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Copa Ryder en Paris: Europa confirma la fortaleza

PARIS (enviado especial) -- Los festejos aún continúan en Paris tras la épica victoria de Europa por 17 ½ a 10 ½ sobre Estados Unidos. Europa volvió a demostrar que la fortaleza de esa estirpe, que forjó Severiano Ballesteros a partir de su llegada al equipo en 1979, está intacta. Esa antorcha gloriosa pasó luego a José María Olazábal, quién la llevó varias veces con orgullo al triunfo, tanto siendo jugador como capitán. De él pasó a las buenas manos de Sergio García, uno que también hizo honor a la tradición con una gran tarea, hasta ahora como jugador. Probablemente sea el joven Jon Rahm el heredero señalado para marcar el camino en un futuro no tan lejano.

Qué cruel puede ser el deporte a veces. El festejo exagerado, en la mismísima cara del rival sufriente, cruza el límite del espíritu que debería animar a una competencia deportiva. También se aleja bastante del ideal de conducta que se espera de un golfista, un deporte que incluye en su reglamento un capítulo entero dedicado al comportamiento que deben tener sus adeptos.

Aunque no es una justificación frente a actitudes claramente antideportivas, La Copa Ryder, una competencia que fue exacerbando, hasta niveles impensados, la rivalidad entre Estados Unidos y una Europa unida, tiene implícitamente un reglamento más laxo. Esta tolerancia, por llamarla de alguna manera, tiene límites. El público, que cada vez es más numeroso, ha ido sobrepasando barreras en este aspecto. Los festejos por los tiros fallados del rival no están buenos.

Del lado de los jugadores, no creo que la actitud de Ian Poulter sea algo que le hace bien al golf. Tampoco la de Patrick Reed, no tan evidenciada en esta última edición, por obvias razones, pero que aún está fresca en la memoria de los aficionados.

Pero Poulter y Reed son excepciones. En general, los dos equipos han tenido una conducta ejemplar dentro de la cancha. Hay que destacar a Justin Thomas, fiero competidor que no necesitó gestos exagerados y que, aún en la alegría de una victoria vital para su equipo, fue empático con el rival caído. Lo mismo cabe para Francesco Molinari, el héroe del equipo europeo campeón.

La competencia ha terminado, una batalla que deja, como ocurre en toda guerra, muchos muertos y heridos. Y ahora es el turno de los buitres que caen sobre los restos para un banquete servido.

Esta es otra de las reglas implícitas de la Copa Ryder. La prensa debe castigar duramente al bando perdedor, criticando cada decisión que, con el diario del lunes, resulta más sencillo. Queda muchas veces el periodismo en el banquillo de los acusados por esta conducta. Pero por motivos quizá más ligados al ego que a la justicia, es un insensible y necesario espejo que, aquellos que eligen exponer sus vidas públicamente, con las eventuales ventajas implícitas de la fama, el poder y el dinero, deben tolerar y en el que deben aprender a mirarse para sacar las necesarias conclusiones, por más dolorosas que les resulten.

Dicho todo esto, es difícil evaluar la tarea de los capitanes. Hay muchísimos factores, conocidos y desconocidos, que intervienen en esta competencia y que hacen muy difícil calificar su desempeño. La victoria es el más objetivo y contundente elemento. Algo debe haber hecho bien Thomas Bjorn para llevar al triunfo a un equipo que, en los papeles y “golfísticamente” hablando, era el más débil. Algo o mucho debe haber hecho mal Jim Furyk para caer derrotado siendo el favorito.

Pero hay un área donde es posible hacer una evaluación objetiva. La Copa Ryder se trata de ganar puntos. Todas las acciones de los capitanes y su equipo deben estar orientadas hacia ese objetivo central. Hay ocho integrantes del equipo que no son elegidos, se clasifican automáticamente. Pueden o no gustarle al capitán, pero ahí están. Pero hay cuatro jugadores que ellos deben elegir a dedo. Cuáles son las variables que toman en cuenta para hacerlo serán siempre opinables. Pero al terminar el día domingo, al costado de cada uno de esos jugadores elegidos, habrá un resultado, los puntos obtenidos.

En el caso de Thomas Bjorn, las elecciones, en su momento cuestionadas, fueron: Sergio García, Henrik Stenson, Ian Poulter y Paul Casey. El español García, contra todo pronóstico trajo 3 puntos. El supuestamente disminuido Stenson aportó 3 puntos, Poulter, no tan bien como se esperaba, se llevó 2 puntos. Finalmente Casey, ganó 1 ½ puntos. Total de puntos obtenidos por los jugadores elegidos a dedo por Thomas Bjorn: 9 ½

El derrotado Jim Furyk eligió de manera políticamente correcta y sin tomar muchos riesgos. Sus elecciones fueron: Tiger Woods, Phil Mickelson, Bryson DeChambeau y Tony Finau. Debe haber pensado, si me salen mal, al menos tienen alguna lógica. Vamos a los resultados. Woods hizo 0 puntos. Mickelson hizo 0 puntos. DeChambeau hizo 0 puntos. Tony Finau hizo 2 puntos. Total de puntos obtenidos por los jugadores elegidos a dedo por Jim Furyk: 2.

Pero más allá de la baja calificación, hay tres jugadores sobre un total de cuatro que resultaron pésimas decisiones. Esto habla de una eventual falla perceptiva de Furyk. Falla que pudo haber afectado como un sesgo a muchas otras decisiones tomadas por él, antes y durante la competencia.

Woods estaba agotado física y mentalmente luego de su maratónico regreso al golf competitivo. No era tan difícil notar que nunca había jugado tanto golf en un año, ni siquiera en su apogeo. Jugó siete veces en las últimas nueve semanas. Demasiado para sus 42 años y su espalda reconstruida. Tiger debe estar muy arrepentido de haber venido a Francia.

Phil Mickelson estaba jugando muy mal. A pesar de haber ganado en México a principio de año y haber mostrado aquí y allá algunos flashes de buen juego, con un punto tan débil como su errático drive, no era un candidato para una cancha que demanda una precisión casi quirúrgica en las salidas. Fue una elección testimonial y casi honorífica en su momento, pero terminó siendo una humillación innecesaria para Mickelson. Perdió por escandalo junto a DeChambeau en los foursomes del viernes, no salió del cuartel durante todo el sábado y su último golpe en una Copa Ryder se hundió en la laguna del hoyo 16 para darle la victoria servida a Molinari. Mickelson es otro de los que, a la luz de los acontecimientos, hubiera preferido ver la Copa Ryder por TV desde su rancho californiano.

Bryson DeChambeau será, probablemente, una futura estrella del golf mundial, y un posible abanderado del equipo de Estados Unidos de Copa Ryder en los años por venir. Pero… ¿Era este el entorno ideal para sacar al ruedo un “rookie”? La Copa Ryder es match play. La cancha de Le Golf National está en las antípodas de las típicas canchas que el PGA Tour presenta, semana tras semana, para sus bien armados shows televisivos. ¿No podía Jim Furyk haber anticipado que la combinación de estos dos factores, sumados al entorno de hostilidad manifiesta que iba a recibir su equipo en Francia, podían ser demasiado para DeChambeau? Probablemente DeChambeau no esté arrepentido de haber venido. Debe haber sido una muy buena experiencia para él. El que seguro debe estar arrepentido es Furyk.

Finalmente Tony Finau. A él le caben las mismas consideraciones que a DeChambeau. Solo que, en su caso, el experimento salió bien. Como sea, creo que ni Estados Unidos ni Europa deberían elegir novatos para jugar de visitantes. Ya resultan demasiado riesgosos los novatos que se clasifican automáticamente como para sumar, voluntariamente, otro factor impredecible. Los “rookies” deben hacerse de abajo en la Copa Ryder. Tienen que hacer su bautismo de fuego en un entorno más amigable como siempre ocurre cuando son locales. Hay demasiada presión en esta batalla, ya se juegue en Estados Unidos o en Europa, pero el apoyo mayoritario de un público favorable es muy importante para un novato.

Quedarán para notas futuras muchas otras observaciones y conclusiones sobre esta notable Copa Ryder en Paris. Europa todavía festeja mientras la onda expansiva del duro golpe que recibió Estados Unidos tendrá, seguramente, impensadas ramificaciones y consecuencias. Pero hay algo que el equipo americano no registra a pesar de tropezar seguido con la misma piedra. Nunca hay que subestimar a Europa de local. La cautela y la humildad pueden conducir a muy agradables sorpresas. Expectativas desmedidas y poco realistas a menudo producen dolorosas decepciones.