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La solitaria historia de Rigondeaux

Guillermo Rigondeaux se fue de Cuba, pero su familia tuvo que quedarse. AP

La primera vez que Brin-Jonathan Butler se encontró con Guillermo Rigondeaux, dos veces medallista dorado olímpico para su Cuba natal, no lo reconoció. En el pequeño gimnasio Rafael Trejo a cielo abierto en La Habana, una figura desaliñada se dejó ver en la puerta, con una gorra negra sobre su cabeza, y una camiseta falsa de diseñador sobre su pequeño marco físico. Butler, que había venido a La Habana para filmar y entrevistar a otros famosos boxeadores cubanos, le preguntó a Hector Vinent -- que también fue medallista dorado en dos ocasiones y ahora era entrenador en el gimnasio -- quién era ese hombre, asumiendo que Rigondeaux era un deportista local.

"Ese es el mejor boxeador que jamás haya vivido", dijo Vinent.

Rigondeaux, educado y sonriente, se acercó para saludar. Sus dientes de oro brillaban en su boca. Hablando de cosas sin importancia, Butler preguntó sin demasiado interés sobre los orígenes de sus brillantes dientes.

Y Rigondeaux se lo dijo: "hice derretir mis medallas olímpicas para que las pongan en mi boca".


Los atletas cubanos son la carga humana más cara del mundo. Detrás del rojo velo comunista está una nación-isla capaz de producir algunos de los mejores boxeadores y jugadores de béisbol del mundo, raros y brillantes diamantes que nunca salen de una mina celosamente guardada.

Guillermo Rigondeaux es uno de esos diamantes, cortado y pulido por el estado cubano. Al igual que los mejores de sus compatriotas boxeadores, él fue el brillante en la cima de la corona que Cuba y Fidel Castro usaron durante décadas en el reino del boxeo amateur. Pero la historia de Rigondeaux - o "Rigo", tal como lo conocen quienes están cerca suyo -- es más complicada que eso.

Rigondeaux (9-0, 7 KOs), de 31 años, se preparaba para defender su título de peso pluma junior ante Teon Kennedy (17-1-2, 7 KOs) en la cartelera previa al combate entre Manny Pacquiao y Timothy Bradley Jr. el sábado, y su ganancia reportada de $103.000 por esta pelea es una suma que estará más allá de los más alocados sueños de la gran mayoría de sus compatriotas. Cuando suba al ring del MGM Grand en Las Vegas, será porque él decidió escapar de un sistema en el cual muchos otros atletas cubanos siguen cautivos.

Es un sistema que los transforma en héroes nacionales, pero que no les otorga libertades. Un sistema que celebra sus talentos, pero que los sofoca todavía más. Un sistema que exige que un atleta se quede, pero que tampoco le da muchas opciones más que irse.

Algunos eligen quedarse, metidos para siempre en el sistema. Cuando Muhammad Alí estaba en su mejor momento, le ofreció al tres veces medallista dorado olímpico Teófilo Stevenson la suma de $5 millones para escapar de la isla y pelear. ¿La respuesta de Stevenson? "¿Qué significa un millón de dólares si lo comparo con el amor de ocho millones de cubanos?".

Félix Savón, otro triple medallista dorado olímpico, recibió otra oferta igual de astronómica de parte de la gente de Mike Tyson. Savón la rechazó.

Vinent, quien ganó medallas de oro en las Olimpíadas de 1992 y 1996, también rechazó el dinero, y todo por su creencia en la Revolución. Hoy, Vinent entrena solamente niños en el gimnasio Rafael Trejo.

Pero Rigondeaux se marchó del sistema para tener una chance de una nueva vida y un futuro diferente. Y él ha sido condenado al ostracismo desde entonces.
Butler, quien actualmente está filmando un documental sobre este boxeador, recuerda como Rigo estaba "completamente radioactivo políticamente" ese día en el gimnasio de La Habana. Nada podía encariñarlo con sus compatriotas del boxeo.

"La suya era la cara más triste que yo haya visto en Cuba durante mi paso por la isla", dijo Butler, "y ese país tiene muchas caras muy tristes".


La película de Butler es la crónica del viaje alternativamente heroico y trágico en el que se embarcan los boxeadores cubanos cuando huyen de su isla. Pinta un paisaje que en lugar de tener ideales y morales en blanco y negro tiene un mar de grises que los cubanos se ven forzados a navegar mucho tiempo después de bajarse de los botes en los cuales son llevados fuera de su país.

Habiendo ido a Cuba originalmente para entrenar como boxeador, Butler, quien tiene experiencia como boxeador amateur, se interesó por la cantidad de talento olímpico que estaba listo para entrenar con él por cantidades irrisorias como $6 dólares diarios. Pero esto fue rápidamente superado luego de su primer encuentro con Rigo y el descubrimiento e la tormenta política que rodeaba a un peleador que muchos consideraban como uno de los mejores amateurs de todos los tiempos.

"Yo quería entender por qué los entrenadores no estaban hablando con él y lucía tan asustado que incluso tuvo que salirse del gimnasio, dada su gran reputación", dijo Butler. "Luego me enteré que ese verano Guillermo era como una telenovela humana, que estaba en los diarios todos los días, y que Fidel se había referido a él como un traidor".

En una tierra donde se supone que la importancia del dinero quede en segundo lugar detrás de la Revolución, el dinero es el rey en el paisaje del boxeo cubano, aún para quienes dicen que no les importa.

Cuatro meses antes del encuentro de Butler con Rigondeaux en La Habana, el peleador había intentado huir mientras participaba de los Juegos Panamericanos en Rio de Janeiro. El 22 de julio de 2007, Rigondeaux y su compañero de equipo Erislandy Lara (hoy un altamente clasificado profesional en el peso mediano junior) desaparecieron antes del pesaje pactado para sus peleas. Descubiertos por las autoridades brasileñas, ambos regresaron a Cuba tres días después habiendo caído en desgracia, condenados al ostracismo y rogando perdón, al que no accedieron.

"La traición por dinero es una de las armas favoritas de los Estados Unidos para destruir la resistencia cubana", dijo Castro en la semana previa al intento de escape de Rigo y Lara. "Ellos simplemente fueron noqueados por un golpe a la mandíbula, pagado por dólares estadounidenses. No hubo necesidad de hacer un conteo de protección".

Al momento de su escape, el entrenador cubano Roberto Quesada le dijo al periódico Miami Herald que "por mi experiencia, ellos serán tratados como soldados que desertan del ejército… ellos podrán no darse cuenta todavía, pero como boxeadores ya están muertos".

Luego en esa misma semana, Fidel Castro usó esa misma analogía. Rigondeaux y Lara no volverían a boxear para Cuba nuevamente.


"Si yo pudiese, enviaría barcos para sacarlos a todos", dijo Gary Hyde.

Hyde es el manejador de Rigo. Como ex boxeador amateur viviendo en Irlanda, Hyde se dio cuenta, como incontables otros antes suyo, de que Cuba era un rico mercado para buscar talentos. Luego de que algunos apreciados amateurs cubanos, incluyendo a Yuriorkis Gamboa, se marcharan en 2006 y firmaran con Arena Box Promotions bajo la bandera de Ahmet Oner, Hyde supo que la fórmula podía ser copiada y que un nombre con mucho mercado como Rigondeaux podría ser comprado, traído a los Estados Unidos y mercadeado.

Por eso, en marzo de 2007, Hyde viajó a Cuba en busca de su diamante. Allí, él conoció formalmente a Rigondeaux, alguien con quien estaba obsesionado desde su primer encuentro casual en el Campeonato Mundial de Boxeo Amateur 2001 en Belfast.

"Todos miraban por encima de sus hombros", dijo Hyde. "Todos te miran, el servicio secreto, todos están paranoicos, lo cual me pone a mí paranoico. Y me pone paranoico a mí porque alguien como yo, que está ahí (Cuba) en algo que es medio ilegal, claro, te pone paranoico saber que estás haciendo algo que no deberías estar haciendo en el país".

Rigo eligió no escapar con Hyde en 2007. El momento no era el correcto. Pero Hyde tuvo éxito al firmar a Rigo con un contrato de manejo profesional por cinco años. La decisión del peleador de mantenerse empeoró entonces por su fallido escape en Río de Janeiro más tarde en ese mismo año. La ayuda en ese momento llegó de parte de la empresa de Oner, Arena Box Promotions. El servicio de noticias EFE reportó que se gastaron más de $500.000 dólares en el intento de escape de Lara y Rigondeaux. La competencia para los cubanos se ponía difícil.

Para cuando Rigondeaux decidió escapar nuevamente en 2009, Hyde ya había establecido las conexiones necesarias para extraer con éxito al campeón mundial juveni Ismaikel "Mike" Pérez de Cuba. Y fueron esas mismas conexiones las que ayudaron finalmente a Hyde a llevar a Rigo a los Estados Unidos.

"El dinero hace girar al mundo, y esa gente hace dinero con sus clientes", dijo Hyde sobre los traficantes humanos. "Por eso todo lo que tuve que hacer es transformarme en un cliente, que lo soy, y conseguir que la gente que da el servicio confíe en mí".

Hyde comenzó su búsqueda de sacar a Pérez de Cuba desde Cancún, México, un lugar conocido y de paso para el tráfico humano entre los Estados Unidos y Cuba. Después de una semana de caminar por varios restaurantes cubanos en la ciudad buscando una pista, eventualmente encontró a un hombre que dijo ser el tercero en mando en un cártel de tráfico humano que podría ayudarlo.

El precio: $50.000 dólares.

Demasiado alto, pensó Hyde. Se decidió a eliminar el intermediario.

"Me di cuenta de que necesitaba hablar con los cubanos en medio de este proceso", dijo Hyde. "Envié a un pescador a Cuba, y él estaba en un apartamento con Mike Pérez".

Preocupado y sintiendo que podría perder a un cliente, el cártel de Cancún llamó para ofrecerle un precio menor.

"La gente en Cancún me llamó y me dijo 'hey, ¿qué pasa? Podemos hacer esto'".

"Entonces les pregunté el precio".

La nueva cifra: $16.000 dólares.

"Cuando supe que eran $16.000, les dije 'asegúrense de cuidar a mi muchacho. Asegúrense de que esta persona llegue a Cancún a salvo, y no quiero que sufra ningún daño'".

Se le pidió a Hyde que llame nuevamente en cinco días. Hyde insistió en que estaría en Cancún menos de 24 horas después de que Pérez llegara al lugar.
"Recibí una llamada diciendo que él estaba en aguas internacionales, que estaba fuera de Cuba. Así fue como Mike Pérez salió".

Rigondeaux era el próximo.

"Llamé a mi conexión en México porque había oído un rumor que Rigondeaux estaba listo para viajar", dijo Hyde, quien había dicho que se llamaba "Mike" para evitar que lo rastrearan.

"Escúchame, Miguel", le dijo el contacto a Hyde, "no hay nadie, ni siquiera Jesucristo, que vaya a ponerle las manos encima a Rigondeaux. Él es tu peleador".

Después de un período de espera de unas semanas, Hyde se enteró de que Rigo había llegado a Miami a salvo, pero gracias al dinero de otros. Para ese momento, él ya había firmado con otro manejador en Miami. Pero es poco común que los peleadores cubanos que se escapan, ya sea si no tienen certezas sobre el proceso o meramente buscando su propia caída, busquen firmar con más de un manejador.

Hyde, que tenía el contrato con Rigo, sabía que el peleador era su diamante. Y después de un litigio, él logró quedárselo.


Freddie Roach sabe mucho de talento.

Durante más de una década, él ha entrenado al gran Manny Pacquiao, uno de los mejores del mundo libra por libra. Él habla con cariño de la primera vez que el gran boxeador filipino entró por la puerta de su gimnasio Wild Card Gym y se puso a realizar una sesión impresionante en las guanteletas. Pocos peleadores han estado cerca de repetir la sensación que tuvo Roach trabajando con el ídolo filipino y sus dones para el pugilismo.

Eso fue así hasta que el entrenador conoció a Guillermo Rigondeaux.

"Él es el mejor contragolpeador que he visto", dijo Roach sobre Rigondeaux, hablando por teléfono desde su gimnasio en Los Ángeles. "Cuando hice guantes con él, simplemente no pude superar su defensa. Traté. Pero no pude.

"En nuestro primer día en el gimnasio él ya quería hacer guantes con Manny Pacquiao", dijo Roach. "No se lo permit. No quería que Manny hiciera ese tipo de trabajo en el guanteo. Manny es un poco grande para él, pero él es un boxeador ofensivo, y con un contragolpe como ese él hubiese tenido más trabajo de lo que necesitaba.

"Él es uno de los mejores talentos que yo haya visto", dijo Roach sobre Rigo.

Luego, el entrenador pausa, reconsiderando sus palabras. "Probablemente el mayor talento".


Cuando Joel Casamayor ganó la medalla olímpica de oro en 1992, recibió un cheque de $20.000. Cuando llegó a su tierra en Cuba -- tal como lo cuenta Enrique Encinosa, ex armador de peleas, manejador y promotor de Miami -- el gobierno le pidió a Casamayor que endose el cheque para ellos.

La parte que le tocó al peleador: $300.

Y lo que es peor, Casamayor pensó que al menos lo recompensarían con un auto por ganar el oro, al igual que Teófilo Stevenson y, más tarde, Rigo mismo. En lugar de eso, esperándolo fuera de su casa había una bicicleta hecha en China.

"Casamayor no sabrá quién es Milton Friedman" dijo Encinosa, en referencia al autor de "Capitalismo y Libertad", "pero déjenme decirles que en ese momento nadie tuvo que explicarle que estaba siendo estafado".

Encinosa sabe muy bien que el dinero manda en el boxeo, y el dinero mezclado con los peleadores puede a menudo ser un cóctel peligroso. Es todo parte de un ecosistema donde es muy común que los peleadores cubanos esencialmente se vendan a sí mismos, pensando que es la única manera que pueden usar para escapar la revolución y cumplir con sus sueños financieros y profesionales. Y para un potencial benefactor esperando treparse a los esfuerzos ajenos para llegar a la gloria deportiva, un peleador es una inversión modesta pero volátil.

Tal como lo explica Encinosa: "Uno no puede darse el lujo de comprar un equipo de béisbol o fútbol. Pero te apuesto que puedes comprar a un peleador".

¿Y qué hay con quienes quieren comprar peleadores cubanos?

"Te puedes gastar $300.000 en un boxeador, y de repente él se casa y su esposa decide que quiere que maneje un taxi en lugar de recibir golpes en el rostro", dice Encinosa. "Tú esperas poder moverlo lo suficientemente rápido y lograr las mejores peleas posibles como para que gane el mayor dinero posible y así pagarte como manejador, ayudar a pagar al promotor y lograr que él gane dinero también".

Dentro de este ecosistema, abundan los rumores sobre miserables contratos de dos o tres cifras, conexiones criminales y promesas rotas, de peleas internas y puñaladas por la espalda. Pero los manejadores que bancan a los boxeadores (la mayoría de ellos operando en un espacio que se encuentra entre lo moralmente cuestionable y lo directamente maquiavélico) son, en general, ni más ni menos autoindulgentes que los boxeadores mismos.

Encinosa dice que darle mucho dinero a un boxeador cubano es como "tomar a un ser humano y ponerlo en el planeta Saturno".

"Ellos no saben cómo gastar el dinero", dijo Encinosa. "Gamboa fue y se compró un Bentley. Yo fui al gimnasio un día y lo veo con cadenas enormes de oro sobre su cuello. Él tiene tanto oro encima que algún día le dará una hernia".

En una tierra donde se supone que la importancia del dinero quede en segundo lugar detrás de la Revolución, el dinero es el rey en el paisaje del boxeo cubano, aún para quienes dicen que no les importa.

"Stevenson y Félix Savón alaban las bondades de la Revolución hasta que las vacas llegan a casa", dijo Butler, que filmó largas entrevistas con los ex boxeadores olímpicos en sus hogares de La Habana. "Pero tan pronto como se apagan las cámaras, ellos quieren dinero para decirte lo poco que les interesa el dinero. Ambos son auténticos".

"Sus contrapartes estadounidenses firman contratos por cientos de millones de dólares, diciendo a menudo que el dinero no es el factor, sino la pureza del deporte. Pero los cubanos realmente lo viven. Ellos viven con las repercusiones después de que las ofertas y ano están ahí".

Y eso parece ser así sin importar sin un boxeador elige quedarse o irse de Cuba, sin importar si rechaza la Revolución o se transforma en un confidente de Castro. El dinero claramente tiene un significado aún en este ambiente.

El dinero es lo que pagó el Mitsubishi amarillo de Rigo como recompensa por su oro olímpico. El dinero es lo que compró ese boleto de ida a través de 90 millas de agua, lejos de la Revolución. Y el dinero es en última instancia lo que determinará si escapar de Cuba prueba que valió la pena para el peleador.


¿Cuál es el precio de la libertad para un hombre? ¿Cuál es el costo para aquellos que él ama? ¿Qué vendes cuando elegiste comprar la oportunidad de lograr tus objetivos en la vida?

El 13 de noviembre de 2010, Guillermo Rigondeaux peleó frentea a 42.000 personas en el t Dallas Cowboys Stadium en la cartelera previa a la demolición de Manny Pacquiao sobre Antonio Margarito. Incluso el momento más alto de su carrera amateur no se pudo comparar con esa noche en Texas. Después de esa pelea, Butler se encontró con Rigo en el estacionamiento y le ofreció un viaje de regreso al hotel. Con el cinturón alrededor de su pequeño marco físico, Rigondeaux, según Butler, lució aislado. Casi trágico, incluso.

"Le dije 'luces solitario y no tenías un sentido del agradecimiento para con la gente que te rodeaba'", recordó Butler. "Antes de que pudiera terminar de preguntarle me dijo 'bueno, ¿no estaba solo acaso?".

"Eso es algo realmente duro de aceptar", dijo Butler. "Yo me pregunté '¿dónde están sus amigos?¿Dónde está su familia, sus hijos, su vecindario, la gente que tuvo que sacrificar para tener éxito en este sueño, y cada persona alrededor suyo que uno pensaría que quiere compartir este sueño con él?'".

"Su madre murió mientras él estaba en los Estados Unidos, su padre lo desheredó por ser desleal a la Revolución, su hijo estaba enfermo mientras él peleaba en Dallas".
Mientras tanto, a 1.100 millas de distancia, cerca del Aeropuerto Internacional José Martí, en las afueras de La Habana, hay un pequeño dúplex bajo el cielo turquesa. La mitad de esa humilde vivienda está ocupada por una mujer con dos hijos. Ellos son la esposa de Rigondeaux, Farah Colina, y los hijos de la pareja. La casa, adyacente a un edificio del gobierno, tiene dos cámaras apuntándole 24 horas por día.

Mientras los aviones sobrevuelan el lugar, llevando gente lejos de Cuba, la vida sigue para la esposa del diamante más preciado de Castro, la gema que se escapó. Colina y sus hijos viven y esperan. Y esperan. Esperando una vida que esperan algún día compartir nuevamente junto a Rigo.