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Argentina, con inteligencia y carácter

ESTAMBUL -- Camisetas de Rosario Central, Chacarita, Estudiantes de La Plata, Colón y Unión de Santa Fe, Olimpo de Bahía Blanca. Muchas de la Selección de básquetbol. Otras de la de fútbol. Tras algunos problemas con los encargados de la seguridad, también aparecieron las banderas. Neuquén, Punta Alta, San Francisco, Zárate, Córdoba, Santa Fe, Bahía Blanca, Chivilcoy, Chaco, Tres Arroyos. "Y ya lo ve, y ya lo ve, somos locales otra vez", cantaban los más de quinientos hinchas argentinos en el Sinan Erdem Dome de Estambul.

El himno brasileño vivido con respeto por los fanáticos albicelestes. El argentino, a puro grito. Tras el protocolo, un saludo amigable entre dos viejos conocidos: Rubén Magnano y Sergio Hernández, con una palmada en la cara del cordobés para el bahiense. Ya se habían abrazado en la tribuna hacía más de una hora.

El cariño de los hinchas apuntó primero al que más lo necesitaba tras su ausencia de cuatro partidos por enfermedad: "Obeeerto, Obeeerto" coreaban todos. Después, vino la ovación para el resto.

Ya desde el comienzo se vislumbraba un juego equilibrado. Se anotaba demasiado para lo que habitualmente planifican estos dos entrenadores. Argentina le negaba a Marcelo Huertas la generación de pases para los internos, pero le permitía lanzamientos cómodos. Y el base aprovechaba. También se lucía Leandrinho en ataque. Del otro lado, como siempre, Luis Scola y Carlos Delfino eran las referencias.

Las faltas de Pablo Prigioni y Fabricio Oberto eran el principal problema del seleccionado argentino. Por eso Hernández recurría a Luis Cequeira para defender y a Prigioni para atacar. El perímetro verdeamarelho sumaba una nueva amenaza con la efectividad de Marcelinho. Paolo Quinteros no lograba controlarlo y era el receptor de la furia de su director técnico. Huertas seguía lastimando y se iba al descanso con 18 puntos. Scola, sumaba 15. Brasil ganaba 48-46 con ocho puntos consecutivos en el cierre del segundo período.

Los hinchas argentinos, sin embargo, no lucían nerviosos. Y se prestaban al ya clásico karaoke de los entretiempos para cantar "We are the champions", de Queen. Sobraba confianza.

Ni los cinco puntos consecutivos de Brasil en el inicio del tercer cuarto apagaban las gargantas de los fanáticos albicelestes que se ubicaban detrás del aro en el que los brasileños concretaban su parcial de 13-0 para conseguir una diferencia máxima de 7 puntos. De a poco, y gracias a la facilidad para anotar del capitán Scola, Argentina achicaba la distancia. El tercer cuarto se cerraba igualado en 66 con una brillante penetración de Delfino.

Se disputaba un gran partido y faltaba lo mejor. El público estaba magnetizado con lo que veía. Sólo un trío de periodistas turcos enfocaban la atención en un monitor para gritar el segundo gol de Turquía ante Bélgica en el choque futbolístico por eliminatorias para la Euro 2012.

Ese festejo era tapado, al instante, por la canción que los gigantes argentinos suelen entonar en la arenga previa y ahora se trasladaba a las gradas: "Esta es la banda de la Argentina…". Se movían en grupo y contagiaban a los protagonistas. Los dos triples seguidos de Leandrinho para iniciar el último cuarto no callaban a los enfervorizados simpatizantes, que deliraban con las respuestas de Jasen por la misma vía.

"Esta noche cueste lo que cueste…" era el siguiente aliento. Y al equipo de Hernández le costaba mucho. Pero para destrabar el empate aparecía Leo Gutiérrez con un triple vital. Oberto, que había hecho un trabajo defensivo impecable, se daba el lujo de acordarse lo bueno que puede ser en ataque en el momento más caliente. Y después, el solo de Scola para el cierre y el delirio: ocho puntos en tres minutos y un robo fundamental a Leandrinho. Para ponerle suspenso, Huertas metía un triple imposible, pero el ala pivote de los Rockets era víctima de una nueva falta y desde la línea convertía el primero y aunque intentaba fallar el segundo también acertaba. Una vez más, era su noche. El máximo anotador de Turquía 2010 y de la historia de la selección argentina en mundiales, cerraba su planilla con 37 puntos. Sí, además de ser el héroe del triunfo de su equipo, sumaba otro récord. Superaba en dos unidades la marca de Alberto Desimone, quien le había convertido 35 a México en Río de Janeiro 1963 para tener el registro más alto en anotación de un jugador argentino en un partido mundialista.

El final se transformó en locura para los hinchas. Los jugadores se sumaban a la celebración. La alegría era contagiosa y nadie quería salir inmune. Los síntomas eran emoción y lágrimas.

"En una noche así, siento que las tengo que tirar todas", aseguraba Scola con una gran sonrisa ante las cámaras de televisión. "Con el equipo jugando con esta inteligencia y este carácter me animo a todo", se envalentonaba Delfino.

"Ahora hay que pensar en Lituania", coincidían las estrellas argentinas. Sí, es cierto, antes del inolvidable triunfo argentino hubo un partido en el que los lituanos dejaron en el camino a los chinos. Pero lo vivido en la noche turca con el éxito que aumenta la supremacía de Argentina sobre Brasil en mundiales (4-1) hará que todo lo demás que haya ocurrido este 7 de septiembre en Estambul se borre de la memoria. La leyenda de la Generación Dorada se agiganta con un nuevo capítulo que habla de cómo ganar con inteligencia y carácter.

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