<
>

La Copa América, el mejor espejo

BUENOS AIRES -- Completada la segunda ronda de partidos en la fase de grupos, el saldo es positivo: se vieron muy buenos partidos, jugados con mucha intensidad y en los que, cuando hubo un ganador, la victoria estuvo en duda hasta el último segundo.

Tal es la paridad entre las selecciones participantes que apenas un encuentro, curiosamente el inaugural (Chile 2-0 Ecuador), terminó con más de un gol de diferencia, e incluso en ese partido el perdedor podría haberse llevado un mejor resultado. Y hubo espacio para varias sorpresas, como el empate de Paraguay ante Argentina remontando un 0-2, la victoria de Venezuela ante Colombia y la posterior recuperación de los colombianos para derrotar a Brasil y el vibrante 3-3 de un México alternativo ante el anfitrión Chile.

En estas dos rondas, el fútbol sudamericano mostró lo mejor y lo peor de su repertorio. Sus virtudes y sus defectos, su cara brillante y su lado oscuro. El eterno autoboicot que no le permite hacer realidad todo su potencial.

Por un lado, se vio la entrega de siempre, el despliegue incansable y el espíritu aguerrido que hacen de los jugadores de esta región objetos del deseo en las mejores ligas del mundo. Pero también el buen trato de pelota, con Argentina quizás a la cabeza en jerarquía individual, pero con Neymar mostrando todo su repertorio en el primer partido y con Colombia desplegando sus recursos para doblegar a Brasil. Pero también el realismo extremo de Uruguay y de Paraguay, que con esquemas distintos sacan máximo provecho de sus oportunidades.

Pero al mismo tiempo, se vio lo que ya es costumbre para quienes siguen las ligas locales: agresividad mal entendida, discusiones con los rivales, malas artes para sacar ventajas, protestas permanentes hacia los árbitros... que tampoco ayudan demasiado con sus actuaciones. Si estuvieran a la altura e hicieran respetar el reglamento, seguramente podrían encarrilar partidos que se les terminan yendo de las manos por falta de autoridad.

No debería ser tan complicado hacerlo, ya que el 90% de los jugadores presentes en esta Copa América se desempeñan en Europa. Y allí, su comportamiento es bien distinto, en gran parte porque saben que los árbitros no les dan margen ni para la simulación ni para la queja.

Es una lástima que esto suceda, porque esa sucesión de choques-agarrones-simulaciones-discusiones termina afeando el espectáculo. Con un desarrollo más fluido del juego, como el que tantas veces elogiamos de la Champions o las eliminatorias europeas, estaríamos viendo partidos de altísimo nivel, ya que calidad individual y colectiva es lo que sobra.

Y hablando de eso, hasta ahora dio la sensación de que, aun dentro del equilibrio, Argentina fue el equipo que más diferencia marcó. Fue propietario de la iniciativa en los dos partidos que jugó y podría haber ganado ambos por amplio margen. Más allá del empate final, el 2-0 con el que se fue al descanso ante Paraguay podría haberse agrandado, mientras que también tuvo varias oportunidades para estirar el 1-0 sobre Uruguay.

Aun así terminó sufriendo ambos partidos, aunque en el segundo dio la sensación de tener un poco más de equilibrio. Si no pudo marcar diferencias más amplias en el marcador, mucho tuvo que ver que todavía no mostró la eficacia a la que nos tiene acostumbrados por los apellidos ilustres con los que cuenta en la ofensiva.

En cambio, terminó rescatando la victoria con otra gran actuación individual de su arquero. Romero sigue demostrando que es digno dueño del arco y no se entiende cómo pudo haber estado sin jugar tanto tiempo o, incluso, cómo no termina en el arco de un club grande de Europa, como el Manchester United de un Van Gaal que lo vio crecer en Holanda.

A Argentina le queda por delante el partido, en los papeles, más sencillo de su grupo. El técnico tendrá que ver si mantiene la formación o si usa la rotación. Nombres le sobran para acompañar a un Messi al que ya nadie le puede criticar sus actuaciones con la camiseta argentina. Está más maduro como jugador y como persona y demuestra a cada partido tanto su talento como su carácter.

Distinta es la situación de Brasil, que se ha vuelto extremadamente dependiente de Neymar, quien para colmo se perderá el próximo partido y quizás los cuartos de final. Tal como lo dijimos durante el Mundial, cuesta entender cómo en un país de más de 200 millones de habitantes y con tanta tradición de jogo bonito, no aparece ningún delantero que esté más o menos a su altura.

Pero más allá de la falta de jerarquía arriba, el énfasis en el orden y en el esquema de contención disminuye todavía más las variantes de ataque de Brasil. El doble cinco le quita salida, ya que los dos volantes que juegan por los costados, también preocupados por la marca y muy livianos en la ofensiva, terminan taponando la proyección de los laterales, un arma letal característica del fútbol brasileño.

Sin laterales ni carrileros que desborden con peligro, los delanteros quedan desabastecidos. Y como consecuencia de este pobre caudal ofensivo, hoy a Brasil se le anima cualquier rival, ya que marcándole un gol hay chances de sacar un buen resultado.

Ya sin Neymar, en un grupo único en el que todos están con tres puntos, un duelo ante Venezuela que en otra ocasión hubiera sido de trámite puede terminar siendo decisivo. Determinará la suerte del scratch en un eventual cruce de cuartos de final... si antes no ocurre algo peor.

Para Brasil y Argentina la presión de ganar la Copa América siempre está. E incluso Uruguay, por su historia, llega generalmente obligado a una buena actuación, por más que esté en medio de una transformación. Pero en esta edición se agregaron otros dos equipos a esa lista: Colombia y Chile.

De los primeros he escuchado decir que no salir campeones sería un fracaso. Una exageración por donde se la mire, por más expectativas que despierte la gran actuación del último Mundial y el talento de un equipo muy equilibrado, que mete cuando tiene que hacerlo pero que también tiene un mediocampo con mucho juego y llegada y delanteros temibles. Haberle ganado a Brasil seguramente le devolvió a los de Pekerman la confianza que tenían antes de empezar el torneo.

En cuanto a Chile, se nota que la localía le está pesando a una generación dotada como tal vez ninguna otra en su historia. En lo que va de la competencia no llegó a desplegar el juego con el que se lució tanto en eliminatorias como en el Mundial.

En hombres como Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Claudio Bravo, Gary Medel y varios más tiene calidad de sobra. También tiene la ventaja de venir trabajando sobre un mismo estilo de juego desde hace varios años, a partir del ciclo de Marcelo Bielsa. Si consigue transformar esa presión en algo positivo y volver a controlar los partidos como sabe hacerlo, puede recuperar la eficacia que le está faltando y volver a soñar con su primer título continental.

Felicidades.