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La desilusión llamada Phil Jackson

El Maestro Zen todavía no ha podido encontrar soluciones en las manos de Carmelo Anthony USA TODAY Sports

Phil Jackson golpea el escritorio y tiemblan los anillos que visten sus dedos. Recién han pasado pocos meses del inicio de su gestión en los Knicks, pero ya nada es lo que, supuestamente, estaba destinado a ser. Los rascacielos son los testigos de la escena: el Maestro Zen ha perdido finalmente la compostura. Es la versión posmoderna del Ciudadano Kane, solo, enhebrando en su mente pensamientos que entrecruzan lo que es y lo que pudo haber sido. Los once títulos ganados como entrenador no alcanzan para tapar las trece derrotas consecutivas como presidente.

¿No se suponía que este hombre venía a regalar alegría al Madison Square Garden? "Tengo que confiar en el plan con el que están tratando de poner las cosas en su lugar", dice Carmelo Anthony, y lo expresa con el deseo irreal de los que se alimentan de esperanzas pasajeras.

Los Knicks han quitado de la escena a J.R. Smith e Iman Shumpert, como un modo de emular lo que hizo Steve Van Gundy en Detroit Pistons con Josh Smith. Algunos podrán verlo como el inicio de un plan a largo plazo, pero más bien parece tirar un salvavidas en un río salvaje, con motivo de darle algo de ilusión a un nadador que ya está a segundos de ahogarse. Hacer espacio salarial está bien, pero esta tierra jamás se ha caracterizado por tener problemas de dinero. Si no me creen, busquen en la guía telefónica a Larry Brown e Isiah Thomas.

El problema de New York abriga muchas opiniones, pero la realidad es que se trata de un equipo mal armado. Los bases de control como Pablo Prigioni y José Manuel Calderón prometen una media cancha interesante, propia de un hombre como Derek Fisher, pero la realidad es que rara vez pueden intentar ofensivas sólidas y cohesionadas. Pasan el balón a un costado y es un agujero negro, porque la circulación jamás se produce. El entorno contamina la idea porque nadie cree en el mensaje. Cuando en el deporte ocurre algo semejante, se trazan tres lineamientos complementarios: a) nadie sabe bien qué debe hacer en la cancha b) nadie confía en el de al lado c) todos creen poder salvar el barco a la deriva por sí solos.

La ofensiva triangular aquí no funciona. Carmelo Anthony, jugador franquicia y referente de estos Knicks, jamás pudo ser la hipotenusa que requiere el sistema. Tex Winter lloraría de sólo observarlos entrenar, y más allá de que todo lleva su tiempo, aquí no se ve un plan B que pueda servir para avanzar sin ese riel imaginario sobre el parquet.

Es cierto que hay cosas que Jackson heredó, pero también es cierto que la enfermedad, en vez de mejorar, se agravó a niveles insospechados. La defensa y el poderío ofensivo es de lo peor que se vio en años en la Liga. Jugadores con el contrato de Andrea Bargnani y Amare Stoudemire son un problema antes de empezar. Encima, si bien juegan de manera diferente porque Stoudemire es interno natural y Bargnani un alero disfrazado de cuatro, se ubican en la misma posición en la cancha. Honestamente, me cuesta creer que alguien pueda pensar que esto puede funcionar en una liga tan prolífica en talento como la NBA, sobre todo si se considera lo que tienen los rivales en esta zona de la cancha: básicamente, más centímetros y menos años.

El problema principal del tema Phil Jackson radica en esperar demasiado de alguien en una posición que desconoce. Ser presidente de un equipo implica mucho más que seleccionar jugadores. Hay que conocer de finanzas, de administración, etc. No estoy diciendo que Jackson no sepa hacer este trabajo, simplemente que muchas veces hay una expectativa desmedida respecto de una estrella que se postula para un cargo diferente al que supo dominar en años anteriores.

Supongo que no debe haber, en la historia, personas mucho más inteligentes que Albert Einstein. Pero estoy seguro que si viviese y le pidiésemos que entrene los Milwaukee Bucks, no haría un buen trabajo, porque es una faceta que desconoce. Ser un genio de la ciencia no significa que, por definición, deba ser un genio del deporte. Sobran los casos para ejemplificar esta situación.

Como siempre ocurre, hay excepciones a la regla y todos pueden formarse para realizar otras tareas, pero en este caso puntual de la presidencia de los Knicks, Phil Jackson no es aquel que ganó once campeonatos: es un novato de 69 años que está haciendo sus primeras armas en un puesto que desconoce, con el problema psicológico intangible de estar acostumbrado a ser elogiado en todos los rincones del planeta. ¿Qué quiero decir con esto? Que corregir o ayudar a Jackson es mucho más difícil que a cualquier otro ejecutivo de la NBA.

La creación de expectativa es algo que se construye a través de los años y que siempre afecta la personalidad de quien recibe las palmadas en la espalda. Cuando se apagan las cámaras, surge una necesidad desmedida de atención. Es el hedonismo de Narciso, son los espejos de Luis XIV, el 'Rey Sol'. La NBA es una Liga que acostumbra a premiar o castigar con la frialdad del acero, pero en este caso muchos están tomando reparos antes de llegar a una conclusión. Es entendible, pero injusto con, por ejemplo, Donnie Walsh, quien abandonó su puesto de manager general en 2010 para regresar a Indiana Pacers. Su trabajo, medido en objetivos, fue inmensamente superior que lo que vemos en la actualidad para New York.

Mientras Jackson reflexiona en el sillón de su oficina, con el libro 'Eleven Rings' a sus espaldas, los Knicks están sumergidos en la peor crisis de su historia. El entrenador más ganador de todos los tiempos está haciendo su aprendizaje acelerado entre las luces de la Quinta Avenida. ¿Qué debemos esperar para lo que viene? Lo justo y necesario.

Las fórmulas mágicas no existen, los ilusionistas están en el teatro y todos los seres humanos se equivocan.

El cambio siempre se da con hechos, jamás con palabras. Queda más de media temporada de esta película de terror.

El Draft de junio es el próximo gran objetivo para esta franquicia.