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Alexis Sánchez, un ejemplo de superación

De chico, cuando corría llevando una pelota de trapo por las calles de Tocopilla, Alexis Sánchez le decía a quien quisiera oírlo que iba a llegar a estar entre los mejores del mundo. Finalmente, el tiempo le dio la razón a ese niño que terminó llegando a lo más alto del fútbol mundial.

Tocopilla, que en quechua significa rincón del diablo, es una ciudad contaminada por la industria minera ubicada en el norte de Chile. Allí, en la casilla de madera y adobe que compartía con sus tres hermanos y con Martina, su mamá, creció Alexis. Guillermo, el papá, se fue a trabajar en las minas cuando Martina estaba embarazada y nunca regresó ni lo reconoció. Se encontraron recién cuando Alexis tenía 27 años.

En el barrio le decían “Dilla”. Algunos aseguran que el apodo provenía de “ardilla” y otros de “pesadilla”. En todo caso, era por su forma de jugar al fútbol: ya era movedizo, rápido, gambeteador y enloquecía a los defensores rivales. Cuando tenía diez años un tío lo llevó a entrenarse a una filial de Universidad Católica, pero Alexis extrañaba y volvió a Tocopilla. Hasta que lo fueron a buscar de Cobreloa, club en el que debutó a los 16 años. Un año más tarde pasó al Colo Colo, prestado por el Udinese de Italia, que ya lo había comprado cuando ni siquiera tenía 50 partidos en Primera.

La llegada al fútbol internacional era cuestión de tiempo y demoró muy poco. River se lo llevó con 17 años y aunque una rotura de ligamentos lo dejó tres meses sin jugar, sus buenas actuaciones fueron el trampolín a Europa.

En el Udinese estuvo tres años y tuvo un comienzo irregular, con dificultades para adaptarse. Pero tras jugar el Mundial 2010 con la selección de Chile dirigida por Marcelo Bielsa, varios grandes del Viejo Continente se interesaron en él.

Sin embargo, el club del norte de Italia lo declaró intransferible y no se equivocó. En la temporada 2010/2011 resultó una pieza clave para que el modesto Udinese terminara en el cuarto puesto de la Liga.

Después vino el turno de Barcelona: otros tres años con altibajos en los que por momentos pareció que tenía dificultades para adaptarse a la mágica sociedad de Messi, Iniesta y Xavi, y por otros brilló con goles y asistencias como las que le gustaba dar cuando jugaba en el desierto chileno.

Para entonces ya era la figura indiscutible de la Selección de Chile, en la clasificación al Mundial de Brasil y en la misma Copa del Mundo, en la que la Roja, con un gol suyo, tuvo contra las cuerdas al equipo anfitrión.

Tras el Mundial se fue a jugar a la Liga inglesa, que vio la mejor versión de Alexis a lo largo de tres años y medio en el Arsenal y luego, el Manchester United. Al mismo tiempo llevaba a Chile a lo más alto en toda su historia, con las coronaciones en la Copa América 2015 y la Copa América Centenario 2016.

En Tocopilla, donde sigue viviendo su familia y él regresa cada vez que puede, están las huellas de sus orígenes: la cancha del Lazareto donde jugaba de niño, las ruinas de la Escuela 10 en la que dijo “voy a ser el mejor del mundo”, y la sede del Arauco, su primer club. También hay una calle con su nombre.

Es el homenaje de su pueblo a alguien que jamás lo olvidó, colaboró con la reconstrucción después de un terremoto en 2007 y asiste permanentemente con obras y desde lo social, poniendo una condición: que todo lo que hace sea sin propaganda, sólo por el hecho de ayudar a su gente.

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