El hombre por sobre el deportista


Se inicia el Abierto Senior de los Estados Unidos y el golfista argentino Vicente "Chino" Fernández, al margen de lo que representa disputar un torneo de tanta trascendencia, nos habla sobre el difícil trance por el que atraviesa su querida madre

En la entrada del Club House dejé mi profundo sentir por sus enormes valores humanos y mi admiración por su espíritu luchador carente de límites. Me puse el gastado traje de periodista. Abrí la puerta y él estaba ahí, parado, recibiéndome con una sonrisa y un reproche: "Gordo, llega un minuto tarde".

Si no fuera por los hilos de plata que recorren sus bigotes y relucen en algunas partes de su cabellera, no me habría percatado del tiempo pasado, desde aquél enero de 1979, cuando lo vi ganar en Pinamar, en mi debut como comentarista de golf.

Nos sentamos en el bar, un aficionado lo invitó a jugar, pusieron un horario y me preocupé. Vicente "Chino" Fernández me miró, el mozo colocó las tazas de café sobre la pequeña mesa y en esa corta pausa mi preocupación fue en aumento.

¿Cuál era la razón de esa preocupación? En el fondo sabía que iba a tocar un tema muy difícil. Al "Chino" lo conozco muy bien. Durante más de 15 años colaboré con él en sus columnas en el Diario La Nación, donde contaba cada vuelta de los torneos de Europa.

Ese trato, casi diario, hasta de ser casi un correo familiar en épocas para nada abundantes, creó una relación muy especial, de respeto mutuo. Y la pregunta que me bullía en la mente me sonaba a traición.

Hablamos del sus ya superados problemas físicos: "Estoy casi como cuando comencé en el tour senior en 1996. En los últimos torneos ya comenzaron a aparecer los resultados". Hablamos de los próximos Majors: "Al comenzar el año uno siempre sueña con ganar un Major. La cancha del Abierto de los Estados Unidos no la conozco, pero la del Ford Senior Player Championship me gusta".

Pensé que había llegado el momento de ser valiente. Al fin, me decidí y, tras pedirle disculpas, le dije: "Vas a encarar un nueva etapa, tu madre no está para nada bien, se lo que sentís por ella, te conozco profundamente y debo preguntarte: ¿En cuanto te puede influir la situación de tu madre?"

Vicente recibió el impacto y expresó: "A mí siempre me costó mucho hablar de mis padres. Para mí siempre fue emocionante hablar de ellos. Emocionante porque lo que... Me estoy emocionando ya". Su voz se entrecortó y sus ojos se enrojecieron.

Carraspeó y continuó: "Tiene que ver lo que es mi madre como persona. Yo ya no la veo como a mi madre. La veo como a un ser humano excepcional. Por todo lo que realizó en su vida. No sólo por nosotros, sino por todo lo que le entregó a toda la gente que le tocó conocer.

"Yo tenía ante mi un gran dilema. Me voy o no me voy a jugar a los Estados Unidos. Creo haber hecho las cosas de la manera que mis padres me educaron, que en vida les he dado o intentado dar todo lo que estuvo a mi alcance, lo que es el respeto, el cariño, el amor de todo hijo y decidí viajar a los Estados Unidos.

"Pero, antes, al verla mejor, le pedí permiso para ir y me dijo: ´Andá. Si yo estoy bien. No me duele nada´. Para mí, por supuesto, fue un gran alivio, ir a pedir permiso a los 55 años para irme y que me diga que sí, que me fuera, que cumpliera con mis obligaciones y que para ella iba a ser muy lindo que pudiese ganar".

Su voz perdió consistencia y se apagó. Como si fuese un verdugo, volví al ataque: Si sucede lo peor mientras estás jugando el Abierto Senior de los Estados Unidos, ¿cuál va a ser tu reacción?

No dudó. "No sé cómo voy a reaccionar. Me estoy preparando para eso, porque de la misma manera que cuando estuvo mal hace tres años, la vieja nos viene preparando a todos para que aceptemos lo que es la ley de la vida, porque conoce muy bien a sus hijos.

"Voy a tener un enorme tristeza, pero también, si sucede durante el juego, el recuerdo de ella estará ahí, para que dentro de la tristeza, que significa perderla físicamente, sabré que es lo que ella quiere que haga y se que estará contenta porque yo cumplo con su pedido. Y tal vez, de ahí nazca la energía para poder superar ese momento.

"Todos los que la conocemos tuvimos la gran posibilidad de aprender mucho de lo que ella nos habló. Hoy todavía aprendo de ella. Esa es la riqueza más grande que nos pudo dar. Le repito. Ya no la veo como a mi madre. La veo como un ser humano excepcional".

El silencio se hizo tenso. Nos abrazamos. El se fue a practicar; yo salí del Club House del Buenos Aires Golf Club, me quité la gastada vestimenta de periodista. Conduciendo por la Autopista del Buen Ayre, recordé cuando hace un tiempo el Chino me dijo en su casa: "Pruebe este pan, Gordo. Esta calentito y lo hizo mi madre a los 85 años para satisfacer a su hijo".

Me pareció volver a oir a Tito Bartolomé, uno de sus primeros entrenadores, comentar: "La madre del Chino es una santa". Y el concepto de Monseñor Casaretto, obispo de San Isidro: "Es como la Madre Teresa. Ella es Catalina de Boulogne".

Cuando escribo esta nota faltan un par de días para comenzar el Abierto Senior de los Estados Unidos, mientras Doña Catalina Blanco de Fernández sueña en el lecho de un sanatorio con el triunfo de su hijo.

Puede ser que Ud. lea esta nota antes, durante o después del Abierto. La resultante será la misma. Supera lo deportivo, para comprender lo que siente, en momentos cruciales, un sencillo correntino, con problemas en una pierna desde su nacimiento, que llegó a ser un notable golfista transitando el camino indicado por el amor de sus padres.



EDUARDO ALPERÍN tiene 40 años de experiencia como periodista. Fue prosecretario de deportes del diario La Nación de Buenos Aires y cubrió los Juegos Olímpicos de Montreal 76, Moscú 80, Los Angeles 84, Seúl 88, Barcelona 92, Atlanta 96 y Sydney 2000. Actualmente es jefe de prensa del Comité Olímpico Argentino, cubre el área de prensa de ESPN Sur y es columnista de ESPNdeportes.com.

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Abierto Senior EE.UU.
martes, 26 de junio