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El control en sus manos

El astro de los Cavaliers ha dominado la NBA por completo desde su regreso el 13 de enero Gregory Shamus/NBAE/Getty Images

Cae la tarde en Akron, Ohio. Un jovencito de mediana edad hace rebotar el balón sobre el cemento una, dos, tres veces. El balón besa el suelo mientras el chico entrecierra los ojos, un poco por el reflejo que invita a despedir el día, y otro poco por un sueño que se desprende como consecuencia de un regreso. El número 23, a sus espaldas, se desdibuja en un salto mientras recibe el flechazo de los últimos rayos de sol que contaminan la escena. En el aire, el chico intenta colorear una ilusión. Lo persigue ese dibujo de líneas geométricas que vio horas atrás en un video ráfaga de YouTube, que no es más que la multiplicidad de músculos en acción de un hombre especial que persigue una jugada interminable, un movimiento de brazos entre millones de brazos, un golpe de efecto que sintetiza la perfección del físico en conjunción con la mente.

El chico falla, pero intenta una vez más. Recuerda la reflexión que dice que los ganadores no se rinden, no se excusan y no descansan. Levanta la mirada y ve el cartel del objeto de deseo: un joven que fue como él ahora, que caminó las mismas calles, comió en los mismos lugares, conoció las mismas familias. Mientras esboza esa jugada imposible nuevamente, recuerda ahora la figura completa. Y se da cuenta que su intento es, por lo menos, anacrónico en su realización. Que cuando se trató de un tiro, por más maravilloso que fuese, LeBron James tuvo que ir a buscar el tesoro a otra parte. Vuelve a cerrar los ojos, hace un pique, otro, y comprende que, para que exista un sueño mayor, el mismo debe envolver otros menores. El talento, por sí mismo es insuficiente. Necesita perseverancia y, por sobre todas las cosas, necesita compañeros. Una idea que nace, se reproduce y contagia. El Rey necesita de peones, alfiles, caballos y reinas.

LeBron James ha redefinido los límites. Ver jugar hoy a los Cavaliers significa poner en un diván al propio juego para que traduzca las ideas que tiene en mente. El astro de Cleveland se ha devorado los manuales de Magic Johnson, Michael Jordan, Scottie Pippen y Charles Barkley para confeccionar un estilo tan propio como abrumador. De espaldas, de frente, en 45 grados. James se ha transformado, en su madurez, en un Marshall McLuhan del deporte: "El medio es el mensaje"; todo lo que dice y hace James es creíble. Es él, pero ya no es sólo él, con todo lo que eso significa. Sus compañeros son extensiones de sus brazos y el ajedrez en movimiento se acomoda de acuerdo a la voluntad del Rey.

Hay una diferencia radical entre ser un base y ser quien transporta la pelota. Kyrie Irving hace malabares con el balón y jugadas extraordinarias, pero todo funciona a merced de James, quien es base, escolta, alero y ala-pivote de este equipo. Todo un jeroglífico para las defensas. La sumisión de Kevin Love es un ejemplo de confianza desmedida en LeBron. No hace falta ser un erudito para ver cómo Love -con un poco más de voluntad para el roce- cumple el viejo rol de Chris Bosh en Miami Heat. Con todo el respeto que tenemos por David Blatt, las estrategias pasan a segundo plano cuando Cronos pisa el parquet.

Quizás lo más absurdo de estos Cavaliers es J.R. Smith. En los Knicks, el escolta era el gran maestro del desorden, capaz de tomarse una cerveza en un entrecuarto, golpear a la mascota del equipo y salir a jugar como un lobo desenfrenado ante la atenta mirada de rivales y compañeros. ¿Cómo puede haberse generado tanto cambio en sólo días? "Realmente no puedo decir nada de su pasado, pero puedo decirte sólo una cosa: J.R. ha sido un sueño para nosotros, para el equipo y para mí personalmente", dijo Blatt a Northjersey.com.

Seguro que la noche de Cleveland no se parece a la de New York, pero aquí hablamos de otra cosa. En los Cavaliers, Smith escucha antes de hablar. Se trata de un alumno disciplinado, como si James fuese, emulando a 1984 de George Orwell, una especie de Gran Hermano que influye sobre su conducta. Smith pasó de ser el eje de la fiesta desmedida a no quitarse ni siquiera la corbata en un casamiento. A decir verdad, verlo hacer pases extra en jugadas consecutivas nos hace pensar en un gemelo. Fuentes cercanas, sin embargo, aseguran que se trata de la misma persona.

Y en ese terreno, James muestra liderazgo porque, inevitablemente, debemos compararlo con Carmelo Anthony. La fórmula del sálvese quien pueda, de abandonar el barco a mitad del río, no entra en el código de conducta actual de LeBron.

La presencia de Timofey Mozgov le ha dado a Cleveland un salvataje en la pintura ante la ausencia de Anderson Varejao. Y el equipo será aún más profundo en tierra de gigantes cuando Kendrick Perkins se sume al plantel. No es casualidad que Blatt busque obreros para rodear a su Big Three. Ya no sirven más egos en la ciudad de LeBron. Cualquier similitud con Miami Beach, es pura coincidencia.

Ya hemos dicho en reiteradas oportunidades que James es un híbrido multiplataforma, capaz de acelerar contra grandes y dominar con potencia a los más chicos. El avance ahora es su capacidad para cambiar sobre la marcha en su funcionalidad, de acuerdo a los jugadores que lo rodean. Puede dominar en el traslado, puede anotar como un anotador compulsivo, puede dejar el juego si el equipo no lo necesita en ese momento en particular. El pasado 13 de enero regresó de su lesión en espalda y rodilla, y sus números alcanzaron niveles estratosféricos (27.3 puntos, 49.6% en TC, 6.1 rebotes, 6.6 asistencias y 27.3 de PER). Ni hablar lo que mejoró el equipo en el apartado defensivo, tras la llegada de Smith, Mozgov e Iman Shumpert. Sin ir más lejos, en el triunfo ante Detroit Pistons, James quebró la marca de asistencias de Scottie Pippen y se convirtió en el alero más prolífico en pases-gol de la historia de la NBA, con 6,136.

"Cuando empecé a pulir mi juego, sabía que el juego como alero iba a ser algo que sería luego mi marca registrada", dijo James. "Obviamente miraba a Michael Jordan, me inspiraba mucho, pero como niño nunca pensé que iba a alcanzar esa meta. Sabes, Jordan parecía tan irreal. Pippen y Anfernee Hardaway, y Allen Iverson, eran esos muchachos que yo pensaba que podía igualar. Porque MJ parecía alguien inalcanzable para un niño. Simplemente lo veía tan lejos".

Hoy en día, James se ha metido en carrera directa por el MVP de la temporada. Es el atleta que más camisetas vende, más zapatillas inspira y más dinero produce. Es el jugador que más contagia a sus compañeros, más preocupa a sus rivales y más poder tiene sobre los dirigentes. LeBron tiene el control en sus manos de la competencia entera, incluyendo los fanáticos. Lo amas o lo odias. Su regreso no ha hecho más que despertar -una vez más- a una ciudad que vivía de espaldas a la alegría tras su partida. Como un profeta del futuro, James nos enseña, noche a noche, que los Cavaliers pueden estar capacitados para algo grande.

No dos, no tres, no cuatro, no cinco, no seis, no siete. El destino es una carta que está siempre por escribirse.