Martín Urruty 10y

Los dueños del show

MARINA BAY -- Medio año y 14 carreras después, todo sigue circunscripto a Mercedes. A sus aciertos y errores. De ello depende la Fórmula Uno de autos híbridos, poco ruido y bajo consumo, controlados por la electrónica. Así, con un W05 menos, con el 50% de la dotación alemana en pista, sólo con Lewis Hamilton, un Gran Premio como el de Singapur se volvió una carrera chiquita, chata, anodina, pobre en matices, una procesión soporífera.

Separados por apenas siete milésimas en la clasificación, la suerte de Hamilton y su compañero Nico Rosberg fue bien dispar en la única carrera noctura de la temporada, implantada siete años atrás en el calendario a la sombra de la prosperidad económica de la pequeña ciudad estado asiática. El volante del Mercedes de Rosberg presentó fallas en la grilla, lo que obligó a un súbito cambio que no resultó.

De un tiempo a esta parte, desde el volante de un Fórmula Uno se hace mucho más que darle dirección al auto. Se lo controla casi todo, con las únicas excepciones de acelerador y freno. Rosberg ni siquiera pudo iniciar la vuelta previa y sus mecánicos lo derivaron a boxes: perdió el segundo cajón de salida y largó -último- desde la calle interna. Ese no fue el único problema. Debido a una aparente rotura en las conexiones de la columna de dirección, el timón del W05 sólo servía para doblar, pasar los cambios y mostraba informaciones en la pantalla central, pero no funcionaban la potencia extra del sistema híbrido, el alerón móvil, el limitador de velocidad en boxes ni el embrague. Demasiadas ventajas a pesar de que se trate del mejor auto del Campeonato Mundial.

Con ese catálogo de debilidades, Rosberg poco pudo hacer en las 15 vueltas que completó. Nunca tuvo la chance de la épica remontada, acaso última esperanza de contar con un espectáculo acorde con la pomposidad de la sede. El alemán tardó más de cuatro vueltas en superar al lento Caterham de Marcus Ericsson para colocarse 20°. Avisado de los operativos manuales que tendría que afrontar en su primera detención en boxes, por caso marchar en primera a 6.500 revoluciones por minuto para respetar la velocidad máxima ante la falta del controlador automático, Rosberg siguió adelante con el utópico afán de sumar algún punto. No bien llegó a boxes para la primera detención ya no pudo seguir. Reinició el sistema y el Mercedes no volvió a salir.

Hamilton paseó de noche, manejó el ritmo, la ventaja, el desgaste de combustible y degradación de neumáticos. Hizo lo que quiso. Su andar cansino ante la falta de amenazas permitió creer en el progreso de Ferrari porque Fernando Alonso se mantuvo en una órbita cercana, peleando con los Red Bull como desde el inicio. El asturiano llegó al segundo lugar en la salida gracias a un corte de camino, devolvió la posición a Vettel y luego la recuperó en la segunda parada en boxes. Sin embargo, los autos de la marca austríaca aún son más veloces que las pretensiones del asturiano y las apuestas estratégicas de la Rossa.

Un toque entre Adrian Sutil y el inspirado Sergio Pérez, que derivó en la rotura de la trompa del mexicano, provocó una neutralización casi a mitad del recorrido, algo clásico de las calles de Singapur. Limpiar el tramo de pista en el que había algunos residuos del Force India demoró más de media docena de vueltas, en las que los Red Bull hicieron su apuesta desesperada a la victoria parando por última vez en boxes para durar hasta la bandera de cuadros. Hamilton, en cambio, siguió con su plan pero con ventaja licuada.

Cualquier pretensión de incógnita aportada por la larguísima intervención del auto de seguridad quedó desbaratada no bien se retiró de la pista. Fue el tiempo en el que Hamilton mostró cuánto tiene -y puede guardar si quiere- el Mercedes. Se escapó a ritmo de récord sin sobresalto alguno. Sólo en el primer tramo de la vuelta inicial con bandera verde le sacó un segundo a Vettel para iniciar el escape que lo pusiera a salvo frente a la última parada. El campeón 2008 fue de 1s7 a dos segundos más veloz por giro que el vigente cuádruple campeón. Sin embargo, cuando entró por última vez para calzar el tipo de caucho que le faltaba usar -blando- perdió la punta pero salvó el segundo lugar. No tardó demasiado en alejarse de Daniel Ricciardo para apurar a Vettel. Una vuelta y media después superó al alemán, que con neumáticos muy usados no opuso resistencia. Y se fue.

Según pasaron las vueltas, el pleno quedó confirmado. Hamilton consiguió lo que tanto esperaba: ganar sin que sumara Rosberg. Veinticinco a cero. Otra vez, como luego de España, su cuarta victoria seguida en cinco fechas de 2014, trepó a la cima del campeonato, y otra vez con tres puntos de ventaja. Ahora quedan cinco carreras en la agenda, 125 puntos como máxima recompensa porque -se recuerda- la última entrega premio doble. El show depende de Mercedes. Como siempre este año.

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