<
>

Cartas desde Barcelona: Luis Enrique y la 're-evolución' de España

Luis Enrique fue presentado como entrenador de España. Getty Images

Sonriente y amable, alejándose lo más posible de su imagen tosca y en ocasiones desagradable que mostró algunas veces en la sala de prensa como entrenador del Barça, Luis Enrique se presentó este jueves como nuevo seleccionador español poniendo de manifiesto que “no me gusta la palabra revolución, prefiero hablar de una evolución necesaria”… Pero, sentado al lado de José Molina y Luis Rubiales quedó la impresión que el cambio va a ser profundo.

“Me gusta (dijo) hablar y consensuar con los futbolistas” para advertir, de manera inmediata, que al final “las decisiones las debo tomar yo” y abriendo la puerta a la continuidad de la columna vertebral y veterana del equipo nacional (a la espera de conocer qué pasará con Piqué), dejó claro que en la “lista de 70 jugadores” que maneja pueden existir no pocas sorpresas en la primera lista de convocados que ofrezca a finales de agosto.

Luis Enrique superó con solvencia, tranquilidad y calma su primer examen ante los medios de comunicación. Se le escuchó dos veces la palabra Real Madrid y algunas más la palabra Barça, en esa dicotomía eterna que significan los dos gigantes del fútbol español en el país y se apresuró en aclarar que “no soy anti nada” para borrar cuanto antes y de manera explícita la fama que le acompaña contra el club merengue… Por más que sea inevitable, imposible y hasta ilógico alejarle de su cercanía al Barça.

Llega a la selección española en circunstancias parecidas a lo que ocurrió en 2014 cuando sustituyó a Gerardo Martino en el Camp Nou. Si entonces tuvo que encabezar el despertar de Barcelona depresivo, ahora tiene el mismo reto en una selección cuya imagen en el Mundial de Rusia fue la mediocre continuación vista en el Mundial de Brasil o la Eurocopa de Francia.

La Roja, a la que suspira con recuperar el carácter de equipo y personalidad que, significó, le dio en su día el llorado Luis Aragonés, precisa más zarandearse que sosegarse y para ello nadie mejor que un Luis Enrique que si de algo es capaz es de conseguir poner en el primer plano a los suyos, para bien o para mal, y cuya frescura y claridad en el discurso es muy de agradecer.

Nadie le preguntó cómo reaccionaría en caso de recibir una propuesta como la que recibió Julen Lopetegui pero es fácil sospechar que su reacción no sería la misma. De la misma manera que se descubrió el nuevo orden en una federación que pretende cambiar muchas cosas, se comprobó que la personalidad, arrolladora, del nuevo seleccionador, no va a dejar pasar situaciones que considere nocivas.

¿El mejor ejemplo? “Eso es mentira. Orgulloso de ser gijonés, asturiano y español… ¡Y catalán!”, proclamó a la que se le quiso poner en el gran charco político. Se quiso convertir una frase suya en otra. Se pasó de un “los catalanes son muy adelantados en España” que dijo en una entrevista hace algunos meses dentro de un contexto social a un “los catalanes son superiores a los españoles”, simple y malintencionado al que salió al paso con agilidad.

“Lo que no haré es hablar nada de política… Porque eso es mentira. No me gusta la mala intención y es mentira lo que se ha dicho que yo dije”, sentenció firme un Luis Enrique que ni tuvo que preocuparse en alejarse de su felicidad en Cataluña para presentarse como el mejor garante de la selección española.

Fue, en la recta final de su larga presentación ante los medios de comunicación, un momento que se adivinó podía devolver al plano su mala cara… Y que supo, con destreza, driblar de la mejor de las maneras. Tal como hizo cuando se le insinuó su alejamiento, que rechazó de pleno, de Sergio Ramos o cuando se intentó que tuviera malas palabras para sus antecesores.

“Considero que se deben cambiar cosas y mejorar la faceta en ataque” fue su única concesión a que se le interpretase una crítica dentro de un mensaje muy claro. “La línea que separa el éxito de la derrota es un fina”, concretó, rechazando de plano la palabra fracaso “porque no me gusta” y dejando patente que su etapa como seleccionador va a significar un cambio profundo.

¿Revolución? ¿Evolución? Se puede llamar como se prefiera… Pero la España que viene va a ser muy diferente de la del pasado inmediato.