Cuna de Lobos

CULIACÁN (Por Carlos Barrón) -- El ascenso de Lobos BUAP no se discute, como tampoco el logro de Rafael Puente Junior, el técnico más joven en conquistar la cima en el circuito de plata con un proyecto al que le bastaron siete meses para cuajar. Ni siquiera un comienzo dubitativo en el partido de vuelta ante Dorados transgredió la esperanza de un puñado de jóvenes dispuestos a morir en el campo.

De ir abajo por dos goles, los Lobos tomaron la velocidad de un crucero y empataron el encuentro en el Estadio Banorte, lo que bastó para que combinado con el 1-0 en la ida, les otorgue el derecho a la Primera División.

Todo ganador merece letras mayúsculas, sobre todo tratándose de un campeón silencioso, aquel equipo que jamás partió como favorito, que su nómina no trascendió por los costosos sueldos o que siquiera, tenga una vasta historia tras de sí. Máxime cuando en la final lo orillaron al límite de sus exigencias y respondió con soltura.

Repuestos de un sorpresivo autogol olímpico donde el portero Canales puso la temblorina en todos sus compañeros, los Lobos mostraron un verdadero cromosoma de primera división. Aún así, con toda y la calma que pudieron poner en el terreno de juego, se vieron sacudidos por un segundo tanto de Gabriel Hachen. Los Dorados de Gabriel Caballero, en su tierra sinaloense, de banda y tambora, ya empezaban a descorchar las botellas anticipadamente.

Pero los Lobos de Puente templaron la batalla. Sin desistir en los intentos comenzaron por empujar al rival hacía su portería. El partido no fue un simposio de futbol en todo caso pero estuvo plagado de emociones, particularmente en el segundo tiempo, cuando los Dorados se vieron obligados a reinventarse.

Un gol a puro riñón de Diego Jiménez y luego otro para enmarcar de Amaury Escoto en una bella volea pusieron las cosas particularmente fatales para los de Sinaloa. Fue admirable la lección de los Lobos para neutralizar a su adversario callando la música del estadio, al tiempo que poco a poco fueron enroscando el juego como más les convenía.

El segundo lapso fue una batalla psicológica, con los Lobos atrincherados en su área pero listos para correr en el contra ataque. Tanta gente provocó que la portería pareciera un espejismo para los Dorados que de las oportunidades que tuvieron, se quedaron a centímetros de empujar la pelota para el empate.

Con el paso de los minutos, se fue desarticulando el equipo de Gabriel Caballero, sumido en la impotencia, agarrados a los arrebatos cuando veían que el tiempo se agotaba.

No hubo siquiera el espacio para un centro venenoso o el constante amasijo de fuerzas en el área de los Lobos, bien productivos a la hora de defenderse, apelando a la gesta heroica de ganar en tiempo récord con un entrenador en ascenso. En cambio, se mostró una roja para Ortiz, desmoronando la última esperanza de Caballero en el banquillo.

En la banca de al lado, levantó el puño un joven entrenador del que se tiene mucho potencial por delante y varias esperanzas en lo subsecuente y al que pocos le creyeron en un momento dado en su vida.

Decían que el pasado de Rafael Puente Junior era más de actor de telenovelas, si acaso es así, el guion que tiene ahora por delante es halagador.

Él hizo de este equipo, una cuna de lobos, algo tan salvaje y pasional como esa vieja historia de la pantalla chica.