Batacazo en el Camp Nou

BARCELONA (Jordi Blanco, corresponsal) -- Roto por el medio, el Barcelona quedó a la intemperie y cedió el liderato ofreciendo la peor de sus versiones. Un Celta organizado atrás, firme en el medio y atrevido en ataque asaltó el Camp Nou por primera vez en su historia liguera, por cuanto su única victoria en el torneo, en octubre de 1941, fue en el viejo estadio de Les Corts.

El Barça ya no es líder, pero la peor de las noticias, junto a una derrota que no veía la hinchada en casa desde el mes de febrero (el Valencia venció 2-3) es que su juego no recuerda para nada a la personalidad propia de este equipo, que jugando con mayor o menor acierto mantuvo en los últimos años una filosofía muy concreta y que ha saltado por los aires.

A falta de 25 minutos, ya con el Celta por delante y la hinchada desesperándose, metió mano Luis Enrique al asunto dando entrada a Xavi por un desconocido Rafinha, pretendiendo recuperar el dibujo para darle al veterano centrocampista la llave del juego. Se aventuraba ya tarde ante tal desaguisado porque lo visto hasta entonces derrumbó el optimismo del más acérrimo hincha azulgrana.

La 'doble R' (Rafinha y Rakitic) se demostró un fiasco por cuanto el Barça jugó estirado a más no poder, sin conexión entre sus líneas, con Busquets tan desasistido en defensa como inconexo en ataque y Messi, siempre Messi, obligado a tomar un papel de líder total que catapultaba al primer plano la falta de recursos tácticos del equipo.

Mientras el Celta fiaba su suerte a la organización y asociación, en clave azulgrana el partido se adivinaba pendiente de una genialidad. Cuando delante se juntan cracks como Leo, Neymar y Suárez todo debe ser posible y a falta de fútbol su calidad pudo desnivelar la balanza para el oscurecido equipo de Luis Enrique.

Neymar disparó al palo como un rechace de Jonny a remate de Messi se estrelló también en el travesaño. A ello se añadieron hasta 4 buenas intervenciones de Sergio bajo los palos pero esas ocasiones, casi siempre, llegaron a base de arrebatos.

Cada vez más vertical, menos asociativo y sin noticias del rondo que le llevase a la cima del fútbol mundial, el Barça entró en una dinámica peligrosa. Pero no solo en lo que a este partido se refiere, sino, peor aún, en lo que pueda esperarse.

"El Madrid combina como el Barça y el Barça corre como el Madrid" se escuchó lamentar en el graderío de un Camp Nou en el que alumbraron los primeros pitos de la temporada, sobre todo a la que en el minuto 78 Charles pudo sentenciar la victoria de un Celta cada vez más cómodo.

Al equipo de Berizzo, que aún no conoce la derrota lejos de Balaídos, le ayudó sin disimulo el nulo plan azulgrana. Avisó dos veces en la primera mitad, bajo el mando de Nolito, y fue él, ex azulgrana y que alcanzó su mayoría de edad futbolística en el Barça B a las órdenes precisamente de Luis Enrique, quien rompió el partido, llevándose un balón con lucha en la frontal azulgrana y regalando una asistencia de tacón maravillosa para que Larrivey marcase el 0-1.

Silencio sepulcral en el graderío, miradas fijas en Luis Enrique, Xavi con la mirada perdida en el banquillo, Suárez animando a Messi... Pero nada más. ¿Y el fútbol? ¿Dónde lo dejó el Barça?

A balón parado llegaron sus mejores opciones, con otro lanzamiento de falta de Leo que rozó la cruceta y más tarde un disparo seco de Suárez que envió a corner Sergio, que redondeó una fantástica noche en el Camp Nou.

El Celta, que apenas había ganado una vez en el Camp Nou, un partido de Copa en 1977, estrenó su casillero de victorias ligueras en el imponente recinto azulgrana, donde se encontró con un Barça desdibujado y que de tan vertical que jugó acabó cayendo por la pendiente de la mediocridad.

Si París fue un aviso y Madrid un tropezón, la derrota ante el Celta podría contemplarse como el derrumbe de una apuesta, la de Luis Enrique, que empieza a dar los peores síntomas.