Barcelona golea a ritmo de Messi

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BARCELONA (Jordi Blanco, corresponsal) -- El Barcelona cerró el año liguero recortando tres puntos virtuales al Real Madrid tras derrotar al Espanyol en un derbi que se acabó cuando lo decidió Leo Messi.

El campeón se encontró a un rival respondón, que se mantuvo en pie tras el 1-0 de Suárez y que alcanzó los 20 minutos de la segunda mitad con cierta esperanza. Una esperanza que se acabó de sopetón, en cuanto la magia azulgrana se hizo presente.

Messi, que cerró el marcador, se soltó en el 2-0, que nació de una jugada comenzada por Iniesta y acabada por Suárez tras el rechace de Roberto al disparo de una Pulga gigantesca, que en la corona del área maravilló con hasta cinco regates imposibles y mágicos antes de que el sustituto de Diego López rechazase su disparo.

Hasta entonces se había mantenido dignamente en pie el Espanyol, que no se descompuso tras el 1-0 a los 17 minutos, en un majestuoso pase profundo de Iniesta, que cual quarterback le puso el balón para que la velocidad de Suárez desequilibrase el marcador.

Antes de ese gol pudo apreciarse, digno de aplauso, el atrevimiento táctico del Espanyol, acaso demasiado penalizado en un marcador final que no debería ocultar su apuesta. Obligó a Luis Enrique, sobre la marcha, a variar sus planteamientos. Y no se rindió hasta mediado el segundo tiempo, derrumbado por un par de hachazos que condujo Leo en apenas dos minutos.

Los primeros diez minutos, novedad, no dieron a pensar cómo acabaría el derbi. Dos lanzamientos de esquina y dos remates del equipo de Quique provocaron que el entrenador azulgrana decidiera retrasar la posición de Iniesta y convertirle en una figura poco recordada.

Una versión moderna entre Schuster y Koeman, levantando la mirada desde su propia zona de medios esperando la carrera de Suárez o Neymar para lanzar pases tan profundos como excepcionales, mostraron que los registros de Andrés Iniesta son infinitos en este Barça.

La igualdad se mantuvo hasta el descanso, con mayor presencia del juego en terreno periquito, a veces con sus jugadores encerrados en el área temerosos de la esperada genialidad de Messi, poco acompañado por Neymar y que no pudo acabar de sentenciar.

Lo dejó para el segundo acto. Porque si la segunda mitad comenzó con un juego más lento y falto de electricidad por parte de ambos equipos, en un abrir y cerrar de ojos se encendió en clave culé, cuando se sentenció el choque.

Iniesta se acercó a la corona del área y fue derribado pero se mantuvo el balón en juego para que Messi hiciera su obra de arte particular. De Javi López a Aaron,

pasando por Javi Fuego y Diego Reyes, Leo se marchó de quien quiso para entrar en el área y rematar seco y raso. Roberto rechazó y Suárez, atento, remachó el 2-0. Sin tiempo a digerir el golpe el Espanyol, un pase de Neymar a Messi acabó con el balón rebotado a la banda izquierda del área, desde donde Jordi Alba soltó un obús cruzado que acabó con el 3-0.

Para entonces ya no estaba en el césped Diego López, lesionado en un choque con Suárez, y había empezado a recular el equipo blanquiazul, penalizado con crueldad en el marcador a pesar de su buen tino futbolístico. Inferior pero valiente.

La diferencia entre unos y otros se manifestó de entrada en Iniesta... Pero definitivamente fue personalizada por Messi, gigantesco y excepcional para decidir primero el triunfo y llevarlo a la goleada después.

Leo marcó el 4-1 definitivo para trasladar su nombre a un marcador que debía tenerle, por fuerza, como protagonista. Alma del 2-0 e iniciador del 3-0, cerró la noche con esa magia que a cada partido del Barça sigue regalando.