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Marco Corleone, ídolo de la lucha libre mexicana

CIUDAD DE MÉXICO -- Mark Jindrak camina lentamente hacia atrás subiendo la rampa, midiendo la distancia entre la pista y el ring. Los niños estiran sus manos tratando de tocar sus botas. Las mujeres gritan desde sus localidades en primera fila al ver de cerca sus glúteos bien apretados dentro de una pequeña malla roja y negra con la leyenda ‘Marco’.

Dentro del ring, sus compañeros de equipo sujetan a tres aturdidos oponentes, que sacuden sus cabezas temiendo lo que vendrá. El público también lo ve. Crece un rugido. La gran pantalla detrás de él, hace una toma amplia de la carnicería que está por desarrollarse.

Con unos pasos de puntillas, Jindrak parte. Sus compañeros se apartan de los congelados oponentes, como si acabaran de cargar un mortero. Seis pies (1,80 m) antes de las cuerdas, Jindrak levanta el vuelo. Supera fácilmente la cuerda superior, ubicada a cuatro pies (1,20 m) de altura, retorciendo su cuerpo de costado dentro del ring.

Por un instante, en el aire, se convierte en Michael Jordan, su ídolo de la niñez: “Siento como que voy a hacer una canasta desde la línea de tiro libre".

Su cuerpo de seis pies seis pulgadas (1,95 m) y 265 libras (120 kg) cae sobre sus tres oponentes. Sus compañeros de equipo se arrojan sobre ellos y el réferi hace con firmeza la tres cuentas. El silbato suena y todo ha terminado.

Jindrak se trepa a las cuerdas en una de las esquinas del ring, abre sus brazos y absorbe todo. Los vítores de ‘Marco’. Las bocinas. Las mujeres que lo adulan. La adoración de la Arena México, el sitio sagrado de la lucha libre mexicana.

“Me hace sentir como si fuera una estrella de rock”, dijo.

Después de una década en el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), el principal circuito de lucha profesional de México, el personaje de Jindrak, Marco Corleone, es un ídolo.

Jindrak, de 39 años, está viviendo un sueño al sur de la frontera. Es el favorito de la afición de lucha libre. Una carrera de actuación está desarrollándose. Tiene una esposa hermosa y un hijo pequeño.

Es el gringo que tuvo éxito.


A JINDRAK NO LE FALTA confianza en sí mismo.

“Yo sé cómo hacer entusiasmar al público”, dijo detrás de la escena, desatando sus botas negras, altas hasta la rodilla. Se interrumpió, nos miró y preguntó, “¿Cuándo fue que el público gritó más fuerte esta noche?”

Básicamente, cada vez que Marco hizo cualquier cosa.

Es uno entre un puñado de luchadores del CMLL que gana con su estado atlético y ‘sex-appeal’. Es el arma contra los villanos gordos. Las peleas de su equipo de parejas siempre se basan en los movimientos que llevan su marca.

“Es simplemente perfecto”, dijo María José Herrera, una mujer de 42 años, ubicada a unas 20 hileras del ring, con su marido tímidamente sentado a su lado. “Es gracioso y encantador y se le nota cada uno de sus músculos”.

Los más intransigentes lo menosprecian, tildándolo de extranjero que no conoce el sutil arte de la lucha libre. Él no se preocupa.

“No merecen mi respeto. No los escucho", dijo Jindrak. "Todo lo que veo y escucho desde allí arriba, entre las cuerdas, es un mar de personas j-----mente enloquecidas".

Esta noche del viernes a principios de enero fue una de las mejores de las que recuerda recientemente. El público era muy ruidoso y numeroso, llegando a ocupar la sección superior de la Arena México. Pero a Jindrak le llevó varios años convertirse en un animador tan aceptado en México.

Para algunos estadounidenses, la imagen de lucha libre podría provenir de la película de Jack Black de 2006 ‘Nacho Libre’ que ridiculizaba la evocación de una época en que los enmascarados luchadores eran los súper héroes de la clase trabajadora mexicana. Las máscaras eran para esconder sus personalidades cotidianas -- vendedores de tacos, trabajadores de la construcción y empleados. En las décadas de 1960 y 1970, los mexicanos llenaban los estadios para ver a sus ídolos en persona. Luchadores como El Santo y Blue Demon eran las estrellas en la era dorada del cine mexicano, castigando los cuerpos de nazis e invasores extraterrestres.

Hoy en día, la lucha libre no tiene el mismo peso cultural. La asistencia de público es menor y el CMLL se esfuerza por conseguir espacio en los horarios centrales de la television. A pesar de ello, la lucha profesional en México todavía puede compararse con la WWE de Estados Unidos.

Hay técnicos -- caras de niños, los tipos buenos. Respetan las reglas y son respaldados por el público. Hay rudos -- villanos, los tipos malos. Infringen las reglas, hacen jugadas sucias y atacan a los árbitros, y sus victorias solo merecen silbidos e insultos. (El abucheo no es una costumbre arraigada en los deportes mexicanos).


JINDRAK LLEGÓ POR PRIMERA VEZ A MÉXICO después de una decepcionante salida de la WWE. Se había criado en Auburn, Nueva York (él afirma que el único hijo de la ciudad, más famoso que él, es William Seward, quien como secretario de estado fue responsable de la Adquisición de Alaska en 1867) y era un prometedor jugador juvenil de basquetbol. Pero cuando comenzó a aumentar su masa muscular, se decidió a probar suerte con la lucha.

A finales de la década de 1990, él era una de las promesas principales del programa de entrenamiento de la WCW, la Power Plant, junto con sus compañeros Chuck Palumbo y Sean O’Haire, también grandes y atléticos. Después de algunas victorias importantes en la WWE, Jindrak fue seleccionado para incorporarse a Evolution, un equipo que contaba con Triple H, Randy Orton y Ric Flair que se había formado en 2003. Pero en el último momento, fue excluído del grupo y su plaza fue otorgada a Batista.

“Yo era inmaduro”, dijo Jindrak en retrospectiva. “No sabía cómo comprometerme para trabajar en ese nivel. Yo sólo quería ser el payaso de la clase”.

Consideró la posibilidad de ir a luchar a Japón, pero finalmente llegó a México en 2006 para hacer unas pocas peleas con Johnny Stamboli, para revivir a un conjunto de la WWE llamado los Full Blooded Italians (Los Italianos de Pura Cepa).

Como sucede con casi todos los estadounidenses que migran al sur -- Jindrak era un rudo cuando llegó a México.

“Es muy difícil. Nosotros, los mexicanos, amamos a nuestros propios luchadores", dijo José Jair Soria, de 45 años y amplio tórax, y quien lucha bajo el nombre de Shocker. “Que un estadounidense venga a México y consiga que el público se entusiasme con él y lo ame, es muy difícil”.

Cuando era un integrante de los Full Blooded Italians, Jindrak adoptó el nombre de Marco Corleone y se quedó con él. Hoy en día es presentado como ‘El sueño de todas las damas, el águila italiana, Marco Corleone!’. Muchos fanáticos y fanáticas suponen que es italiano.

A fines de 2006, se enfrentó con Shocker en una lucha por la cabellera. Como era de esperar, Jindrak, el gringo villano, perdió. El público disfrutó en una catársis nacionalista cuando el estadounidense, físicamente superior, fue pelado por un mexicano.

“Tuvimos tan buena difusión en la prensa por esa pelea que cuando volví en enero de 2007, el público ya gustaba de mí”, dijo Jindrak. “Antes de marzo, yo ya era un técnico”.


UNA DÉCADA DESPUÉS, Jindrak y Shocker están en lados opuestos del ring en una lucha entre equipos de parejas. Shocker, el villano arrogante y hosco. Y Marco, el cara de niño sexy y confiado.

Los dos representan tan bien sus papeles de rivales como cualquier par de la CMLL. Cuando suena el silbato, Marco lleva sus manos a la nuca y comienza a girar. El lugar explota en gritos que estremecen los oídos mientras sus abdominales comienzan a ondular. Shocker sacude la cabeza disgustado y ataca. Se miden por un momento y, tan pronto Marco es arrojado a la lona, Shocker gira alrededor de él, burlón.

Cuando Shocker lanza a Marco contra las cuerdas, el altísimo estadounidense rebota y abre sus piernas al saltar fácilmente sobre la cabeza teñida del rubio Shocker, quien mide 5 pies 11 pulgadas (1,67 m).

“Hemos estado trabajando juntos durante casi 10 años, así que nos conocemos realmente bien”, dijo Shocker. "Sabemos lo que viene después de cada movimiento. Podemos hacer un relato con eso".

Con la lucha empatada después de las primeras dos caídas, cualquier fanático de Marco Corleone podría adivinar lo que vendría. Su final exclusivo: Air Italia para liquidar a Shocker y al público con su enorme salto.

“Los fanáticos lo aman”, dijo Shocker. “Todo lo que necesita ahora es que nos enfrentemos por un título”.

Después de una década en la CMLL, Jindrak no ha luchado nunca por un campeonato individual.

Presenciar una sola noche de lucha libre es un deleite y una obligación en la Ciudad de México. La indumentaria de los luchadores. La actuación hiperbólica. Las sorprendentes acrobacias de los rechonchos luchadores. El drama creado dentro de una lucha de 15 minutos es fascinante.

Pero en cualquier noche, es difícil seguir los guiones más allá de la lucha enfrente de uno.

No está claro quiénes son los campeones reinantes aquí. Los equipos de luchadores tienen nombres maravillosos -- La Peste Negra, Buffet de Amor, Perros del Mal -- pero son esporádicamente descartados. Luchando en el Buffet del Amor, Jindrak ganó un título de equipo de parejas y lo defendió 12 veces, pero el CMLL le retiró el cinturón al equipo cuando Jindrak participó de un choque múltiple de carros en 2013 y fue suspendido por seis meses.

No ha tenido la oportunidad de pelear por un título desde entonces. Parecería que ha llegado a su techo en el ring.

Jindrak habla mucho acerca de los legados. Puede hablar horas sobre la comparación de Jordan con LeBron. Puede citar a los mejores Dallas Cowboys de todos los tiempos. Y tratará de predecir su propio lugar en la historia.

Él es tan exitoso en México como ningún otro estadounidense lo fue. Pero Jindrak considera que su legado es otro. Desde 2009, él ha incursionado en un mundo que puede ser mucho más afín a la cultura mexicana que la lucha libre: las telenovelas. Estas dramáticas series de televisión hacen que las ‘soap operas’ (teleteatros) estadounidenses parezcan insulsas.

“Soy una sólida estrella B en las novelas ahora mismo”, dijo Jindrak. “Posiblemente una A pequeña. Pero solo necesito un papel adecuado para llegar a la cima”.


MIENTRAS CAMINAMOS EN UN CENTRO COMERCIAL a lo largo de la principal avenida de Ciudad de México, una bandada de mujeres rodea a Jindrak para tomarse fotografías con él.

“Oh, Dios mío eres tan guapo”, balbucea una de ellas. Él es dulce y amable con sus fanáticas que lo adoran, generalmente mujeres de mediana edad.

En una tienda de ropa de moda, mientras los mexicanos observan con curiosidad su cara familiar, Jindrak reproduce su gran escena en un programa próximo muy promocionado.

“Entro y con el rifle automático que tengo empiezo, ‘Bap bap bap bap,’” dice él, simulando la lluvia de proyectiles sobre un perchero de camisas de leñador antes de esconderse y correr detrás de una pila de vaqueros gastados. “Y grito, ‘¡No los queremos aquí. Vuelvan a su j---do país!".

Él hace la mímica de más disparos del terrorista anti-inmigrantes que representa en el programa que se desarrolla en Los Ángeles.

Su respiración se ha acelerado después de la actuación. Está concentrado y entusiasmado.

“Era mi primer papel en inglés y lo hice muy bien. Fue un jonrón. Me sentí tan cómodo haciendo eso", dice, golpeando su puño contra la palma de su otra mano.

Es un estilo que se adapta muy bien a la personalidad extrovertida de Jindrak. En realidad, hizo su irrupción en 2012 interpretando a un pandillero ruso llamado Ury. (Esto confunde aún más a los fanáticos sobre su verdadera nacionalidad. Para ser sinceros, su aspecto hace que parezca un familiar de Ivan Drago).

La gran oportunidad de Jindrak tuvo lugar gracias a un diálogo digno de un luchador: “Te voy a hacer picadillo”, un mensaje amenazador a un protagonista que trató de contrariarlo.

Su gruñona interpretación de Ury y el truculento eslogan cimentaron su lugar en las telenovelas. En los episodios siguientes, se podía percibir la expectativa de la audiencia cuando Ury amenazaba, “¿Sabes lo que va a ocurrir?".

“Te voy a hacer picadillo” gruñía.

Fue un torbellino. Las personas lo detenían para tomarse fotografías en la tienda de abarrotes. Le gritaban la frase que usaba como latiguillo desde el otro lado de la calle. Comenzó a aparecer en las revistas de chismes.

Pero nada está garantizado todavía. Al igual que la lucha, las telenovelas siguen un guión pero el éxito no está predeterminado. Lo mismo que con sus programas anteriores, Jindrak no sabe si lo volverán a llamar para otro papel. Cada grabación es una audición. Cada toma una emoción.

Jindrak está convencido de que es sólo cuestión de tiempo.

“No hay ningún espectáculo en la ciudad, ningún intérprete o grupo que provoque el tipo de reacción que tengo de manera regular”, dijo. “Los ruidos más fuertes de la noche en la Ciudad de México me pertenecen a mí, un extranjero. Tengo que capitalizarlo este año. Qué adrenalina, hermano”.

Unos pocos días después, él es llamado para reunirse con un importante director de cine mexicano. Se le propuso ser el ex novio de la protagonista en una película programada para ser exhibida a fines de 2017. En la reunión, invitó al director y al guionista a su siguiente lucha.

“El público se va a volver loco por mí otra vez, igual que la semana anterior" dijo. "Ellos verán el poder de mi grupo de fanáticos”.