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Colombia. un equipo versátil

SAMARA (Enviado especial) -- Para llegar lejos en una Copa del Mundo es fundamental tener variedad de recursos. Los partidos de este torneo presentan una dificultad superior y no se puede confiar solo en una virtud. La presión juega un papel mucho más importante que en otro tipo de competencias y por eso es necesario tener juego y cabeza. Sacrificio y talento. Recursos colectivos e individuales. La Selección Colombia ha aprendido a sacar adelante encuentros complicados gracias a esa versatilidad. Así se metió una vez más entre los 16 mejores.

Fueron tres partidos completamente diferentes los que afrontó el equipo de José Pekerman. El primero, contra el rival que parecía ser el más débil del grupo H, comenzó con un hecho que condicionó todo: la expulsión de Carlos Sánchez. La Tricolor logró acomodarse por momentos pese a la inferioridad numérica pero a la larga el esfuerzo físico pesó y nubló los sentidos. Fue una derrota dura que sirvió para fortalecer el carácter y, por paradójico que suena, terminó beneficiando al grupo.

En el segundo encuentro se vio todo lo mejor en cuanto a respuestas colectivas. En el comienzo del choque frente a Polonia en Saransk, hubo lucha y sacrificio para evitar que el rival crezca. Después del gol de Yerry Mina que abrió el marcador, Colombia comenzó a jugar y lo hizo a lo grande. De la mano de James Rodríguez y Juan Fernando Quintero, controló la pelota y el partido a su antojo y edificó una goleada lujosa. Fue una actuación perfecta porque hizo lo que pidió el trámite del juego en cada momento.

El partido del jueves contra Senegal en Samara fue el más difícil de todos, según los propios jugadores. Jamás le encontró la vuelta y siempre estuvo incómodo. EL cuadro africano impuso las condiciones durante gran parte y Colombia lo sufrió. Entonces, aparecieron dos de las grandes virtudes que encontró la Selección en esta primera fase: su personalidad y sus individualidades. Gracias a eso logró una victoria tan sufrida como celebrada.

"Ellos o nosotros", dijo Falcao antes de enfrentar a Colombia y la frase se convirtió en una especie de mantra. La repitieron todos sus compañeros y la transformaron en una manera de afrontar los dos duelos siguientes. Con ese esprítu salió a jugar ante Polonia y Senegal. Hay una virtud extra en este plantel y es la capacidad de adaptarse. Cuando hay que pelear, pelea y cuando hay que jugar, juega. Para lograr esto es fundamental estar firme en lo mental y esto es lo que sostiene las ilusiones colombianas.

El Tigre es el líder en esta faceta. Toca pocas pelotas por partido pero jamás se frustra. Pelea, aguanta, sostiene al equipo desde arriba. Su actitud se contagia y entonces cada uno de los futbolistas de la Tricolor se convierte en una pieza fundamental de una maquinaria solidaria y muy confiada en sí misma. Es una confianza virtuosa, muy diferente a la arrogancia de otros tiempos.

¿Pero qué pasa cuando ese carácter no es suficiente para ganar partidos? Simple. Aparecen las individualidades. Contra Senegal jugadas puntuales fueron las que lograron y luego sostuvieron la ventaja. No apareció el juego colectivo casi en ningún momento y entonces era necesario que se hicieron cargo los más talentosos. Allí fue cuando aparecieron David Ospina, Yerry Mina y Juan Fernando Quintero. Los responsables de los tres puntos obtenidos en Samara.

El arquero completó una gran primera fase. Después de un debut con dudas, apareció el mejor Ospina. Contra Polonia le sacó un mano a mano espectacular a Robert Lewandowski cuando el marcador sólo estaba 1-0 y frente a Senegal salvó el triunfo con dos atajadas después del gol colombiano. Antes y después, mostró tranquilidad y aplomo en las salidas y en el juego con los pies.

La aparición del central de Barcelona fue fundamental no sólo porque le dio una mayor jerarquía a la línea de fondo y potenció el nivel de Davinson Sánchez, sino también porque le sumó la virtud del juego aéreo a la ofensiva tricolor. Dos goles en dos partidos no es algo normal para un defensor en un Mundial. Y no fueron dos goles más. Fueron definiciones que abrieron marcadores, que sirvieron para tranquilizar a sus compañeros. El chocoano estuvo firme para sostener al equipo desde la última línea y certero para convertir.

Finalmente, el hombre de la Copa del Mundo. Juan Fernando Quintero está disputando el torneo de su vida. En cada uno de los partidos fue figura por su inteligencia superior y su enorme talento. El mediocampista paisa no solo es importante por su ya reconocida capacidad para dar pases gol, sino también por su forma de manejar los tiempos. Cuando Colombia juega a su ritmo, todo fluye mucho mejor. De los cinco goles colombianos, él marcó uno y dio dos asistencias, además de participar del primero frente a Polonia. Es uno de los mejores jugadores del campeonato porque entiende todo y actúa en consecuencia.

Se viene Inglaterra, un adversario superior a los tres de la zona. Colombia debe confiar en las virtudes que la llevaron hasta aquí: carácter, juego y buenas individualidades. Si cuando alguna de estas falla otra la sostiene el sueño será más posible.