistas en el Mundial 2010, Tabárez estaba especialmente contento con una estadística. En casi todos los partidos, sus rivales habían tenido más posesión, pero Uruguay había tenido más remates. Y Uruguay permaneció contento en su búnker hasta mediados del año pasado, cuando se le cayeron las ruedas.

Bajo grave peligro de quedarse afuera de Rusia, Tabárez se volvió intrépido. Promovió a una generación de jóvenes mediocampistas, recientes graduados de la excelente labor que él su cuerpo técnico habían llevado a cabo en el sub 20, y cambió radicalmente las características del equipo. Uruguay de pronto se había convertido en un equipo más basado en la posesión. Se embarcaron a Rusia no sólo con la capacidad de trabajar resultados, sino de conquistar con estilo.

Sin embargo, un solo cambio en la formación ha alterado el equilibrio, y ha vuelto a acercarlos al búnker. Martín Cáceres, un viejo favorito de Tabárez, regresó al lateral izquierdo. Puede que haya tenido una lógica específica para el partido contra Egipto, en el que Tabárez suponía que Mohamed Salah desempeñaría alguna función, pero tuvo poco sentido contra Arabia Saudita.

En marzo, cuando Uruguay impresionó con sus triunfos sobre la República Checa y Gales para quedarse con la China Cup, el puesto fue de Diego Laxalt. Y tuvo algo de improvisación: Laxalt es más mediocampista abierto que defensor puro, pero tiene un pulmón enorme y, más importante aún, es zurdo. Esto le abre la cancha a Uruguay y le da más opciones en ataque. Es más, el ritmo y el dinamismo de Laxalt le permiten custodiar el lateral izquierdo, lo que significa que el mediocampista de ese lado puede meterse y colaborar como hombre adicional.

En ausencia de Laxalt, con Cáceres de lateral izquierdo, el mediocampista de ese lado juega más abierto y existe un peligro real de que Matías Vecino y Rodrigo Bentancur se vean superados tres a dos en el mediocampo central. Este desequilibrio ha impedido que Uruguay mueva la pelota por el medio de la cancha y gane fluidez ofensiva.

En el primer encuentro de Uruguay contra Egipto, el enganche Giorgian de Arrascaeta quedó sin socios y no pudo meterse en el partido. La introducción de Cristian Rodríguez para el duelo contra Arabia Saudita al menos le dio al equipo un zurdo en ataque, pero no resolvió el problema en el mediocampo central.

Laxalt entró en el segundo tiempo contra el equipo saudí para facilitar el avance de sus compañeros. Pero reemplazó a Rodríguez más que a Cáceres, de modo que el equipo no pudo reproducir la posesión fina y controlada que había logrado en marzo.

Tabárez todavía tiene tiempo de insistir con el equilibrio de su equipo para el resto del torneo. De todas maneras, es demasiado pronto para llegar a conclusiones con respecto al futuro de sus rivales, de manera que el partido del lunes contra Rusia va a ser un amistoso glorificado.

El Mundial realmente continúa para Uruguay el fin de semana siguiente, y será fascinante ver por qué perfil se inclina Tabárez. Pero bien podría conformarse con el hecho de que su equipo no tendrá la responsabilidad de tomar la iniciativa en el encuentro. En ese conflicto interno entre la audacia y el búnker, suele inclinarse por la seguridad.