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Bosh, con Miami hasta el final

Diversos reportes en los últimos días indicaban que Chris Bosh y su familia estaban enamorados de la ciudad de Miami, y que sería difícil arrancarlo de South Beach.

El desenlace de la agencia libre se demoró junto con la decisión de LeBron James, y la solución ideal para el delantero hubiera sido la continuidad del proyecto que imaginó Pat Riley allá por el verano de 2010.

Sin embargo, el Rey decidió volver a casa y eso causó una vorágine en la que, por al menos algunas horas, todo el mundo vistió a Bosh con los colores de los Houston Rockets.

Se sabe que el jugador es de la zona de Dallas, por lo que para él también hubiera sido una especie de regreso a su raíces. Está claro que nadie lo hubiera culpado, ya que estos le ofrecían un contrato máximo y la chance de ser una figura instrumental en un equipo con aspiraciones serias.

Bosh, se presumía, iría a formar un nuevo Big 3 con James Harden y Dwight Howard, y jugaría por primera vez en la siempre áspera Conferencia Oeste. Más de uno escribió un obituario sobre el Heat (http://espndeportes.espn.com/news/story/_/id/2132414/las-ruinas-de-la-civilizacion-heat), asumiendo que todo lo que quedaría sería las cenizas de lo que fue, las rodillas desgastadas de Dwyane Wade y la buena voluntad de Norris Cole y Josh McRoberts.

Sin embargo, promediando la tarde, Riley pateó el tablero y apeló al corazón (y la billetera) de Bosh: le presentó un contrato máximo, por cinco temporadas y $118 millones, y lo convenció de abandonar la idea de Houston y quedarse a pelearla en South Beach, esta vez como la cara principal de la franquicia.

Se espera que las firmas de Wade y Udonis Haslem sean las próximas, y de esta forma el Heat intentará mantener gran parte de la banda unida, con la esperanza de que Danny Granger, Shabazz Napier y algunos otros retoques puedan mantener a flote el barco.

Nadie lo puede culpar a Bosh por quedarse, así como tampoco nadie le hubiera dicho nada si se hubiera ido. Junto con James y Wade, el delantero resignó dinero para fichar en Miami, y fue artífice principal del segundo y tercer título de la historia de la franquicia. Bosh no le debía nada a Riley, ni a la ciudad ni a sus compañeros, sobre todo una vez que James decidió abandonarlos.

Con esto se entiende que sus prioridades son distintas, y eso es una decisión muy personal. Bosh tiene 30 años y nunca más volverá a ser esa máquina de recolectar dobles-dobles en Toronto Raptors. Hoy por hoy es un delantero perimetral, con un poco de alergia al contacto y un tiro exterior más que confiable. Es un "4 tirador", en el molde de Dirk Nowitzki, Kevin Love o Ryan Anderson, que promedió 6.6 rebotes la temporada pasada.

También es alguien que necesita jugar con un pivot defensivo, algo que solo sobrevivieron en Miami porque James maquillaba gran parte de las falencias colectivas, y algo que la directiva deberá solucionar.

Este será su último gran contrato, y la chance de asegurar definitivamente el futuro de las próximas generaciones de su familia no se puede descontar. Tampoco viene mal que Florida no tenga impuesto estatal, algo que le permitirá mantener algunos dólares más en el bolsillo. Bosh es bicampeón, siendo protagonista, y quizás ya no tenga el interés de seguir persiguiendo anillos.

Quizás su familia se arraigó en la Florida y no siente que mudarse una vez más sea prioridad.

Riley le traerá un ladero más, un Trevor Ariza, Luol Deng, Lance Stephenson o Eric Bledsoe. El Heat, en el Este, siempre tendrá la clasificación a playoffs asegurada, y quizás hasta un pasaje a segunda ronda.

Sea como sea, para bien o para mal, Bosh se queda a pelearla, y esto no tiene absolutamente nada de malo.