Fútbol Americano
Tim Vickery 6y

Argentina se equivocó con Sampaoli, pero ahora tiene tiempo para tomar buenas decisiones

Ahora que ha finalizado la etapa de Jorge Sampaoli como director técnico de Argentina, están comenzando a surgir más detalles sobre el caos que hubo en el grupo durante el Mundial.

Es evidente que la confianza se quebró por completo. Luego del segundo partido, una derrota demoledora por 3-0 ante Croacia, los jugadores, liderados por Javier Mascherano y Lionel Messi, habrían forzado una reunión para ventilar sus quejas: no tenían fe en el entrenador, en su idea de juego y en su excesivo nerviosismo.

Cabía esperar que la campaña argentina colapsara por completo a esta altura, pero las cosas mejoraron. Superaron a Nigeria para avanzar a la siguiente fase y medirse ante Francia en octavos de final, donde a pesar de haber sido claramente superados por el eventual campeón, no fueron humillados en la derrota por 4-3.

En síntesis, el elemento de autogestión que se instituyó tras el partido ante Croacia no dio lugar a una completa anarquía, sino que mejoró las cosas. Esto condena con bastante contundencia a Sampaoli, quien fue rápidamente despedido después del torneo.

No obstante, a mediados del año pasado había sido nombrado en un clima de gran esperanza. De hecho, de cara al Mundial, algunos en Europa seguían proclamando a Sampaoli como mejor entrenador del torneo.

Es cierto que tiene un CV impresionante, sobre todo por sus tres cargos anteriores, con Universidad de Chile, la selección de Chile y Sevilla. En estos tres casos, en entornos diferentes y ante desafíos diferentes, armó equipos estimulantes y exitosos.

Pero fue una elección muy extraña para la selección argentina por dos motivos, que deberían haber estado claros en su momento.

El primero tiene que ver con el corto plazo: la tarea de asegurar la clasificación a Rusia y garantizar un buen desempeño durante el torneo. Los éxitos de Sampaoli se habían basado en un solo modelo de juego: la presión alta con superioridad numérica en el arco contrario.

Es un modelo magnífico cuando funciona, pero conlleva el riesgo dejar al equipo expuesto al contraataque. Un simple vistazo del plantel argentino debería haber alcanzado para dejar en claro que la idea era incompatible con los recursos defensivos a su disposición. Argentina no tiene ritmo defensivo.

Sampaoli forcejeó con esta idea, haciendo cambios e improvisaciones sobre la marcha, intentando una defensa de tres, luego una de cuatro, usando extremos como laterales, etc. Pero tanto en los amistosos previos como en el Mundial en sí, siempre se topó con la incapacidad de defender del equipo.

En tales circunstancias, la solución que los jugadores le obligaron a implementar --una clásica defensa de cuatro con centrales jugando de centrales y defensores defendiendo-- fue la mejor que había a disposición.

La segunda razón se desprende de esta triste realidad. ¿Por qué eran tan pobres los recursos defensivos? ¿Por qué ha sido tan malo el proceso de recambio en la selección, que 15 de los 23 hombres que viajaron a Rusia tenían más de 30 años?

La respuesta radica en el declive de la selección sub-20. Tras haber ganado el campeonato del mundo cinco veces entre 1995 y 2007, últimamente la selección sub-20 de Argentina ha tenido un pésimo rendimiento, y esto se ha traducido al equipo mayor.

La urgente tarea a largo plazo de Argentina es revertir este proceso, y, tal como Uruguay hace tan bien y como Inglaterra ha empezado a hacer, debe usar sus inferiores para desarrollar jugadores.

Pero Sampaoli era una elección extraña para este desafío. Cuando estuvo a cargo de Chile su desempeño fue regular en este aspecto, en el mejor de los casos. Hubo poco contacto entre las inferiores y el primer equipo, e hizo poco para preparar a la generación que ahora debe tomar el relevo de jugadores de la talla de Alexis Sánchez y Arturo Vidal.

Pero Sampaoli ya se ha ido, y Argentina debe empezar de cero una vez más. Esta vez no hay necesidad urgente de rescatar una campaña de clasificación, ni partidos competitivos hasta la Copa América de Brasil el próximo mes de junio. Esta vez debería ser más fácil hacer las cosas bien. La AFA tiene la oportunidad de tomar buenas decisiones con respecto al entrenador y la estructura, apuntando a resolver los dos problemas en simultaneo para garantizar el crecimiento a largo plazo de uno de los países más exitosos del mundo del fútbol.

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