Pablo Montero 11y

Berlocq puso a Argentina en semis

BUENOS AIRES -- Carlos Berlocq sonríe, mira al cielo, se rasga la remera como contra Alemania. Revolea la gorra de un salto, señala a cada uno de sus compañeros, se tira al piso y da vueltas sobre el polvo de ladrillo. Es un niño en el cuerpo de un tenista profesional de 30 años y la soñada foto del día. El póster de la película. La imagen que alguna de las marcas que lo esponsorean podría adoptar como pieza publicitaria acompañada de una consigna del estilo "El esfuerzo todo lo paga". O algo menos trivial. Usted elija. Lo que no cambiará es el protagonista. Es que después del enorme partido ante Jo-Wilfried Tsonga, que lo dejó en las puertas del mejor triunfo de su carrera y primero ante un top-ten, el hombre de Chascomús tuvo la mejor revancha que el destino de la serie le podía ofrecer y en el último punto con Francia, tras otra batalla de casi cuatro horas frente a Gilles Simon, estampó el 6-4, 5-7, 6-4 y 6-4 para que Argentina vuelva a ocupar un lugar en las semifinales de la Copa Davis, otra vez ante República Checa, y en la casa del campeón.

Fue un típico "partido de quinto punto", con los nervios a flor de piel y la presión haciendo de cada peloteo un verdadero drama. Combo que se exacerbó desde mediados del segundo set. Hasta allí, Berlocq mostraba decisión y agresividad, arriesgando con criterio y marcando el ritmo ante el N°13 del mundo. Esa receta fue la que le permitió llevarse el primer set y la que hacía prever el mismo final para el segundo. Porque aún jugando algo más corto y con Simon metiéndose de a poco en el partido, el argentino recuperaba el quiebre de ventaja para ponerse 4-4 y el Mary Terán de Weiss estallaba detrás de él.

Pero entonces, lo dicho: nervios, errores, miedo a perder y ocho breaks en diez games. En el medio se le iba el segundo capítulo a Berlocq y el duelo, la serie, figuraba una vez más en tablas.

Cansado, tomándose el máximo tiempo posible entre los tantos y protestando airadamente cada fallo adverso, Berlocq empezó a buscar acortar los puntos, buscando líneas y subiendo cada vez más a la red, con éxito dispar. Pero del otro lado el tenista francés comenzó a errar más de la cuenta y le facilitó todo al local. Conciente de esas licencias, el argentino recuperó la paciencia y con Simon sirviendo 4-5 apretó el acelerador para dejar a los suyos a un set de la clasificación.

La tendencia no varió en el arranque del cuarto capítulo y un nuevo quiebre adelantó por 4-2 a un Berlocq que volvía a hacer daño desde su revés paralelo. La diferencia parecía decisiva. Más cuando el galo no daba muestras de reacción y se repetía en errores sacando 2-5. Así, el argentino quedó de pronto con tres match points a disposición, aunque no pudo capitalizar ninguno.

Sacando para partido, con todo lo que eso implicaba, cambió todo: Simon empezó a meter las que antes malograba por amplio margen y Berlocq colaboraba no pudiendo cerrar los puntos en la red y abusando de los drops, como en el cierre ante Philipp Kohlschreiber en primera ronda (recurrencia que asumió como táctica de desgaste). Resultado: quiebre y el francés al saque 4-5.

¿Empieza otro partido? La respuesta afirmativa podría haber tenido cierta lógica, pero la Copa Davis suele no recostarse demasiado en ese concepto. Después de todo, lo lógico no era de ninguna manera que tras volver a ponerse de pie en el encuentro Simon errara cuatro derechas para que todo acabara con festejo del otro lado de la red. Sí, dos derechas anchas, una larga y otra en la red. En el game más importante de su vida, Berlocq fue más testigo que protagonista. Nada le quita el mérito enorme de una victoria mayúscula. Una más. Para que el equipo argentino se golpee el pecho con orgullo tras sacar adelante otra "serie imposible" y siga soñando en grande.

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