Cruz Azul vence 1-0 al América en el primer capítulo de la final

Por Rafa Ramos

MÉXICO, D.F. -- Duelo de revólveres trabados. A Cruz Azul se le atoró en la cámara la bala del tiro de gracia al América. Al América se le quedó atorada la munición para igualar las heridas con Cruz Azul.

1-0, y Cruz Azul viaja al Estadio Azteca con una ventaja anémica. 1-0 y América montará la emboscada en su Nido, pero deberá encontrar la contundencia que ayer no tuvo.

1-0, obra del Chaco Giménez que anoche nuevamente se manifiesta como el símbolo de una regeneración celeste.

Así, este 1-0, este desenlace del Juego de Ida no desnuda el misterio ni el suspenso, por el contrario, le pone una nueva e insondable máscara de angustia al Juego de Vuelta.

UN NUDO...


El encuentro arranca con todos los agravantes de una Final: hay que ganarla como sea. El fin absoluta justifica los medios emergentes.

La lluvia se convierte en el invasor. No apaga las gargantas ni la conflagración festiva de la tribuna, pero condiciona pasajes de la cancha y la fluidez confiable del balón, afectando a un equipo que recorta la cancha como Cruz Azul, y a un equipo que recorta el trámite de ataque como América.

Minuto 15, Aldrete condicionado con amarilla. Era el riesgo de colocarlo ante Barrera al mover a Layún de zona. Aldrete estaría toda la noche un suspiro de retraso ante Barrera.

DISTANCIA ROTA...


Y el forcejeo en el pantano de la media cancha lo interrumpe Cruz Azul en el marcador. 1-0, minuto 18. América había amenazado con Sambueza, pero la respuesta letal llegaría en un tiro de esquina. El cobro de Pablo Barrera es una joroba impecable y encuentra al alpinista entre los rascacielos americanistas.

Y Chaco Giménez alcanza la cumbre antes que todos, antes que nadie. El cabezazo es seco. El sonido trepa y trepida. Es la onomatopeya del asesinato. El balón tuerce la cintura para esquivar a Moisés Muñoz.

1-0. Y el Azul vibra, se convulsiona. Encuentra la ruta a lo impensable hace siete semanas y a lo deseable hace 15 años, se acorta.

La reacción de América es más impulsiva que práctica. La complicidad en la marca sobre Sambueza lo inutiliza. Incluso le regatean desde el perfil, para asfixiarlo a zonas de desperdicio.

Y en el control celeste y el descontrol americanista, la apuesta desesperada llega a ser la artillería, por cierto sin potencia, sin puntería y sin sorpresa, que termina siendo apenas buscapiés que poco inquietan a Corona.

El descanso encuentra con la peregrinación al vestidor de dos equipos preocupados y en un drama compartido:

1.- América por su inoperancia y falta de sorpresa y penetración, castigada con y por el 1-0.

2.- Y Cruz Azul por un Chaco que arrastra la pierna izquierda: la rodilla se resiente en el choque con Jiménez que además le cuesta una amonestación.

ÚLTIMO ASALTO


El reencuentro muestra las preocupaciones sometidas, especialmente la de América.

Si bien Chaco regresa sin secuelas, el América regresa totalmente sano mental y futbolísticamente. Y deja constancia de inmediato.

En los 12 primeros minutos, el Águila, herida, desata un asalto en vendaval sobre la meta de Cruz Azul.

Y en remates ansiosos de red, de Benítez, Sambueza y de Jiménez, de un largo pelotón de fusilamiento, entre un sublimado Corona, la fortuna y ese terreno sombrío de lo inexplicable, el balón era un mortero que nunca hacía blanco en el marcador, mientras la tribuna azul se debatía entre soponcios y gritos de aliento implorando el despertar a esas huestes celestes que dominaron el primer tiempo.

En el desborde del juego en intensidad, empieza el nerviosismo a estrujar el criterio del árbitro Jorge Pérez Durán, al perdonar faltas, entumecerse en tarjetas, e incluso le receta una amarilla a Aquivaldo Mosquera que de haberse atrevido la debió elevar a la categoría de roja por el cabezazo al Chaco.

Entrando al último cuarto del juego, Chaco Giménez juega a puro valor, es evidente que ya no participa en desarmar adversarios, aunque con ese resto que le queda genera contragolpes, y gracias a torpeza del Maza Rodríguez, alcanza a colocar a Chuletita a los 69', en el portón de la gloria, sólo ante Muñoz, a su perfil, pero Orozco la golpea por error y con horror. Ese yerro puede dimensionarse en el juego de vuelta. Este jueves podría haber sido un clavo en el ataúd del América.

Y así todo queda abierto. Es la seducción de las finales. Cruz Azul aún deberá ser inteligente y extralimitar sus recursos y compromisos. Y América invocará el amparo del Azteca, de su gente, de la urgencia, de la astucia. La Final, como todas, se juega con la misma baraja, con los mismos tahúres, pero con distintas mañas.

Por eso, vale insistir, el desenlace del Juego de Ida no desnuda el misterio ni el suspenso, por el contrario, les pone una nueva e insondable máscara de angustia.