El Atlético, de nuevo en la gloria

Hace dos temporadas, el Atlético de Madrid, uno de los clubes más grandes del fútbol español, bajó a Segunda y a sus publicistas se les ocurrió acuñar el original eslogan de "Un año en el infierno". La espera duró al final dos, pero ahora está de vuelta

MADRID -- Si visitas el infierno aunque sólo sea brevemente, siempre te quemas.

Hace dos temporadas, el Atlético de Madrid, uno de los clubes más grandes del fútbol español, bajó a Segunda y a sus publicistas se les ocurrió acuñar el original eslogan de "Un año en el infierno".

El eslogan aludía a la seguridad de que un club que había sido nueve veces ganador del título de Liga de Primera División no podía estar más de una temporada en Segunda.

Las previsiones se incumplieron y el Atlético de Madrid "ardió" dos años en Segunda, en una verdadera prueba de fuego que superó el último domingo de forma brillante, ya que se aseguró el ascenso a falta de cuatro jornadas para el cierre del campeonato.

Respaldado por una de las hinchadas más fieles y entusiastas de España y con la dirección técnica en manos de Luis Aragonés, para muchos el mejor entrenador del país, el Atlético de Madrid pudo burlar la sombra del infortunio que en su primera temporada en Segunda le había dejado a las puertas de Primera en el último partido.

Su hinchada empezó a pensar que el eslogan del "infierno" había sido una ocurrencia infeliz de publicitarios desconocedores del fútbol y que había que prepararse para sufrir más quemaduras de las previstas.

Hasta que se anunció el fichaje de Luis Aragonés como entrenador.

Los abonos se renovaron masivamente y muchos aficionados, llevados de un entusiasmo desmesurado, plasmaron su seguridad en el ascenso en promesas de cortarse el pelo al cero. Hoy lucen rapadas cabezas, pero son felices.

Nadie duda de que una de las claves del ascenso ha sido Luis Aragonés, un técnico que tiene poco de Uri Geller, aquel artista que se hizo famoso con experimentos en los que doblaba cucharas con la mente, o de hada madrina de la Cenicienta, que obraba prodigios con su varita mágica.

Aragonés no necesita usar su fuerza mental para desviar balones ni varitas de colores para recuperar jugadores "quemados", levantar la moral de un suplente o frenar los ímpetus de un pupilo impaciente.

Le basta con su temperamento, tan fuerte que le impide andar con florituras. Su estilo es directo, alimentado por un empuje vital que exprime al máximo, poniendo el corazón a tope entre volutas de humo de cigarrillos que parece que nunca terminan de consumirse.

No se anda con medias tintas y sólo entiende el fútbol como un camino, a veces fácil, a menudo difícil pero siempre exigente.

"En el fútbol no hay pasado ni futuro, sólo presente, y el presente es ganar, ganar, ganar...", dijo hace dos semanas. Hasta doce veces repitió el infinitivo.

La receta no cabe duda de que le ha funcionado para devolver al Atlético de Madrid al lugar que le corresponde, por historial y títulos, en Primera División, donde ha jugado 64 temporadas por 6 en Segunda.

Nueve veces campeón de Liga, otras tantas de la Copa del Rey, una Supercopa, una Recopa y una Intercontinental, son avales suficientes para estar en Primera, aunque se le conozca como "el pupas" del fútbol español y tenga a su presidente y propietario, Jesús Gil, de proceso en proceso, con prisión incluida.

El apodo procede de una final maldita de la Copa de Europa, la de la temporada 1973-74, cuando el Bayern Munich se impuso en el segundo partido por cuatro goles a cero, después de que el primer encuentro terminara con empate a uno.

Una final vivida, y protagonizada, como jugador por Luis Aragonés, precisamente el que hizo soñar a los hinchas del Atlético al ejecutar en la prórroga -minuto 113- de forma magistral una falta al borde del área que colocaba a su equipo a las puertas del título europeo.

El gol dejó estupefacto al gran portero Sepp Maier, integrante de un equipo formidable en el que estaban Beckenbauer, Breitner, Hoeness y Mueller, pero el sueño de un Atlético en el que brillaban Heredia, Adelardo, Ufarte, Luis, Gárate e Irureta duró sólo cinco minutos.

En el 118, a falta de dos minutos para el final, llegó el empate alemán y el nacimiento de "El Pupas". Un disparo desde treinta metros del defensa central Schwarzenbeck batió a Reina y Luis debió de sentirse ya en el infierno, 28 años antes de la idea publicitaria.

Ahora le toca vivir de nuevo en la gloria. El Atlético regresa a Primera, una División donde los títulos se cotizan tan altos que a veces no basta con tener la sangre para conseguirlos.

Hay que sudarlos gota a gota, algo que el Atlético de Madrid al menos ya tiene ganado porque lo conoció a fondo durante dos temporadas en el "infierno".

- EFE

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