Gustavo Goitía 10y

La pelota y la cancha, como fuego

NUEVA YORK (Enviado especial) – La pelota quema, parece que tiene fuego. Los jugadores la maltratan o, mejor dicho, la llevan de un lado para el otro con mucha agresividad y eso, sumado al calor y la humedad, hace parecer que las bolas amarillas van a estallar. El cemento, de por sí, genera que las altas temperaturas se potencien ahí abajo. Y eso, estando en una tercera fila, lateral, pegado al rectángulo de juego, deja bien en claro lo que deben sentir los protagonistas. En este caso, ESPNtenis.com estuvo ahí y la intención es trasladar algunas sensaciones vividas en el Grandstand, el tercer estadio en importancia del US Open.

En esa posición baja se comprueba realmente lo duro que le pegan estos trotamundos a la pelota, la potencia, y todo lo que les transmiten a sus equipos de trabajo que los contienen y ayudan, lo que sufren y gozan. Este lunes, Juan Mónaco no pudo ratificar la fama de Cementerio de los Elefantes que tiene esa cancha y perdió con Jo-Wilfried Tsonga en cuatro sets. En muchos momentos su gente la pasó bien, pero con altibajos, al ritmo del choque, electrizante en ciertos pasajes, siempre con un incesante ruido del ir y venir del público, algo poco visto en otros grandes campeonatos.

Aquí el público es así, lo siente y vive como un show. Eso es el deporte para ellos. Los estadounidenses, cual si fuese un partido de béisbol de las Grandes Ligas, el básquetbol de la NBA o el fútbol americano, aprovecha la mínima oportunidad para gritar y muchas veces pararse para aplaudir. Y de poco importa, como en este caso, que los protagonistas no sean dueños de casa. Sin dudas, lejos de las costumbres de otros países y de la propia "cultura" del tenis, donde el silencio es salud durante cada punto. Pero en Flushing Meadows no ocurre eso: van y vienen, y viven cada pedido del Ojo de Halcón de un jugador como si fuera una gran anotación en sus deportes favoritos.

Cada momento crítico y enseguida Mónaco que mira a José Clavet, su coach. A su lado, Martín Jaite y un amigo personal de "Pico", Mariano Zabaleta, también tandilense, quienes fueron a alentarlo en sus funciones de capitán y subcapitán del equipo argentino de Copa Davis. El ahora N° 99 del mundo, ex Top 10, está nominado, una vez más, para la próxima serie. Ellos festejaron puntos importantes con el puño, con un grito, como lo hizo, detrás de los entrenadores, en segunda fila, Zaira Nara, la novia del fanático de Estudiantes de la Plata.

Hay momentos que las pelotas parecen pedir un descanso. El sol castiga y ellos las castigan aún más. Hay saques, sobre todo del hoy 10° del ranking, a los que la gente responde con un "uhhhh...", por la explosión y contundencia. Y ahí abajo todo su potencia: se escucha todo como en otro sintonía (la verdadera digamos), si lo comparamos con una ubicación alta o lejana de los "bancos". En el mismo estadio que es buscado a propósito por muchos espectadores, en especial por aquellos que ya peinan canas, por ser el que tiene más asientos a la sombra, lo que en esta época del año en Nueva York no deja de ser una comodidad para ver acción de primer nivel con más tranquilidad.

¿Pero no era que el público es ruidoso e inquieto? Sí, no es una contradicción. Sin dudas, los jóvenes y la mayoría aquí es así, pero también es agradable conseguir una buena posición y evitar exponerse de lleno al sol durante batallas que suelen extenderse por más de tres o cuatro horas. Los pibes sí son movedizos: llegan a una butaca, la dejan, cambian y en especial lo hacen en los dos codos de este estadio con capacidad para 6.000 personas, que había sido el segundo más importante de este Grand Slam, detrás del Louis Armstrong, hasta que en 1997 se inauguró el Arthur Ashe.

Ahora sigue estando de espaldas al Armstrong y con algunas particularidades. Es que desde ambos codos se puede ver, entre parantes del estadio vecino, un cuarto de esa cancha lindera. De hecho, durante el choque Mónaco-Tsonga, se veía de a ratos a Andy Murray, en su también dura victoria sobre Robin Haase en el Armstrong. Y el Grandstand, que también será reparado en el proyecto del US Open para años venideros, fue el mismo en el que Gabriela Sabatini jugó su último partido en un Grand Slam: allí cayó ante Asa Carlsson, ahora casada con Svensson, en la tercera ronda en 1996. Apenas un mes y días después, la argentina se retiró del tenis y aquella derrota contra la sueca aún se recuerda con nostalgia.

Volviendo a Mónaco, compatriota de la gran Gaby, dijo que aún está lejos de colgar la raqueta, precisamente, ya que está motivado y renovado y, a los 30 años, tiene más tela para cortar. Una pena, pese a su buena tarde, que Tsonga no le dio opciones. Esta vez no fue el tandilense el que dejó escapar ocasiones, sino que el francés lo frenó rápido. Y vaya si lo sufrió "Pico", que en los tres set points que dispuso en el tercer capítulo fue detenido abruptamente por tres sendos aces del galo... Todavía parecen retumbar esos saques letales del reciente campeón de Toronto en el Grandstand del US Open. Y el ruido incesante de los tantos anfitriones. El calor pega duro, aún más a escasos metros de los protagonistas de la película.

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