Washington Cucurto 9y

Buscando almendros durante el Superclásico

BUENOS AIRES - Ver River Boca lejos de la ciudad es toda una experiencia. Pero, queridos lectores, es impresionante la energía abrazante que puede tener el fútbol.

Para un hombre urbano en busca de la felicidad como yo, el fútbol siempre será un deporte relacionado con la ciudad. Uno de sus hijos, como diría el gran Roberto Arlt. En pocas palabras, para muchos fanáticos, fútbol sin ciudad no existe. ¿Será para tanto?

Sin ir mas lejos, mi querida madre de 89 años de edad, me regaló un pequeño televisor de mano, antiquísimo, de esos que andan a baterías eveready y no otras. Bueno, una joya en blanco y negro. El domingo del partido, salí a comprar unos árboles de almendros que realmente necesitaba. Creo que soy el único looser del mundo que necesita de almendros para vivir. Un amigo me pasó el dato, un quintero vende 3000 almendros de un campo que quiere talar para plantar soja. ¡5 hectáreas llenas de almendros!

Imagínense, agarré mi viejo auto y salí disparado hacia una región llamada el Pato, cerca de La Plata. El lugar era difícil de llegar y me perdí. Era una zona complicada, urbana, con caminos de tierra y me sorprendió la cantidad de vacas y ovejas que había en la zona.

En un momento determinado, ya no supe donde ir, no había gente a quien preguntarle y decidí dejar de gastar nafta. Me acordé del televisor que me había regalado mi vieja y lo encendí. Mi sorpresa fue mayúscula, ¡River y Boca! ¡Claro, me había olvidado por completo del superclásico!

En la ruta, "solari", bajé del auto y apoyé la pequeña joya audiovisual, encima del capot caliente de mi peugeot 504 en ruinas. Hay momentos en que uno se siente solo, vacío, perdido. Así estaba yo en una tarde de sol. Pero Boca y River volvieron a salvarme la vida. El relator era malo, no hay dudas. Pero de pronto las vacas y las ovejas se acercaron a mi auto, por el sonido. Eso, el sonido, diría un veterinario, pero para mí, fue el puro fútbol. No había goles, no había grandes jugadas, solo la potencia de Mora me sorprendía un poco.

Las vacas querían comerse el televisor, podría cometer la estupidez de decir que algunas eran de Boca y otras de River. Lo cierto es que veían al fútbol como lo que es: materia comestible, de alto consumo, de calidad media. Me subí al auto y quise arrancar pero una se puso en el medio. Hice marcha atrás y tuve que salir de la ruta y meterme unos metros por el campo, esquivándolas y huyendo con elegancia. Hice unos metros y vi una casita y adentro el pastor miraba el partido.

¡Maldición, no puede ser que hasta en medio del campo la gente y los animales estén pendientes del fútbol!

Me sentí perdido, triste y vacío, el fútbol ya no me llenaba. De pronto una pequeña oveja me invitó a seguirla con insistentes balidos o escarceos o como se llame que hacen las ovejas. Seguí a la oveja varios metros y me sentí Horacio Quiroga en su cuento La tortuga gigante. No me importó, a la distancia vi un gran campo lleno de almendros. ¿Traje la pala?, me pregunté y en ese momento Boca convertía su primer gol y la oveja se agitó, se dio vuelta y me guiñó un ojo.

No hay nada más lindo en la vida que un campo de almendros. Quise llorar. Boca convirtió el segundo gol. Me acerqué y el dueño del campo me levantó la mano y me dijo: "sos el único loco que viene a buscar almendros en un día de superclásico".

No supe qué decirle.

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