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Fricción en la cúpula de los Lakers

LOS ÁNGELES -- Tocaron fondo. Los Angeles Lakers vas camino de completar la peor campaña de la historia de la franquicia si no consiguen superar el balance de .264 de la temporada 1957-58, cuando aún estaban en Minneapolis (en la actualidad, acumulan un .270). Apeados matemáticamente de los playoffs este martes, día en que se consumó el adiós a la postemporada más tempranero desde que recalaron en la ciudad californiana (1960), e inmersos en cuidados intensivos durante las dos últimas temporadas, se puede decir alto y claro que los Lakers han fracasado en el aspecto deportivo.

Si sólo fuera eso.

Lo que se palpa sobre la duela no es más que la extensión de una gestión que, además de dejar mucho que desear, cuenta con pequeñas fisuras en la gerencia. Lo que vemos es la punta del iceberg, debajo de la hecatombe hay una maraña submarina de egos, diferencias familiares, malas decisiones y apuestas suicidas que han sumido al plantel oro y púrpura en la crisis más profunda en décadas.

No exclusivamente porque se trate de la séptima ocasión en la historia de la franquicia en la que quedan fuera de los puestos de privilegio, tampoco por ser la segunda en la que repiten despropósito en campañas consecutivas (la anterior fue en la 1974-75 y 1975-76), sino por otros razonamientos determinantes. Impepinable es la consecuencia de aquel fichaje vetado de Chris Paul por los Lakers. Fue prohibido en diciembre del 2011 por el anterior comisionado, David Stern. Según su criterio, el seguir alimentando de éxitos a la que fue la meca del 'showtime' después de los dos campeonatos al hilo de 2009 y 2010, hubiera sido marcar demasiado las diferencias en la liga. El punto y final del asunto acabó con el armador en los Clippers y condicionó el futuro de los laguneros.

Tampoco admite discusión la apuesta a ciegas en la contratación de Dwight Howard y Steve Nash durante el verano de 2012, donde sencillamente los Lakers se pegaron un tiro en el pie. Jerry Buss, ideólogo de 10 de los 16 campeonatos de los Lakers trataba de superar una larga enfermedad y poco a poco, su hijo Jim Buss, fue tomando la batuta de las decisiones deportivas. De su chistera salieron esos dos conejos que no tardaron en volver a la madriguera. El uno, porque nunca soportó los retos de Kobe; el otro, porque su físico de 40 años de edad dependía de eternas recuperaciones y lesiones.

JIM BUSS ¿PERDIDO EN SU EGO?

Sumidos ya en un baile desesperado de coaches (Mike Brown, Bernie Bickerstaff y Mike D´Antoni), en un ambiente enrarecido y mientras se palpaba la debacle en aquella temporada 2012-2013, llegó el fallecimiento del Dr. Buss. Los herederos tomaron las riendas. De un lado, Jeanie Buss, quien se erigió como presidenta de la entidad; del otro, Jim, convertido en presidente de las operaciones de básquetbol y quien trabaja mano a mano con Mitch Kupchak.

Dicen los que le conocen que los egos del varón de los Buss son mayores que su preparación para el puesto que ocupa. Cuentan los que hablan bien de él que su amor por esta empresa familiar y el aprendizaje que ha tenido le llevarán seguir los pasos de su padre. Indican los que no le pueden ver, que su incompetencia condenará a la ruina deportiva a la franquicia y que sus deseos de emular a su progenitor se quedarán sencillamente en eso, en el mero sueño de un éxito imaginario. Son más los que le tiran piedras que los que le engalanan. Para colmo, las tensiones en la cúpula son cada vez más notorias.

Jim, el mago de la barbarie, el maestro de la chistera, nunca llegó a sacar de la misma a Phil Jackson a finales de 2012, con quien había llegado a un acuerdo verbal para que fuera el sustituto de Brown. Una llamada telefónica de madrugada al que ha sido el coach que le dio cinco anillos a los angelinos le confirmó que finalmente Jim se decantó por la solvencia de Mike D´Antoni. Se quedó tan ancho.

Además de convertirse en garante de la ilógica, el presidente de las operaciones de básquetbol tocó la fibra sensible de Jeanie, quien apenas tiene voz ni voto en las decisiones deportivas. El Maestro Zen y la propietaria son pareja. Ella dio su beneplácito para que viviera su tercera etapa como coach, incluso trató de convencer a un Jackson que de mostrarse reacio al principio, acabó ilusionado con la idea. Pero no. No y punto. Ni Jeanie, ni afición, ni lógica ni nada.

EL ULTIMÁTUM DE JEANIE

Contados los precedentes y envueltos en un presente esperpéntico, los Lakers han llegado al peor momento en décadas. Con Kobe lesionado, no hay líder. Tampoco hay equipo. Con semejante panorama, la gestión de Byron Scott es inclasificable (si nos dejamos llevar por la carga de minutos que le dio a Kobe en muchos de los 35 encuentros que jugó este año la Mamba Negra...), ni siquiera hay decisiones acertadas desde arriba.

El futuro de Lakers pasa por el draft (como queden más allá del quinto puesto para elegir lo pierden gracias a... redobles... el fichaje de Nash) y por la agencia libre. La adquisición de un novato no es suficiente, y en tela de juicio está la capacidad de Jim de lograr convencer a alguno de los suculentos agentes libres que campearán en el mercado. Si no lo consiguió el verano pasado, ¿por qué lo va a conseguir el que viene?

En fin.

En este bombo de interrogantes hay una cosa clara: a Jeanie le está saliendo humo de las orejas. Hace menos de una semana, la mandataria no escatimó en palabras en una entrevista con el compañero del L.A. Daily News, Mark Medina, y dio un ultimátum bastante claro a su hermano, a Kupchak y a todos los asesores que se encargan de construir el equipo.

"Me han asegurado desde el departamento de operaciones de básquetbol", ni siquiera utiliza el nombre de su hermano, "que el equipo será contendiente pronto. Si no conseguimos los objetivos, habrá cambios. No tengo razones para no creerles si me explican que será así. No entiendo qué les impedirá llevarlo a cabo".

Contundente.

"Le debemos a los accionistas, a los fans y a los socios el hecho de tener que movernos en una dirección diferente para que el equipo vuelva a ser contendiente. Nos comprometimos a que gestionaríamos el equipo de la manera en la que el Dr. Buss lo gestionó".

Dolida.

El ultimátum es claro y de no ser capaz de enderezar el rumbo, la grieta entre los hermanos podría ser irreparable. La principal perjudicada - o beneficiada- será la propia entidad, que asiste impasible a las fricciones y no llorará probables destituciones o guerras familiares si el fin último es el de devolver alegrías a base de títulos.

Esperanza.