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La sociedad que no defraudó

KAZÁN (Enviado especial) -- "Los buenos siempre tienen que jugar juntos". La máxima parece una obviedad pero no siempre se cumple. Menos aún en el primer nivel mundial, donde las presiones y los miedos son todavía más influyentes. Se necesitan convicción y un equipo confiable para juntar talentos para lograr que la cautela se transforme en audacia. Frente a Polonia, José Pekerman logró armar una estructura para juntar a dos cracks que por fin explotaron su sociedad: James Rodriguez y Juan Fernando Quintero.

Pocos seleccionados mostraron en esta Copa del Mundo un nivel colectivo e individual superior al que mostró la Tricolor en el partido definitorio contra Polonia en Kazán. Era una final en la que el perdedor se despediría y el ganador quedaría fortalecido. Colombia la jugó como tal, con el cerebro y el músculo necesarios en este tipo de compromisos. El sacrificio fue de todos, mientras que la inteligencia partió del diez y el veinte. Ellos manejaron los tiempos y fueron las usinas de juego.

James y Juan Fer se conocen desde la adolescencia. Tiraron su primera pared en 2004, cuando el cucuteño tenía 13 años y el paisa 11. Desde ese momento comprendieron que hablaban un idioma cada vez menos común: el de los números diez. En una época en la que proliferan los "interiores", los "extremos" y los mediocampistas "box to box", Colombia brilló de la mano de dos números diez clásicos. De esos que piensan más de los que corren y que no necesitan de ademanes demagogos para demostrar que saben jugar. En definitiva, esta es la clase de futbolistas que hacen del fútbol el juego más estético de todos.

Quizás, algunos entrenadores elegirían jugadores menos cerebrales y más físicos para un duelo de definición como el que la Tricolor jugó frente a Polonia. Porque es más fácil cuidarse que proponer. Pekerman no siguió ese concepto y pateó el tablero al poner juntos a sus dos enganches. De hecho, ni siquiera él utilizó mucho a esta dupla. Solo una vez entre Brasil 2014 y Rusia 2018 jugaron juntos y fue en un amistoso. Sin embargo, no tardaron ni un minuto en buscarse y encontrarse con la primera pared. A partir de allí, el fútbol fluyó como pocas veces.

"Algún día teníamos que jugar juntos, hoy se nos dio con el apoyo del entrenador y con jugadores importantes que hacen más fácil todo". Las palabras de Juan Fer encierran un deseo cumplido. Antes de la Copa ambos declararon sus ganas de compartir cancha pero los antecedentes les jugaban en contra. Casi siempre, el actual hombre de River Plate ingresaba por el de Bayern Munich, como si fueran caras de la misma moneda. La situación límite fue la que permitió la suma de sus calidades. Y no es la primera vez en la historia de los Mundiales que los diez se complementan. Siempre esos cuentos terminaron con finales felices.

El encuentro comenzó complicado para Colombia, porque Polonia buscó tener la pelota y saltar la presión. Le costó al equipo nacional acomodarse en el terreno pero cuando lo hizo manejó el trámite. En los primeros 30 minutos, luchó e impuso condiciones desde el carácter de los centrales y Wilmar Barrios, más el aporte invalorable de Juan Guillermo Cuadrado. Hasta que Quintero habilitó a Rodriguez, quien tiró un centro perfecto a la cabeza de Yerry Mina. Entonces, el 1-0 terminó de inclinar la balanza hacia el lado de la Tricolor.

El resto del partido se jugó como quisieron Juan Fer y James, quien se mostró totalmente recuperado de los problemas físicos. Ellos fueron los amos, sus cualidades se retroalimentaron. El primer tiempo fue del paisa, con sus toques certeros de siempre y la personalidad para pedir todas las pelotas. En ese período él se puso el equipo al hombre e hizo jugar a todos. En la segunda parte, con Polonia más abierto, dejó a Falcao de cara al gol y sumó una asistencia a su carrera mundialista. Entonces, llegó el momento del recital del cucuteño. Movilidad, inteligencia y otro pase gol lujoso, esta vez para Cuadrado.

No hace falta ser un genio para entender que ambos se complementan a la perfección. No sólo porque se conocen desde hace más de una década, sino también por sus características. Es cierto que son dos jugadores cerebrales, pero también lo es que tienen diferencias. Cuando Juan Fer se suelta, James es capaz de mostrar un gran despliegue para mover marcas y ofrecerse como oferta de pase. Quintero vive de la asistencia, está en su ADN, mientras que el diez es más finalizador de jugadas.

"Creíamos que esa sociedad podía ser importante. Hoy todo el equipo respondió. Ellos dos son jugadores con gran talento; se complementaron muy bien con todas las líneas del campo", declaró José Pekerman y en sus palabras se puede ver la idea de mantener esta sociedad. Por el bien de Colombia y de la Copa del Mundo, que así sea. Nos vamos a seguir divirtiendo.