Las llaves de México, en manos ajenas

PANAMÁ (Rafael Ramos/ESPN.com) -- Salió ileso México, pero no sano. La aritmética del 0-0 le confina con sus siete puntos en sitio inestable y con un partido más. Panamá sigue en fila para la visa a Brasil.

México podrá descargarse de culpas hablando de posesión de balón y de opciones en el área. Pero la oratoria implacable del 0-0 le desmiente. Panamá acusó nerviosismo, tardó en adaptarse y cuando pisó terrenos promisorios, no fue capaz de terminar las jugadas por precipitarse en la entrega.

En la lucha, desesperada, incesante, intransigente, intolerante, el juego mantuvo un alto nivel de disputa física y táctica, y sólo, apenas, unos cuantos donativos de talento, como para recrear elogios en el desenlace.

Ahora México recibe a Costa Rica. La llave a la puerta mundialista sigue siendo ajena. En otras manos, con un partido menos y que además ya no se impresionan con las historias ancestrales del Tri.

LOS MAGOS, SIN TRUCOS...


A la intensidad del primer tiempo le sentó bien la intención. En ambos equipos. No hay reproche.

El trámite no se entretuvo en temores, pasó por encima de precauciones y temores. En realidad había una disputa encarnizada por la pelota, rabia por recuperarla, porque a final de cuentas, es requisito para las pretensiones de ambos equipos.

México encontró una ruta renunciando a otra que de entrada parecía más prometedora: cargó por derecha. Ahí, en el mismo ritmo, en el mismo idioma, con las mismas revoluciones, Chicharito Giovani y Aquino se atrevían a los lujos y a las embestidas.

¿Qué faltó? Serenidad. En los tres. Giovani para culminar sus arremetidas descarados con el pase preciso, y Aquino llegaba a fondo, pero la entrega siempre tenía domicilio equivocado.

Aún así, Chicharito tuvo dos. En esas condiciones y en esos terrenos donde acostumbra sentenciar. Y falló. Una de ellas una joya, recibe, encamina, desborda, pero el remate final, tras el encaje fino de la jugada, terminó con una pobre definición.

Panamá tenía respuestas más convulsivas y compulsivas. Tenía una ventaja: Gerardo Torrado, nuevamente, llega tarde a las coberturas; si bien adivina los relevos, pero no le alcanzan las piernas, y en el mano a mano cuando reacciona, el adversario parece velocista olímpico.

De ahí se apropió Panamá para encontrar el pasadizo, además de que Andrés Guardado se demoró en asistir a un Torrado cuyo mejor futuro es respetar su pasado.

En ese entorno, la mejor cosecha de México fue en lo físico. Agobiando la salida del adversario, no cayó en fatigas, y en el traslado del balón terminó por obligar a los panameños a desplazamientos largos, a sabiendas sin embargo de que la alquimia del horno húmedo es parte de su biología de desarrollo.

El 0-0 representaba hasta el medio tiempo un escrutinio sincero de la alternancia de mando en la cancha, aunque es un embustero en la generación de condiciones de gol.

LAS PUERTAS DEL SUICIDIO


El retorno abre dos puertas al drama. Panamá decide que es el momento de la embestida con los riesgos. Y México sabe que le van a alargar la cancha, pero también dejarán espacios más abiertos para el entonces irresoluto Guardado. Si había olor a suicidio era de incienso rojo.

Ya no sólo Torrado pide a gritos sofá y pantuflas. También Zavala, quien se desespera en la incapacidad de multiplicarse por dos, y especialmente porque llega para el Tri el momento clarísimo para aprovechar que Blas Pérez y Tejada dejan de asfixiar el manejo de recuperación y control en el fondo mexicano, y especialmente de ponerle grilletes al matrimonio Guardado-Salcido.

Ya en la madurez de una guerra sin víctimas, y un segundo sofocón de intensidad del juego, Penedo y Corona mantienen el rictus del empate 0-0 en el marcador. El gol es ya un ave de rapiña que sobrevuela voraz ambas áreas.

Con dominio territorial y de posesión, el Tri apuesta, presupuestalmente, por pausa con Ángel Reyna (por Gio) y con recuperación y salida, intencional e intencionadamente con Jerry Flores por un fundido Aquino; y buscó el amuleto con Aldo de Nigris por un Chicharito que no causo pena, pero tampoco cosechó gloria, a pesar de dos oportunidades claras. Chasco: porque entonces Panamá despoja y desarma al Tri y se ensaña por su lado derecho.

Queda claro el inmenso sauna del Rommel Fernández empieza a pasar sus honorarios, porque incluso en balones de área ambos equipos pierden claridad.

Al final, el 0-0 permite a México salir ileso, pero, las llaves de los andenes mundialistas, de momento, y con un juego menos, siguen en manos ajenas... y distantes.