Panenka, de paseo por el Azteca

MÉXICO (Carlos Barrón / ESPN.com.mx) -- La presión por ser el goleador del América le ha trabado las piernas y le ha puesto espesa la cabeza a Silvio Romero, uno de los protagonistas del bullicioso clásico capitalino que ganó por tercera ocasión consecutiva el América a los Pumas.

Romero tiró un penal sacado de la manga por el árbitro, al estilo Panenka, ese cobro suave y de estética que si se hace bien, queda como una pintura de galería, pero que sí se malogra, hace ver a cualquiera en ridículo.

Alfredo Saldívar ataja penal de Silvio Romero en el América-Pumas.
Alfredo Saldívar ataja penal de Silvio Romero en el América-Pumas.
Imago 7

Pues bien, Romero quedó caricaturizado y tuvo que venir Cecilio Domínguez, la nueva figura de este equipo, a saldar la deuda de su compañero al cobrar de la misma forma pero con efectividad, aderezado de un duelo verbal con Alfredo Saldivar.

El cartel de un clásico empujado por el odio histórico hizo una puesta en escena chispeante. Los dos equipos, aún sin su mejor acabado, salieron a brindar un juego intenso y emotivo, primero con mucha fuerza y faltas y después con goles y velocidad.

Los Pumas, que evidentemente llegaban apresados por la expectativa, respondieron mejor de lo esperado, incluso sobreponiéndose al primer tanto de Oribe Peralta.

Oribe Peralta festeja su gol ante Pumas.
Oribe Peralta festeja su gol ante Pumas.
Imago 7

El problema desde hace tiempo, todavía en la era donde gobernaba Darío Verón con mano de hierro, es la banda derecha, Josecarlos Van Rankin no sabe ejercer el arte de la marcación y mete en muchos conflictos a Gerardo Alcoba, que se tiene que multiplicar en todas las zonas.

Por ese lado diestro, Peralta recibió con la pierna derecha y con esa misma definió.

Pumas sigue siendo el mismo. Su cara es la de Nicolás Castillo, un búfalo forrado de músculos pero con la agilidad del lince. Con la fibra a tope en cada ataque, el chileno es un ferrocarril fuera de control cuando va de frente, sus movimientos lineales no tienen mucha imaginación pero sí una sobredosis de peligro.

Nicolás Castillo festeja gol ante América.
Nicolás Castillo festeja gol ante América.
Imago 7

Le ayudó Formica que le abrió espacios y en menor medida Calederón y Rabello. Da lo mismo con Castillo que se necesita sólo a sí mismo para hacer daño. Su trinchera es su propio cuerpo. Fabrica jugadas y terminaciones, aunque el resto de sus compañeros se complazcan en ver correr la pelota y replegarse durante varios tramos del partido.

Palencia, en un momento dado, no sabe qué hacer con el cubo de rubik ni encontrarle un solo color a su equipo.

Castillo le empató el partido tras un vergonzoso remate de Formica que corrigió con la cabeza mandándola al fondo. De ahí en fuera, Pumas tiene que trabajar mucho para corregir el cauce.

En el contexto de un partido vibrante apareció el error del silbante Erick Miranda. Imaginó una falta o una mano de Alcoba, vaya usted a saber y le puso un moño al penal del América.

Silvio Romero intentó recuperar la autoestima y en su lugar le quedó un devastador recuerdo. En 1976, Antonín Panenka inventó una forma de cobrar un penal. Cruzaba apuestas con el portero Hruska del Bohemians, el equipo donde jugaba. Lo hacía por cervezas o chocolates.

Se trataba de un tiro suave al centro, tocando el balón con la punta del pie y fintando con la cadera, observando siempre que el portero se venza a un lado.

Una jugada tan simple como emocionante que le valió una Eurocopa ante Alemania.

Cecilio Domínguez, al que le sobra desparpajo, hizo la jugada mágica en el Azteca. Mostró su cadencia y técnica, el balón entrando a buena altura y en parábola, se lo recalcó a Saldivar quien no tuvo suerte en la segunda ocasión, esta vez, bien marcado el penal.

América ganó de nuevo a Pumas. Quizá Panenka en su natal Praga, se despierte y vea en internet que su disparo apareció dos veces en un mismo partido en México.